Algunos en México piensan que nuestro país puede crecer y alcanzar prosperidad con un simple movimiento de varita mágica. Sostienen que basta con subir el salario mínimo por decreto o legislar derechos constitucionales -como el derecho al trabajo, a un salario justo, al agua o a la vivienda- para lograrlo. Están convencidos que si el gobierno reparte suficiente caridad a través de subsidios a los desempleados, a los viejitos o a los pobres México se hará rico.
Para otros -menos crédulos o menos hipócritas- la única forma de elevar la prosperidad es a través de un aumento en la competitividad y, como consecuencia, en la productividad. Nuestras deficiencias de competitividad explican la pobreza de nuestra nación. No hay salario mínimo suficientemente alto ni políticas públicas suficientemente populistas que puedan resolver el problema sin atacar estas deficiencias.
A pesar de las reformas estructurales del presidente Enrique Peña Nieto, México sufrió una caída importante en el último Índice Global de Competitividad del Foro Económico Mundial (que hoy empieza actividades formales en Davos, Suiza). Si bien la calificación del país se mantuvo en 4.3, de un máximo posible de 7, México perdió seis lugares como consecuencia del hecho que el resto del mundo ha seguido avanzando mientras nosotros nos quedamos estancados. En este momento nuestro país se encuentra en la posición 61 de 144 países en la tabla.
El Índice de Competitividad Global hace cientos de mediciones en 12 áreas o pilares distintos, que van desde las instituciones y la infraestructura hasta la preparación tecnológica y la innovación. En casi todos los rubros nos encontramos en posiciones muy malas. Los mejores desempeños los logramos en tamaño del mercado interno y del mercado externo, gracias a nuestra amplia población y al TLCAN y a otros tratados comerciales, pero nuestros peores registros los tenemos en instituciones y en particular en cuestiones de ética, corrupción, crimen, concesión de contratos y licencias gubernamentales, desperdicio del gasto de gobierno y muchos más.
El sistema educativo es un lastre muy importante para nuestro país. A pesar de que el gobierno dedica un mayor porcentaje del gasto público que casi cualquier otro a la educación, estamos en el lugar 118 del mundo en calidad de educación primaria mientras que en la calidad de instrucción en ciencias y matemáticas caemos a la posición 128.
Si bien nuestros políticos nos dicen que se cobra poco impuesto en México, los contribuyentes cumplidos saben que no es así. El impuesto total de las empresas se eleva a 53.7 por ciento sobre las utilidades (ISR, más reparto de utilidades, más impuesto a dividendos) lo cual nos condena al lugar 122 del mundo. Suiza tiene una tasa total de 29.1 por ciento de impuesto a utilidades, la cual es relativamente alta, la número 35 del Índice, pero muy por arriba de la que registra nuestro país.
La Reforma Laboral no ha ayudado a mejorar la competitividad del mercado nacional de trabajo. De hecho, México tiene una calificación de apenas 3.7, lo que nos coloca en el lugar 121 de 144 países en eficiencia de mercado laboral.
Podría yo continuar mostrando ejemplos de los bajos índices de competitividad de nuestro país, pero el informe completo está disponible en la página del Foro Económico Mundial (http://reports.weforum.org/global-competitiveness-report-2014-2015). Lo importante es que nuestra clase política sigue insistiendo que la mejor manera de superar la pobreza es aumentar por decreto el salario mínimo o crear nuevos programas sociales. No se ha enterado que sólo la competitividad y la productividad pueden disminuir la pobreza.
CRYSTAL AWARDS
El tenor italiano Andrea Bocelli fue reconocido ayer con uno de los Crystal Awards. Ofreció también un recital al inicio de actividades del Foro. Shigeru Ban, arquitecto japonés que construye vivienda digna, sustentable y barata con carbón y papel, también fue premiado.
Twitter: @SergioSarmiento