Parte de la Red de Movilización Social de Unicef, este ejército contra la polio vela por la inmunización de más de dos millones de niños en zonas de alto riesgo. (ARCHIVO)
Un ejército ciudadano rastrea estos días, casa por casa y barrio por barrio, a decenas de miles de niños que deben ser vacunados contra la polio en el epicentro histórico de la enfermedad en la India, un año y medio después de que el gigante asiático quedara libre de este mal.
A la entrada de un pequeño local de Bhelpur, en el estado de Uttar Pradesh, la breve calma se disipa cuando un joven pasa con un bebé en brazos. "¿Cuántos años tiene?", pregunta un miembro del operativo de vacunación entre una muchedumbre de técnicos y vecinos que rodean al interrogado.
Tiene menos de cinco años, la edad máxima para recibir la vacuna oral de la polio. El vacunador saca la medicina y poco después el niño confirma con una mueca de disgusto que ha tomado las dos gotas estipuladas.
Su gesto cambia enseguida a uno de curiosidad mientras alguien pinta con rotulador permanente la uña de su dedo meñique para identificarle como "ya vacunado", luego le coloca una gorra de cartón amarillo y pone en su mano una banderilla con un eslogan contra la polio.
El equipo ya puede tachar otro de los recuadros de la lista que cuelga en el interior del local. Son apenas las 9:30 de la mañana y 24 de los 169 menores de cinco años que se encuentran en el área han recibido sus dosis.
Saben con exactitud cuántos bebés han nacido desde la última campaña regional en el estado e incluso cuántos hijos de nómadas hay en la zona.
Es el resultado del minucioso trabajo en cadena de 26,000 informantes que rastrean a la población migratoria, 31,000 voluntarios socialmente influyentes que se afanan en eliminar la reticencia a las vacunas y más de 7,000 supervisores (90 % de ellos mujeres) divididos en diferentes niveles regionales.
Parte de la Red de Movilización Social de Unicef, este ejército contra la polio vela por la inmunización de más de dos millones de niños en zonas de alto riesgo de Uttar Pradesh y Bihar, históricamente los más afectados por la enfermedad en la India, y en Bengala, donde se registró el último caso del país en 2011.
Todos forman parte de las comunidades de las que se encargan y es que involucrar a la población, incluidos los más pequeños, es indispensable para llegar a cada una de las familias.
Ataviados con gorras amarillas y banderitas, una decena de niños recorren las estrechas callejuelas de Bhelpur al grito de "dos gotas de vacuna y la polio se ha acabado".
Este escuadrón Bulawa Toli se para ante una puerta, algunos de ellos entran a la casa y al poco salen haciendo sonar sus pitos para celebrar el botín obtenido: dos bebés que llevar al punto de vacunación.
Aparentemente la líder del grupo, Roxane, de 12 años, no puede ocultar lo mucho que la "entusiasma" formar parte de un evento que describe como una "especie de celebración".
"Lo importante es mantener la polio fuera de la India, por eso continuamos con las campañas de OPV (vacuna oral). Si no hubiese polio en el mundo y en países cercanos como Pakistán y Afganistán no habría tanto riesgo", explicó la jefa de la unidad de Polio de Unicef India, Nicole Deutsch.
Le preocupa en especial la rapidez con la que se extendería esta enfermedad si volviese al país asiático, uno de los más densamente poblados del mundo con más de 1,200 millones de habitantes, lo que también convierte la vacunación masiva en un enorme reto.
La nevera azul que portan las vacunadoras encargadas de Choti Maldahiya, un barrio humilde de Benarés, va llena esta mañana, porque en la gran mayoría de las viviendas que visitan los niños tienen ya una uña pintada de negro. El campamento de vacunación del día anterior en la zona ha sido todo un éxito.
Mientras acompaña al equipo por los caminos de Maldahiya, la "influenciadora" Rekha Rani, de 30 años, detalla la "absoluta ignorancia" que presentaban estas familias sobre la importancia de la vacuna cuando "adoptó" el área en 2013.
"Su aprensión era que si dejaban que la OPV fuese administrada, podría tener consecuencias negativas en sus bebés", recordó, orgullosa del progreso logrado tras sus incontables visitas a las familias.
Las chicas dejan atrás una hilera de casas con una "P" escrita con tiza en la fachada. Al ver esta letra, los demás vacunadores sabrán al instante que en su interior no queda nadie por inmunizar.