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Un país que no crece

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Un país que no crece

Un país que no crece

Sergio Sarmiento

A final de cuentas, y a pesar de muchos esfuerzos y de un récord de gasto gubernamental, la economía mexicana sólo creció 2.1 por ciento en 2014. La cifra es sólo un poco más de la mitad del 3.9 por ciento que previó la Secretaría de Hacienda al preparar el presupuesto y los criterios de política económica para el año.

El crecimiento de 2013, que en un principio se estimó en 1.1 por ciento, fue ajustado por el INEGI a 1.4 por ciento en septiembre del año pasado. A pesar de ese ajuste el crecimiento anual promedio en los dos primeros años del gobierno de Enrique Peña Nieto fue de 1.75 por ciento, menos que el dos por ciento de los dos sexenios panistas que tanto fue criticado por los priistas y muy lejos del seis por ciento que el hoy presidente prometió en campaña.

Excusas no han faltado. En 2013 el problema, dijeron los funcionarios, era que todavía no se habían hecho las reformas de fondo. En 2014 el culpable fue el lento crecimiento de la economía de Estados Unidos, aunque después de un comienzo lento la Unión Americana terminó con una expansión de 2.5 por ciento, la mayor tasa de las economías desarrolladas en el mundo.

La verdad es mucho más compleja. El crecimiento promedio de la economía mexicana en las últimas décadas ha sido de dos por ciento. Resulta claro que el problema es estructural. Tenemos una economía con obstáculos que no dejan crecer al país a un ritmo sostenido más rápido.

El gobierno de Peña Nieto aplicó las fórmulas tradicionales para tratar de forzar un mayor crecimiento en 2014 y 2015. En particular la Secretaría de Hacienda llevó el gasto público a su nivel más alto de toda la historia e incrementó el déficit de presupuesto a más de cuatro por ciento del producto interno bruto en su expresión más amplia (o sea, los requerimientos financieros del sector privado). Esto significó la contratación de nueva deuda por una cifra cercana a los 600 mil millones de pesos en 2014.

La fórmula no funcionó a pesar de que el crecimiento de los Estados Unidos generó un aumento saludable en las exportaciones mexicanas. El decepcionante crecimiento de 2.1 por ciento del producto interno bruto mexicano fue consecuencia de una persistente debilidad en el consumo interno. Lo paradójico del caso es que esa situación fue consecuencia de una decisión política del gobierno de Peña Nieto. El aumento de impuestos de 2014, que se presentó como una reforma hacendaria, tuvo un impacto negativo importante tanto en la inversión como en el consumo de los mexicanos.

El gasto del gobierno ha venido aumentando de manera constante desde 2010 y en últimas fechas registra récords todos los años. La idea detrás era que el mayor gasto público impulsaría un mayor crecimiento económico. Pero la realidad ha sido otra. Los políticos mexicanos se están dando cuenta de que quitar dinero a los contribuyentes para aumentar el gasto público no necesariamente eleva el consumo.

Parte del problema es que el gasto gubernamental es ineficiente. El presupuesto para combatir la pobreza se ha incrementado 20 veces en los últimos 20 años, pero el número de pobres ha aumentado. Los subsidios a las pequeñas y medianas empresas han aumentado también, pero casi el 80 por ciento de las firmas que reciben estos subsidios desaparecen en unos cuantos meses.

El gobierno mexicano no se ha dado cuenta de que la mejor forma de aumentar la prosperidad y el consumo es bajar impuestos y reducir los trámites gubernamentales. A los políticos no les interesa. Insisten en subir los impuestos, el gasto público y las intervenciones en la economía, y después se preguntan por qué la economía no crece.

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