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¿Un domingo siete?

JULIO FAESLER

El próximo día siete es domingo. ¿Acabará siendo un Domingo Siete como el del cuento? No sé si es justo decir que ello dependerá de la ciudadanía electora. Hay tantos elementos, tantas circunstancias externas, ajenas a las urnas mismas, que lo que pueda acontecer este domingo durante la jornada electoral no será responsabilidad de los que depositen su boleta en ellas.

El ambiente tenso que crece en muchos lugares de la República augura incidentes. Muertes inesperadas, corrupción galopante por doquier, engaños, gastos estratosféricos hasta entre los más púdicos, mercado de votos, todo alentado por la dubitación del gobierno y la venalidad de los juzgados.

El mejor consejo a los que harán fila ante las casillas es mantener calma y reaccionar con sensatez ante cualquier acto que intente alterar el orden que requiere el ejercicio de la democracia.

En muchos lugares no ocurrirá nada. Los medios no lo registrarán ya que la prensa, siempre ávida de titulares y encabezados sensacionalistas, serán las excepciones que, siendo porcentualmente menores obtendrán siempre la atención de los jefes de redacción y los comentaristas. Estos hechos recibirán, desde luego, la atención de la crónica internacional que para ahora está sensibilizada hacia lo estridente.

¿El gobierno tiene la culpa de todo lo que sucederá?

Es claro que la tensión que reina es resultado de muchos antecedentes. Ello no quiere decir que es imposible resolverla con acciones que pretenden conocer la psicología del pueblo "bronco". La presencia del crimen organizado en tantos lugares del país es una realidad. La mezcla es funesta: añadir a la incapacidad gubernamental la perversidad de las mafias o grupos criminales deja a la población sana e indefensa a merced del azar más peligroso.

Los únicos en dominio de las circunstancias son los que promueven la tensión buscando que desaparezca el estado tal como lo hemos venido conociendo en México en los últimos ochenta años, víctima de un golpe que acabe con los esquemas basados en la voluntad popular expresada pacíficamente.

Una visión de largo plazo aconseja tenerle paciencia al desarrollo histórico. Nada vale tratar de forzar el paso queriendo que con las elecciones del próximo domingo todo se arregle.

El desarrollo de la democracia en México ha llevado un lento paso. Desde los años ochenta y noventa se organizó la presión ciudadana para obtener el respeto de las autoridades y mejores condiciones electorales. Cuando ese fin coincidió con consolidar la fuerza del gobierno, la lucha amainó, pero nunca pudo decirse que la voluntad del gobierno le era favorable.

La creación de las instituciones e instrumentos electorales de hoy no fueron creaciones de momento. Hoy tampoco lo será la creación de la conciencia ciudadana y el clima de respeto recíproco que la democracia requiere.

El domingo que viene es una ventana al futuro. En la confusión actual no todos la apreciarán. Los que no entiendan el significado profundo de los acontecimientos no identificarán ni la tendencia ni mucho menos el rumbo hacia dónde camina la sociedad mexicana. El devenir del país está determinado por corrientes profundas del sentimiento nacional. Esas corrientes irán manifestándose en la superficie de los acontecimientos a su propio ritmo.

El Estado está obligado a proteger con todos los medios a su disposición a toda la población contra atracos y abusos. Todos los gobiernos, federal, estatal y local, empero, se han visto omisos y negligentes lo que ha destruido la confianza de la ciudadanía. Los empresarios y los partidos políticos tampoco atienden sus responsabilidades ya que no atienden más que de sus inmediatos intereses enmarcados en el binomio de obtener para sí ventas y votos. En estos dos elementos se resume su motivación: la de mantenerse en los privilegios del poder político o económico.

Sólo las organizaciones ciudadanas, como grupos, podrían si son sinceros alejarse de intereses políticos y comerciales demandando con claridad y contundencia los intereses básicos de la ciudadanía y que son los más básicos de la existencia humana: acceso seguro a alimento, escuela, salud y techo. En lo individual, a su vez, cada voto ciudadano que se emita el próximo domingo debe constituir la exigencia simple y clara, de esos mismos intereses concretos.

De no empezar a poner remedio a los males sociales que aquejan a México, pese a las violentas y criminales prolegómenos como los de las últimas semanas, las cosas tendrán que seguir igual. Las tan esperadas elecciones acabarán siendo un "domingo siete", como aquel del cuento.

juliofelipefaesler@yahoo.com

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