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VIDA CAMPIRANA

ADELA AYALA

MVZ MARTHA LOURDES ROBLES ARELLANO

Como un sencillo reconocimiento a una singular dama lagunera a la cual me refiero con gran admiración y es Adela Ayala mujer de gran valor, que nació el 26 de mayo de 1926 en San Pedro de las Colonias Coahuila, hija de Sr. Alejandro F. Ayala y de la Sra. Adelina Vaquera M.

Adela siempre consideró a su padre un soñador, dedicado a labrar la tierra en La Laguna de Mayrán, esperando con ansiedad el arribo de las aguas del padre Nazas, que cuando raras veces su caudal era generoso, las cosechas eran igual de abundantes. Pero cuando los largos años de sequía hacían estragos en la economía de las familias de esa región, la migración era su única salida para tratar de regresar después, con sus sueños de esperanza y prosperidad.

Tal vez la dureza de aquellos años, de constante zozobra e inestabilidad, hizo que buscaran el alejamiento definitivo de aquellas tierras, para adoptar, como su segundo hogar, el municipio de Gómez Palacio, donde su padre se desempeñaba como administrador en algunos ranchos. Al mismo tiempo, para suavizar la dureza de las épocas, don Alejandro y doña Adelina compartían con sus hijas largas horas de música y canto.

Adelita Ayala estudió inglés y francés en Houston, Texas. Recorrió diversos países y ciudades del mundo para conocer sus culturas, como Nueva York, París, Holanda, Moscú, Praga, Budapest, Leningrado y Alemania. En la ciudad del Vaticano, tuvo la oportunidad de conocer al Papa. Una de las características más destacadas de Adelita era el amor que le profesaba a su tierra, es autora de gran número de poesías y letras de canciones dentro de la que destaca el Corrido de La Laguna y también del Corrido de Gómez Palacio, también fue autora de la poesía que nos identifica a los laguneros y que para muchos es aún desconocida esta poesía se titula "Canto al Desierto" y de la cual hoy a través de Vida Campirana dedico a todos ustedes mis hermanos laguneros.

Adelita Ayala fallece el 30 de noviembre de 1974 en la ciudad de Gómez Palacio, Durango.

CANTO AL DESIERTO

(Adela Ayala)

Y yo digo: ¡Desierto!

Con la voz orgullosa de quien dice: ¡Montaña!, ¡Selva!, ¡Puerto!

Para enraizar aquí, junto a la arena de lo que fuera río,

Tendrá que ser el hombre como planta

Que al reto del ambiente se endurece horadando la tierra

En busca de veneros cada vez más profundos donde se esconde el agua;

Que acostumbrar la piel a que reciba

La caricia del Sol en llamaradas;

Que oír la voz del campo, el polvo, el aire,

Aquí, donde hasta el logro

De una mínima flor es importante.

El desierto es hermoso. Quien lo habita

Lleva sus reverberos en el alma.

Mas para comprenderlo, no hay que darle tan sólo una mirada:

Hay que impregnar el cuerpo y el espíritu

De su quietud en soledades áridas,

Sumirse en el agobio de los años sin lluvia,

Hundirse en el misterio de su noche callada,

Gozar con el prodigio del huizache florido

O del nupcial penacho de la palma,

Con el suave capullo de algodón en el campo

Donde se oye al terrón chupar el agua…

¡Triste de quien se marcha del terruño

A cargar su nostalgia!

El ocaso derrama sus fulgores espléndidos

Escondiendo los montes, desde donde la noche

Desliza su ropaje de silencio;

Inquietas las chicharras y los grillos inician su concierto

Y al reclamo tierno de la torcaz, se acercan los luceros.

¡Las gotas anheladas cristalizan solamente en la ruta de los sueños!

Y cuando la garganta del ave pregona el nuevo día,

Los cardenales lanzan su saeta del páramo al mezquite,

Los chileros saludan a la aurora

Y una bandada de garcillas vuela

Del cuadro de la alfalfa hacia la sombra,

Un sol enorme y rojo descubre los milagros:

El trigal inclinado al peso de sus oros,

El algodón brindando sus guedejas al viento…

El aire, siempre seco, trae aliento de brasa.

Cae lumbre del Sol a plomo sobre el surco

Y sobre el hombre recio que sostiene la pala

Distribuyendo el líquido precioso que la presa le manda.

¡Quizá más fertilice la semilla

El hilillo constante que chorrea por su espalda!

En los yermos sedientos, en terrenos

Donde reina el salitre,

Entre arenas, breñales calcinados, espinos cenicientos

Y horizontes cargados de espejismos,

Van las manos del hombre ganando la batalla

Que dará pan a muchos.

La llanura dialoga con quien quiere escucharla…

Yo te escucho,

Región de vida dura,

Surco abierto

Donde se han enterrado tantos sueños y tantos sufrimientos,

Y donde sólo arraigan los que te aman,

Creyentes invencibles del desierto.

"Estamos en una era en la que el hombre, científica y tecnológicamente…

Es un gigante, pero que moralmente… es un pigmeo"

Mario Moreno CANTINFLAS

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martharobles59@hotmail.com

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