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Vasco Pimentel

Sobreviviendo a un mundo mal sonorizado

Vasco Pimentel

Vasco Pimentel

Saúl Rodríguez

El cine guarda en ocasiones a interesantes personajes detrás de un equipo de trabajo. Aquellos cuyos nombres son presentados en los créditos cuando el público comienza a desalojar la sala. Vasco Pimentel es uno de ellos, un sonidista con un increíble don que le permite percibir sonidos dentro de un enjambre de vibraciones, el cual, a pesar de ser muy útil también ha significado una especie de martirio para él.

En el universo cinematográfico es usual establecer inmediatamente vínculos con aspectos visuales. Se habla de cine y a nuestras mentes vienen imágenes de actores, sets, escenas, secuencias, tomas, etcétera. Tras la cortina óptica existe una base sin la cual no entenderíamos el cine como lo concebimos, un lazo que sustenta al ícono visual y que lo acompaña siempre: el aspecto sonoro.

El director de sonido es aquel encargado de la organización de todos los elementos sonoros en la filmación de una película. Selecciona los sonidos según su timbre, efecto, forma, fuente sonora; establece las interrelaciones, convivencias y encuentros que deben de tener los sonidos en el filme al diseñar su estructura de manera cronológica y sincrónica (en caso de ser temporal) y también de forma espacial; elabora el libreto de sonido y supervisa la composición musical de la banda sonora, entre otras actividades.

Generalmente, este diseñador sonoro se encuentra cobijado por el anonimato, refugiado del caótico mundo de las celebridades, deambulando entre frecuencias, amplitudes y espectros auditivos. Irónicamente, se podría decir que se trata de un trabajo silencioso, aunque su materia laboral esté cargada de elementos auditivos.

A lo largo de la historia del cine, han aparecido personajes que con su creatividad dejaron huella sobre los hertzios del séptimo arte. Entre las paredes de los estudios Disney, durante 42 años, Jimmy MacDonald entregó su vida como artista de efectos sonoros a diseñar instrumentos y artefactos que permitieran la simulación de fenómenos como la lluvia, el paso de un tren, el bullicio de una ciudad, etcétera. David E. Stone fue el encargado de manipular los efectos de sonido de clásicos como Depredador (1987), Indiana Jones y la última cruzada (1989) y Batman regresa (1992), entre otros.

La tarea del sonidista es importantísima tanto para entender, como para inyectar de forma y creatividad el contenido visual; se crea un mundo a través del sonido, un mundo en el que actualmente trabajan varios especialistas sonoros.

UNA HISTORIA DE LISBOA

Nacido en Lisboa, Portugal, en esa ciudad donde el fado conquista el alma mientras la urbe es custodiada por la inmensidad del Océano Atlántico, Vasco Pimentel es un personaje que, en un mundo caóticamente sonorizado, se abren paso con su autóctona manera de entender los sonidos.

En sus inicios realizó estudios musicales en el Conservatorio Nacional de Lisboa y entre 1977 a 1979 estudió en la Escola Superior de Teatro e Cinema. Fue a partir de su graduación que comenzó a transitar por el mundo del cine como ayudante, para después consolidarse poco a poco como foley artist, editor, mezclador y director de sonido en más de 120 películas. También ha participado en diversos documentales y cortometrajes.

Vivió cerca de tres años en Perú, donde se casó con una arquitecta, quizá en parte por el detalle de que le agrada el cómo la gente peruana habla el idioma castellano, caso contrario al acento madrileño, el cual confiesa no soportar. Actualmente reside en la capital portuguesa, pero espera volver un día a América Latina, donde la melodía del hablar colombiano, cubano y venezolano también lo tienen cautivado.

Vasco Pimentel es un nombre legendario del cine en Portugal. Su pasión le ha hecho trabajar codo a codo con directores como Wim Wenders, Raúl Ruiz, Werner Schroeter, Samuel Fuller, Vivent Gallo, Frend Kelemen, Robert Kramer, Miguel Gomes y Teresa Villaverde, entre otros.

Sabrina Duque, en su perfil Vasco Pimentel, el oidor, publicado por la revista Etiqueta Negra escribió que Desde que viven juntos, Vasco Pimentel le ha pedido a su mujer que no le hable cuando se acaba de despertar. Cada mañana, este director de sonido […] necesita una hora y media sin oír nada. Cuando su mujer lo olvida y empieza a hablarle, él levanta la mano como un policía que detiene el tránsito y hace una señal de alto. Stop. Silencio. Es pronto para escuchar.

A sus 64 años, Pimentel ha tenido que aprender a convivir con su singular capacidad de concebir los aspectos sonoros del mundo, algo que reconoce como “no ordinario” y que, señala, le hace no ir por el mismo camino que la demás gente.

Duque también relata que Pimentel posee en su hogar una gaveta llena con tapones para los oídos, algo que para el lisboeta es imprescindible, y cuando se terminan corre inmediatamente a la farmacia más cercana para comprar otro paquete. La periodista ecuatoriana afirma que el problema para Pimentel es el ruido que nos envuelve como una burbuja: aquello que oímos en todas partes y no percibimos por insensibilidad o indiferencia.

Todas estas características de Pimentel, inspiraron al director Wim Wenders para trazar al personaje de Philip Winter en la cinta Lisbon Story, un ingeniero de sonido que es llamado a grabar las sonorizaciones que confluyen en la capital portuguesa. Winter es a ciencia cierta un retrato de Pimentel, una representación cinematográfica que nos da una visión de la rutina que sigue en la realidad el sonidista ibérico.

INMERSO EN EL CAOS SONORO

Poco después de que se anunciara la selección del perfil de Duque al Premio Gabriel García Márquez de Periodismo, la periodista Andrea Silva Reyes realizó una entrevista a Vasco Pimentel para la emisora colombiana RCN Radio, donde entre risas irónicas el portugués señaló que: “Siempre ha sido un poco así, yo siempre escucho cosas raras a las que la gente no hace caso y que no me gusta lo que se escucha por todas partes, por la calle. El mundo está mal sonorizado”.

Pimentel reniega de su capacidad, indica que es algo que él no quisiera tener, le resulta involuntaria. Describe que lo que hace es realizar de forma inconsciente un análisis de una conjunción de sonidos de lo que sintetiza como 'el mundo'. Dentro de este paseo, encuentra algunos sonidos agradables que le resultan “bonitos” y que en su estructura poseen un sentido armónico, como el silbido de un pájaro.

“Siempre estoy analizando el caos para buscar el sonido ‘bonito’ que está escondido. Yo sé que estoy buscando eso, que todo me parece una gigantesca máscara que el mundo le pone a los sonidos ‘bonitos’”, le comentó a la locutora colombiana.

Para el portugués, salir a la calle se convierte a veces en algo doloroso. Inmiscuirse en el caos de la mancha urbana se constituye como una aventura, donde encuentra insípido el desorden sonoro. Pimentel se halla atrapado y reconoce sonidos que una persona normal no reconocería.

Las sonorizaciones que menos le gustan son las de la gente. Para él, la gente produce mal los sonidos, pero las personas no diferencian los sonidos que producen en conjunto y por separado.

“Todo se mezcla de una manera incoherente e inútil; por ejemplo, en un restaurante pasa con algún idiota que habla demasiado fuerte, así es la gente, si uno habla muy fuerte obliga al de al costado a hablar fuerte y en menos de un minuto 40 personas están gritando y no escuchando cada uno lo que su pareja le quiere decir. El sonido de esa estupidez, que me es inútil, me incomoda mucho”.

Su técnica para afinar el oído se basa en negarse a escuchar música “asquerosa” que no lo lleva a ningún lado. Y prefiere los ritmos cubanos, la brasileños y la música clásica.

“Hay música buena y música idiota que siempre es lo mismo, que no tiene ningún balance, que no tiene nada; por ejemplo, normalmente la música que se produce en Europa o América del Norte (Estados Unidos) sale en la radio, en la tele, en el taxi, en los restaurantes, ‘pum, pum, tum, tum’. Es música que te juro que te destruye tu capacidad de conmoverte, de sentir algo con otras organizaciones de sonidos, otras músicas. Escuchar música buena es muy bueno, (hay que) negarse a la música estúpida, negarse”.

SONIDISTA DEL SEPTIMO ARTE

Pimentel establece que existen dos clases de silencios, uno en el cine y otro en la vida. Refiere que en realidad el silencio en la vida le permite al ser humano oír cosas, es pacífico, pero en el cine es todo lo contrario. “En el cine estás habituado al diálogo, a que siempre haya mucho ruido. Un hueco de silencio en el cine es terrorífico (…) porque el silencio es como sacar de la naturaleza algo que debería de estar, así que es una mutilación del sonido. Muchas veces el terror se hace con silencio, porque con el silencio te imaginas lo que sea porque es tan antinatural que te da miedo”.

Lo primero que hace el portugués al empezar a diseñar el sonido de alguna película es leer el guión y sentarse a charlar con el director. Intenta llegar a entender su visión y el mundo que va a crear al filmar el largometraje. Esto le permite dibujar una relación coherente entre lo visual y lo sonoro.

El segundo paso de su trabajo es un poco más técnico. En esta etapa, Pimentel registra en la filmación los diálogos de los actores, los ruidos y el ambiente. Finalmente, en la etapa de la postproducción, vuelve verificar los objetivos del director. “El director es el autor del sueño, nosotros soñamos con él”.

En esta última fase, entra el proceso de depuración, qué sonidos se quedan y qué sonidos se excluyen de la película. “La imagen y el sonido juntos crean una tercera realidad o irrealidad que no es ni una ni la otra; es una composición de las dos cosas”.

Pimentel lo tiene claro: el sonido atraviesa regiones del ser humano desencadenando emociones diferentes a las que desencadena la imagen. “La imagen te muestra algo. El sonido desencadena preguntas, cuestiones, '¿qué será?', es mucho más sugestivo”.

Al oriundo de Lisboa le agrada coleccionar sonidos. En cada filmación se escapa para grabar alguna sonorización interesante que posiblemente utilizará en futuros trabajos.

De entre sus tesoros sonorosm , Vasco, recuerda un sonido grabando en la selva peruana que le resulta increíble, fuera de clichés y nostálgico; una conjunción entre los elementos de la naturaleza que ha utilizado en rodajes que no tienen nada que ver con aspectos selváticos.

Esta creatividad le ha acarreado importantes condecoraciones. En 2009, obtuvo el Premio a Mejor Sonido en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara por su trabajo en Aquel querido mes de agosto. Un filme de su compatriota Miguel Gomes que se mese entre el documental y la ficción, y en cuyo final, se muestra al director y al sonidista estableciendo un diálogo donde a Pimentel se le cuestiona el hecho de recoger sonidos que no corresponden a la realidad.

Otro ejemplo del trabajo del portugués es Tabú (también de Miguel Gomes), filme estrenado en 2012 durante el Festival Internacional de Cine de Berlín y que transitó por grandes festivales como el de Toronto, Sidney, Las Palmas y Rio de Janeiro.

Tras un año de rodaje, el último proyecto donde Vasco Pimentel ha estado laborando se llama Las Mil y Una Noches, en cuya atmósfera hay pilares de la cultura medieval árabe pero adaptada a la realidad caótica de Portugal. Se trata de otro filme de Miguel Gomes, que fiel a su estilo, vuelve a jugar entre el documental y la ficción, y del que Pimentel señala desconocer cuál será su duración y fecha de estreno.

Entresacado: Vasco Pimentel es un nombre legendario del cine en Portugal. Su pasión le ha hecho trabajar codo a codo con directores como Wim Wenders, Raúl Ruiz, Werner Schroeter, Samuel Fuller, Vivent Gallo, Frend Kelemen, Robert Kramer, Miguel Gomes y Teresa Villaverde, entre otros

Entresacado: “La imagen y el sonido juntos crean una tercera realidad o irrealidad que no es ni una ni la otra; es una composición de las dos cosas”

Twitter: @BeatsoulRdz

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