El príncipe Carlos con su prometida Lady Diana Spencer en el día en el que anunciaron su compromiso matrimonial, en los jardines del palacio de Buckingham de Londres, Inglaterra, 1981.
El mito popular dice que para manifestar su conexión con la mujer, los antiguos griegos colocaron un anillo en el dedo anular de su mano izquierda, porque este contiene la vena amoris, o vena del amor, que se conecta directamente al corazón. En la mayoría, o mejor de los casos, este anillo viene acompañado de un diamante, el accesorio más caro que suele usar una mujer y que indirectamente representa en el hombre poder y posesión.
El material más preciado y resistente del mundo, ha sido utilizado como herramienta de grabado, cortado y pulido, como ícono religioso, y finalmente como un decorativo más, engalanando con su propia belleza el cuerpo del hombre y la mujer; aunque las piedras preciosas denotan más que elegancia o galantería, un material de este tipo engarzado en un anillo, unos pendientes o un collar, pone un escalón bajo los pies.
Las manos de las mujeres suelen modelar con mayor frecuencia todo tipo de material brillante; el anillo de compromiso evoca una historia, una fecha, un nombre, un amor.
El primer anillo de diamantes que se dio con ese fin, fue otorgado por Maximiliano I de Austria a María de Borgoña, madre de Felipe el Hermoso, en 1477.
LA NATURALEZA DEL DIAMANTE
Los diamantes son átomos puros de carbono en forma polimorfa que logran su transformación en una piedra preciosa estando en condiciones de presión y temperatura extremas; proceso que puede tardar millones o billones de años. Estas piedras preciosas, que desde hace siglos son sinónimo de riqueza, emergieron de la Tierra a través de erupciones volcánicas, el hombre las encontró luego del enfriamiento de la magma. En la escala de Mohs, que mide la dureza de un mineral, los diamantes ocupan la primera posición, es por eso que un diamante sólo se puede cortar o alterar con otro de su misma naturaleza.
Los países que tienen mayores reservas de estas piedras preciosas son Rusia, Botswana y Sudáfrica; los que se obtienen en zonas de guerra como en el continente africano se denominan “Diamantes de Sangre”, por la explotación y esclavitud de quienes los extraen.
El descubrimiento de estas piedras de cristal en Sudáfrica, en 1867, los hicieron más accesibles para las clases medias. Tener tantos diamantes no convirtió a las regiones de este continente en un territorio próspero, sino en uno de los más pobres y que posee el récord mundial en mortalidad infantil.
LOS CRISTALES COMO OBRAS DE ARTE
Uno de los diamantes más famosos de la historia es “El Hope Azul” de 45.52 quilates, le debe el nombre a su comprador Henry Thomas Hope. El diamante azul está valuado en más de 250 millones de dólares, es una de las gemas más hermosas que se conocen, sin embargo se asocia a una terrible racha de mala suerte para sus propietarios. Entre sus víctimas se encuentra un sacerdote hindú, un comerciante francés, Luis XIV y María Antonieta. El último poseedor de la joya, Henry Winston, donó el brillante que actualmente se exhibe en el Instituto Smithosonian en Washington.
En el museo de Louvre se puede admirar a “Hortensia” una piedra de 20 quilates color melocotón, que perteneció a la reina de Holanda, Hortensia de Beauharnais, hijastra de Napoleón Bonaparte; así mismo el museo nacional de Francia alberga a “The Regent” un diamante de 140.50 quilates, que tiene el título del más bello del mundo por su corte perfecto; ambos formaron parte de las joyas de la Corona Francesa.
PIEDRAS PRECIOSAS
El diamante es el cristal mejor valuado del mundo, sin embargo existen otras piedras preciosas que han sido peleadas y añoradas por muchos a lo largo de la historia, como el rubí que en su momento se nombró “el rey de las joyas” y el zafiro que por su significado romántico ha sido utilizado en anillos de compromiso, como el de la princesa Ana y Lady Diana Spencer y otros miembros de la familia real británica.
Las esmeraldas destacan por su extrañeza, ya que además de su belleza y genuinidad, le han atribuido poderes curativos. El mayor productor de esmeraldas en el mundo es Colombia, seguido de Brasil.
Además de los diamantes, rubíes, esmeraldas y zafiros, existen aproximadamente 130 especies catalogadas como semipreciosas, entre ellas el ágata, aguamarina, amatista, ámbar, circón, ópalo y turquesa. Las zirconias y brillantes son los principales sustitutos de los diamantes en la joyería.
VALOR DE LA ROCA
La transformación del diamante tiende a compararse con el talento que se pule, con la habilidad y trabajo que separa y diferencia paulatinamente a una persona del resto cuando descubre su brillo. El diamante en bruto es un material amorfo, que bien podría pasar por un trozo de vidrio opaco, tiene que pulirse con precisión y destreza para alcanzar su forma admirada; este proceso puede tardar años… la recolección puede costar vidas.
Alrededor de 10 millones de personas en el mundo viven directa o indirectamente de la industria del diamante; se calcula que el consumo de diamantes en bruto sumó más de 15 mil millones de dólares en 2011, estimando que en el 2020 esta cifra alcance 26,100 millones de dólares, según el último informe de la consultora Brain & Company y el Antwerp World Diamond Center. La disparidad es increíble cuando se voltea a ver a una de las zonas de mayor producción de diamantes hundida en el hambre, combatiendo enormes problemas de salud, educación y pobreza, mientras que otros países consumen en cifras exorbitantes el objeto que resume elegancia, vanidad, amor y riqueza.
Estados Unidos es el mayor mercado de diamantes; son muchas las marcas que venden la experiencia de un anillo de ensueño como símbolo de amor y compromiso eterno, entre las más populares se encuentran Graff, Tiffany y Cartier, donde encuentras anillos de hasta 500 mil euros, más de 8 millones de pesos.
“For every hand taken in marriage, another hand is taken away (Por cada mano tomada en matrimonio, otra se pierde)” es una de las frases de la campaña Conflict with Diamonds que hace referencia a los diamantes ilegales que se extraen del oeste de África, principalmente en Sierra Leona, donde las personas son mutiladas por las guerrillas o explotares, les cortan las manos ya sea para impedir que voten o para evitar que roben los diamantes que ellos mismos extraen. En la actualidad, más del 90 por ciento de los diamantes del mundo vienen de fuentes libres de conflicto.
EL BRILLO SIMBÓLICO
Nos enteramos de que un noviazgo se declara eterno al ver fotografías de jóvenes alrededor de los 25 años presentando ante la cámara su anillo de compromiso, siguiendo fielmente una tradición sin cuestionar sus orígenes. Esa piedra brillosa que denota pertenencia, que significa que has sido elegida o apartada por un hombre, ha pasado por un proceso difícil; alguien, en algún lugar del mundo la encontró, viajó y seguramente cruzó el mar, esa piedra vivió, fue pulida y trabajada por muchos para alcanzar su valor, para venderse en millones de dólares y hacer llorar de felicidad a una mujer cuando la descubren frente a ella.
Los diamantes, como los seres humanos, se pulen, se lijan, se instruyen, para poder brillar; emergen de la Tierra aparentemente sin valor, aunque su naturaleza es brillante y hermosa.
Tal vez, el costo de un diamante no sea el tamaño de piedra, ni su pureza, color, lugar de origen; tal vez el costo del diamante sea el trabajo detrás del lujo, el sufrimiento detrás de la felicidad, el miedo detrás del asombro, el esfuerzo detrás de la sonrisa.
Presumimos los diamantes como una meta perseguida y bien lograda, desconociendo que esa piedra también tuvo una historia para llegar a tu mano e iniciar la tuya.