Como si fuera una serie de televisión gringa, el tema de las cuotas de los trabajadores del ayuntamiento de Torreón entregadas a la Fundación Colosio y al PRI, va arrojando nuevas claves en emocionantes temporadas. El capítulo más reciente tiene que ver con la acusación lanzada por el senador blanquizaul, Luis Fernando Salazar, villano -para los priistas- de la serie, sobre el hostigamiento que sufren los empleados municipales para que ahora vayan por su propio pie a entregar la cuota “voluntaria” al partido. Y aunque el tesorero Enrique Mota, héroe -para los tricolores- de esta trama ya dijo que el ayuntamiento no tiene vela en ese entierro, desde que el Trife ordenó la suspensión de los descuentos de las aportaciones vía nómina, han surgido voces que lo contradicen.
Nuestros subagentes disfrazados de ondas hertzianas nos comentan que, por ejemplo, en la estación oficial del municipio, Radio Torreón, por orden de la dirección de Cultura, a cargo de Ruth Idala Ysáis, se han creado listas en donde de forma aleatoria aparecen nombres de trabajadores que deben dar su cuota aunque no estén de acuerdo. Dicen que la encargada de exigir el dinero a los cautivos elegidos es una persona de nombre Cynthia que se ostenta como asistente del director de la estación, Armando Cobián, aunque no aparece en la sagrada nómina. Los subagentes dicen que es muy cercana del director, quien la tiene ahí para cuidarle el changarro cuando no está, que es casi siempre. El poder que se le ha concedido es tanto que ya en los pasillos le apodan “La Jefa”, porque da instrucciones como si ella mandara ahí. Y la “sutileza” con la que exige las mentadas cuotas ha generado irritación entre la tropa porque dicen que, contrario a lo establecido por el tesorero, es “voluntariamente a fuerzas”. La Ley de Herodes, pues.
Dicen que la venganza es dulce. Al menos eso es lo que insinúan nuestros subagentes vestidos de matraca azul al asegurar que será alta la factura que le cobrarán los panistas a la regidora Verónica Soto por haber levantado el dedo a favor las cuentas públicas de la administración riquelmista. Cuentan que el haber transgredido la línea de los dos conocidos jerarcas de su partido, el diputado Guillermo Anaya y el senador Luis Fernando Salazar, quienes hicieron tremendo berrinche por la actitud rebelde de doña Vero, le puede costar la expulsión de su partido, cosa que parece estar pidiendo a gritos la propia regidora. Y esto último se deduce por las piedritas que ha ido echando al costal después de su osadía. Ayer, la regidora organizó a las lideresas panistas de colonias para que se fueran a desayunar al edificio más caro de la ciudad. Pero no crea que al cubículo de ella, sino al séptimo piso con el mismísimo alcalde Miguel Riquelme. El detalle es que las señoras no sabían de qué se trataba el asunto y cuando se dieron cuenta del engaño, se molestaron y reportaron la situación a los jefazos del partido blanquiazul. Revelan los conocedores de la grilla panista que por estas actitudes la regidora Soto será llamada a cuentas la próxima semana por el dirigente municipal, Ignacio García, para que responda por su constante devaneo con la administración municipal. Tal parece que Verónica Soto está dispuesta a convertirse en la Martha Rodríguez de la actual administración, la exrregidora que dejó las filas blanquiazules en el cuatrienio pasado y hoy es directora de Atención Ciudadana.
No cabe duda que una de las mayores cualidades del “estilo” tricolor de gobernar es la disciplina de sus cuadros y la capacidad de reinvención de sus mitos. Esto viene a colación por la reciente visita de la secretaria general del PRI a la Comarca Lagunera, Ivonne Ortega, quien vino a revisar el aceite de la maquinaria local del partido de cara al proceso electoral en puerta, ya conocido como la prueba de fuego del gobierno del preciso Peña Nieto. En una de las reuniones que sostuvo la segunda a bordo de la nave tricolor, soltó una de esas versiones nuevas de frases célebres que son de antología. Al hablar de cómo dejó a su estado, Yucatán, cuando fue gobernadora, comentó que cree que sigue igual de tranquilo y sereno, pero no quiso abundar porque no tenía los datos a la mano. No obstante, comentó que mejor no se metía en esas honduras porque “el respeto al sexenio ajeno es la paz”, en alusión a la frase que hiciera famosa en México el presidente Benito Juárez, el santo laico nacional. Los subagentes disfrazados de tazas de café no pudieron dejar de cuchichear que esa interpretación del dicho del Benemérito de la Américas bien se puede aplicar a las provincias de Coahuila y Durango, en donde las actuales administraciones estatales han optado por no rascarle a los asuntillos pendientes dejados por los gobernadores Humberto Moreira e Ismael Hernández. En el caso del Profe bailarín, que bailó al estado con una deuda que ya ronda los 40 mil millones de pesillos, según las últimas revelaciones, sus mejores defensores han sido precisamente quienes, en la Procuraduría de Justicia y la Secretaría de Fiscalización, deberían de investigar los enjuagues que dejaron al erario provincial más agujereado que un edificio del conflictivo Medio Oriente. Y en el caso del Senador de los Convites -por aquello de su fiesta de cumple años de 5 millones de pesillos- nadie en el actual sexenio ha sido para cuestionarle, aunque sea por mera curiosidad, las responsabilidades por acción u omisión de los funcionarios del gobierno pasado en el espeluznante asunto de las narcofosas. Así que si doña Ivonne sometiera a evaluación el apego de ambas administraciones a su extraña concepción del respeto y la paz, muy seguramente don Rubén y don Jorge obtendrían una reluciente estrellita en la frente.
El que anda en la cuerda floja es el director de la Policía Municipal de Francisco I. Madero, antes Chávez. Resulta que, como se consignó en estas páginas, el pasado siete de marzo fue denunciado un típico caso de exceso policiaco en el que la víctima fue un joven que se encontraba en un baile en donde también estaba el jefazo Alberto Rodríguez. Dicen los subagentes disfrazados de botas vaqueras que el funcionario provocó al muchacho y éste, desafortunado, sin saber con quién se metía, respondió la agresión por lo que los agentes de Rodríguez se lo llevaron a una fría celda en donde lo mantuvieron incomunicado por 18 horas, sometido a tratos, digamos, poco sutiles. El padre del afectado tuvo que pagar una fianza para que liberaran a su hijo pero al ver el estado físico en el que se encontraba le reclamó al jefe policiaco quien, genio y figura, profirió todo tipo de amenazas. Pero resulta que el padre del muchacho es Luis Carlos Cepeda, rival del hoy alcalde David Flores Lavenant en la pasada elección local. Y don Luis no se quedó callado y armó todo un escándalo que llegó hasta medios de la capirucha del esmog. Cuentan que, al enterarse del penoso asunto, el gobernador Moreira mandó llamar al alcalde, quien, dicen, no tiene otra opción que cortar la cabeza de su director de la Policía. ¿En manos de quién está la seguridad?, se preguntará usted, preocupado lector.
En medio de la letanía de obras y programas del informe del gobernador Jorge Herrera Caldera en Gómez Palacio, lo que quedó claro es que se fue un año más de gobierno y el famoso nuevo Hospital General que prometió en sus tiempos de candidato nomás no arrancó... ni arrancará con todo y las ganas que muestra cada dos meses cuando declara que “ya mero” o “ya merito” ponen la primera piedra y que la van a terminar antes de que concluya el sexenio. Pero, opinan los que saben que para acabar esta prometida obra se requieren al menos dos años para su construcción, por lo que pareciera que don Jorge sólo está haciendo tiempo, a ver si se les olvida a los gomezpalatinos. Pero para consolar a los oyentes laguneros, el gober presumió la baja de homicidios dolosos y de secuestros. Lo que, curiosamente, no informó es cuántos de los casos reportados fueron resueltos y de esos en cuántos hay culpables que estén tras las rejas. Eso sí, el mandatario fue enfático al hablar de la famosa unidad del partido, y lo hizo en la la presencia de la senadora Leticia Herrera, cuyo corazón late por la gubernatura, y de su padre, el empresario Carlos Herrera, quien, junto a sus hijos Carlos y Ernesto, estuvo sentado en primera fila y su asistencia fue destacada en el sonido local. Al parecer, el gober busca, más que nunca, alianzas en La Laguna.