Fortaleza. Danna Paola pone la muestra en su escuela como estudiante ejemplar y solidaria.
Los menores reconstruyen su vida con entereza, son exitosos en sus actividades y la alegría predomina en sus casas. Los padres que, aún esperan justicia, no han logrado recuperarse y deben tomar terapia psicológica.
EL CUADRO DE HONOR DE DANNA
Su rostro irradia felicidad. Por cada patada que le da al balón su zapatito rosa vuela al cielo y le arranca fuertes carcajadas. Danna Paola juega futbol con sus primos Santiago y Anika en el patio de su casa.
Contra todo pronóstico médico de que no volvería a caminar, esta pequeña que sobrevivió a la tragedia de la guardería ABC cuando tenía dos años, es una niña inquieta, siempre está riendo, jugando, corriendo de un lado a otro.
Se le visita de nuevo en su casa, y ella sale corriendo a abrir la puerta; saluda y con el mismo rostro sonriente se aleja para continuar jugando.
Trae falda azul marino con blusita de rayas rojas, azules y blancas. Su cabello está recogido y su rostro está descubierto. Su piel está marcada por las quemaduras y los injertos que le han hecho en el transcurso de seis años.
Danna Paola lleva 26 operaciones en diferentes partes del cuerpo. Apenas en Semana Santa le hicieron cirugías en la cabeza, pie, abdomen y el único dedo que le quedó en su mano, el pulgar.
Su madre, Marisol Montaño, es su más grande admiradora por esa fortaleza y entereza con la que enfrenta la adversidad, comenta que aun cuando está en convalecencia es difícil mantenerla quieta.
Los períodos de vacaciones son aprovechados por la familia para llevarla al Hospital Shriners, en Sacramento, California, para que continúe con su recuperación física, en la cual ha tenido un gran avance.
Orgullosa, comenta que su hija está en el cuadro de honor. A los ocho años, cursa el primer año de primaria y en el salón de clases es de las primeras en levantar la mano, se acomide a limpiar el pizarrón, a repartir libros, hacer el aseo; le gusta jugar a la tiendita y bailar.
Danna, con su sueño de ser doctora, se esfuerza en la escuela, su materia favorita es inglés. Es una gran niña.
AMOR POR LA FOTOGRAFÍA
Alejandra disfruta de sus hobbies: la fotografía y el internet. Le encanta posar y que le tomen fotos. Es una niña muy segura de sí, practica gimnasia y danza como parte de su terapia de rehabilitación, tras el accidente.
Fue la primera niña que llegó al Hospital Shriners; tenía 80 % de su cuerpo quemado y gracias a su fortaleza logró ser una sobreviviente del incendio de la guardería ABC.
A cuatro años, Alejandra Esquer Ochoa ha evolucionado satisfactoriamente. Es una pequeña vivaz que sonríe con frecuencia y reitera con gracia que nació dos veces.
La primera la tuvo su mami en Phoenix, Arizona, y la segunda, su papi "la parió" en Sacramento, California, afirma.
La adversidad la ha hecho más fuerte. Celebró su cumpleaños nueve por adelantado, porque tuvo que viajar a Sacramento. El 28 de mayo de nuevo fue operada con éxito en el Hospital Shriners.
Entrevistada antes de partir a Sacramento, solicita a su madre que muestre las fotografías de su fiesta donde aparece junto a una piñata de Picachú, una de sus caricaturas preferidas.
Su rostro se ilumina cuando habla de su festejo; comenta de lo divertido que fue y corre al refrigerador para que se le tomen fotografías con un pastel de chocolate, luego se dirige al interior de su casa y regresa con una bolsa de dulces y los comparte con quienes están en el lugar.
La pequeña comenta que repartió sobres entre los invitados a su festejo para que le regalaran dinero y así poder gastarlo en Sacramento.
Entre risas, la pequeña confiesa que juntó una buena cantidad, pero no precisa cuánto.
Tiene una lap-top, en donde ve sus caricaturas favoritas, sube sus fotografías a su cuenta de Facebook y escucha música. Le gusta tomar fotos y navegar por Internet.
Alejandra es una de las niñas más afectadas por la tragedia, ha sido sometida a múltiples operaciones y asegura que no le duelen.
Olga Lidia Ochoa, su madre, narra todo lo sucedido ese 5 de junio de 2009 y los días subsecuentes: ella era maestra de la guardería ABC y también estuvo grave e internada, por lo que no pudo estar con su hija.
Hasta después de un mes pudo viajar a Sacramento para atenderla. En tanto, su esposo Heraclio Esquer se hacía cargo.
Los días han sido muy difíciles para esta familia.
"Es un proceso muy pesado. La niña ya va a entrar a la preadolescencia, me dice que no quiere estar así; Alejandra a veces se deprime y llora, luego me dice: 'Mamá ya me desahogué', yo le digo que tiene que ser fuerte que no nos podemos pasar la vida llorando", comenta Olga.
PASIÓN POR LA POLÍTICA
Va de broma en broma con sus hermanos, con su madre y quien se le pone enfrente. La sonrisa siempre está dibujada en los labios de César Fernando Díaz Lucero, quien divertido habla del contexto electoral de Sonora.
Con fuerza y valentía ha resistido múltiples operaciones en su cabeza y cuerpo, producto de las secuelas del incendio de la guardería ABC, el 5 de junio de 2009.
Este será el primer año que en verano no será sometido a cirugías en el Hospital Shriners de Sacramento, California, y está feliz. Para el próximo, le colocarán nuevamente expansores en su cabeza y cuerpo.
Le encanta jugar basquetbol, futbol y beisbol con sus primos en la comunidad rural La Mesa del Seri. En la escuela le están enseñando a dibujar a lápiz y también le gusta.
Hace cuatro años, cuando se le visitó por primera vez en su casa, César Fernando era un niño tímido, con muchas interrogantes sobre su condición de salud.
Ahora, en la tercera entrevista, el pequeño de nueve años de edad, es un niño extrovertido y juguetón.
Sorprende a su madre, Fabiola, cuando coloca la política como principal tema de conversación.
Expresa a su juicio las preferencias electorales de los sonorenses, y menciona los nombres de los candidatos con sus respectivos partidos políticos con precisión.
Los define y detalla el porqué la sociedad no debe apoyar a algunos de ellos. "Ya basta de 'robateros', prometen y no cumplen", alerta con su manita derecha empuñada.
Su madre lo escucha con interés; nunca le había hablado de esa manera. Más aún cuando expresa que un día pudiera ser un candidato que busque cambiar las cosas. Al pequeño le apasiona la política y lo deja muy claro.
Sentado en una escalinata de su casa, acaba de llegar de la terapia de rehabilitación, donde le hizo un collar de cuentas verdes con blancas a su madre y se lo coloca como corona en la cabeza. La abraza, la besa y la bromea.
Tiene heridas abiertas en sus brazos y piernas, pero asegura que no le duelen. Siempre están ahí, porque se rompe el tejido de su piel, en tiempo de calor su piel se vuelve más sensible.
Ya ni cuenta sus operaciones. De todas las cirugías a las que ha sometido, ya perdió la cuenta. Ha ingresado al quirófano en más de diez ocasiones y en cada una de ellas le han practicado intervenciones múltiples. Le han operado la mano izquierda, el tobillo y la cabeza para restablecerle el cuero cabelludo.
César Fernando, el pequeño vencedor de grandes batallas, sonrisa de ángel y ojos destellantes, se asume como un niño plenamente feliz, está consciente que debe poner todo de su parte para continuar con el restablecimiento de su salud.
En 2012, César se preguntaba cosas como ¿por qué murieron los niños en la guardería? ¿Hasta cuándo van a desaparecer las cicatrices?, pero las respuestas siguen ser llegar.
UN CAMPEÓN DE TAE KWON DO
Cuando apenas tenía un año de edad, empezó a dar sus primeros pasos con un balón y hoy, Héctor Manuel Robles Villegas, quiere ser futbolista. Ha logrado dos preseas de oro en Tae kwon do.
Ha tenido un progreso extraordinario, expresa su madre, Adriana Guadalupe, con los ojos brillosos de emoción, al comentar la evolución de su hijo, quien ya tiene nueve años y cursa el tercer grado de primaria. Es un niño sobresaliente y líder en su clase.
El deporte lo trae en los genes: su padre es maestro de educación física y de alto rendimiento, es marchista olímpico. Su condición lo hizo madurar más rápido; es un adulto atrapado en el cuerpo de un niño, dice su madre.
La lucha por la recuperación es constante; 58 % de su cuerpo está injertado, y al 42 % que quedó sano le quitaron piel. Tiene todo su cuerpo afectado.
"Me lo reconstruyeron de sus extremidades. Los brazos, desde el hombro hasta la punta del dedo, y las piernas hasta el tobillo. La cara está injertada en 70 %, desde la mitad del párpado, toda la frente, todo el lado derecho, la parte izquierda, atrás de la oreja del lado derecho, el cráneo tenía dos partes bastantes grandes; ha tenido múltiples cirugías", narra.
En marzo le hicieron cinco operaciones en un solo ingreso al quirófano: una fue para cerrar la cabeza, la axila, los dedos, el doblez del antebrazo y en el ojo, donde ya lleva tres cirugías.
La familia se prepara para un nuevo episodio; en unos meses le colocarán expansores en el rostro, en el Hospital Shriners, y deberá estar unos cuatro meses en Sacramento, California.