Arrasa la indignación en redes sociales por los vestidos de costo estratosférico que acostumbran comprar las hijas e hijastras del Presidente de México sin ninguna empatía social, se debate en los medios la urgente renuncia Korenfeld como director de Conagua por el uso de un helicóptero público para fines privados, mientras las campañas arrancan con reglas nuevas que aunque presentan algunas limitaciones de maniobra mediática, violentan cualquier lógica de austeridad y responsabilidad social a la que pudiéramos aspirar.
Nos tienen bien tomada la medida. Ellos pueden hacer uso de los recursos públicos a diestra y siniestra protegidos por una red de opacidad e impunidad que da buen espacio para los escándalos, pero no tiene ninguna consecuencia. Después de que se hizo pública la adquisición de la "casa blanca" que sigue perteneciendo a la esposa de Peña Nieto y de los otros bienes inmuebles adquiridos con privilegios que compensan su favoritismo por ciertos proveedores, saben que nos azotaremos por su cinismo, pero que nada hará que el charco de corrupción en el que chapotean se seque de una vez por todas.
Lo que les importa realmente es echar todas las carnes al asador para salir triunfantes en la redistribución de fuerzas en el Poder Legislativo y en las gubernaturas estatales que tienen elecciones. Las campañas y la propaganda se manejan con la misma falta de conciencia con la que las adolescentes Castro y Peña adquieren trapos de marca en Beverly Hills.
La renuncia de Korenfeld puede ser un amable gesto de vergüenza, pero en realidad no representa mayor costo para la estructura de poder. En el juego de la simulación, sacrificar una ficha tan pequeña es parte de la estrategia.
Si México fuera un país con niveles de desarrollo social más o menos aceptables, poco importaría que los partidos se repartieran exuberantes montos de dinero que no traen ningún beneficio social y mucho menos importaría que la familia presidencial demuestre su penosa necesidad de ostentar. Pero en 23 años el ingreso en los hogares no se ha elevado. Los programas de desarrollo social están dispersos y tampoco han logrado reducir la pobreza, mientras que los programas productivos tampoco reflejan los resultados, así lo concluye el Informe de la Política de Desarrollo Social 2015, elaborado por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval). El organismo también revela que somos un país en el que sufren pobreza dos de cada diez personas en las zonas urbanas y seis de cada diez en las zonas rurales.
En contraste los recursos para financiar a los partidos políticos crecen abruptamente. Para este proceso electoral se repartirán entre las diez fuerzas políticas registradas poco más de 5,356 millones de pesos. Sabemos que son los partidos quienes han definido la fórmula para asignarse recursos y resulta evidente que prefieren destinar miles de millones de pesos para mantener sus burocracias y pagar costosísimas campañas, en vez de trabajar seriamente en la construcción de políticas públicas efectivas que mejoren los ingresos de las familias mexicanas.
Además, las campañas tienen muy poca incidencia sobre los votantes e incluso les causan animadversión. Tomo sólo unos datos de la encuesta telefónica realizada por De las Heras Demotecnia "Evaluación de precampañas" en la que 52 % de los encuestados asegura que de todas las precampañas que vieron o escucharon ninguna les parece creíble; 74 % no recuerda un solo slogan de los partidos; 61% de plano no les cree nada a los mensajes y propuestas de los partidos; además de que 91 % dice que los partidos y candidatos gastan mucho más de lo que deberían. Cerremos estos datos con la desconfianza que hay sobre la efectividad de la fiscalización: 65 por ciento opina que el Instituto Nacional Electoral no ha podido fiscalizar a los partidos como debe.
Quizá sea momento para que atendamos los innecesarios costos de un sistema de partidos que ha generado total desconfianza y probada ineficiencia. Ojalá que la pasión con la que mostramos indignación por las compras de la primera dama y sus hijas, pudiera concentrarse en la autorrepartición de dinero público que realizan los partidos políticos a costa de la pobreza y aprovechando la ignorancia que con sus actos refuerzan.
(Analista política y activista ciudadana)