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Violencia y poder

SALVADOR SÁNCHEZ PÉREZ

El país está presenciando, como profecía que se tenía que cumplir, aquella sentencia que afirma que la violencia es la forma de reaccionar de los gobiernos cuando éstos han perdido su legitimidad.

El hecho a la vista es aquel grupo de ciudadanos que marchaba hace unos días para protestar contra la detención del líder de las autodefensas de su comunidad, Ostula, municipio de Aquila, Michoacán, cuando -presuntamente- miembros del 86 batallón de infantería abrieran fuego. El saldo: tres muertos, dos menores y un adulto, y varios heridos.

No cualquier agresor. Es el ejército. El presidente tuvo que interrumpir su discurso en Guerrero para arremeter contra aquellos que desde su perspectiva no dejan pasar la oportunidad para desprestigiar al ejército mexicano.

Todavía no se cumplen diez meses de Ayotzinapa y ya nos parece un hecho remoto. No terminamos de asimilar una tragedia, cuando la sombra de la siguiente se cierne sobre nosotros. Quedan atrás como hechos cada vez más distantes Villas de Salvárcar, San Fernando, Tlatlaya, 23,000 mexicanos desaparecidos, incluidos los nuestros de la Comarca Lagunera. La violencia como forma de gestionar el descontento social se hace cada vez más patente.

Pensar que con un cambio de gobierno se arreglará todo es seguir atrapados en los esquemas que se nos han introyectado durante siglos. Tengo para mí que la época nos está presentando un desafío cualitativo, sin embargo está por verse cómo resolvemos.

Se nos ha dicho y hemos llegado a creer que el gobierno tiene el poder y nosotros no somos más que una especie de súbditos ansiosos a la espera de las migajas que caigan de la mesa del patrón. Nos portamos como antiguos ejidatarios a la espera que FIRA y Banrural perdonen nuestras deudas y nos resuelva la vida para comenzar otra vez. El argumento, aunque ligeramente más sofisticado sigue siendo el mismo: las capitales retienen las inversiones para sí, excluyendo a la Comarca Lagunera de los beneficios del progreso.

Candidez fabricada que nos hace creer que el poder es 'algo' material. Algo que se tiene, que se posee. A lo que se accede, al que se escala. 'Llegó al poder', decimos de aquellos que consideramos tienen el poder. Mientras nosotros 'aquí abajo' padecemos arbitrariedades y caprichos. Megadeudas, licitaciones en lo más oscuro, contratos repartidos, nóminas ocultas.

Cinismo es la marca de agua de las autoridades locales. Los organismos financieros internacionales no hallan cómo detener los mecanismos que ellos mismos generaron. Iniciativas del estilo Gobierno Abierto son intentos de devolver la responsabilidad a una ciudadanía apática, cansada, desencantada que en todo caso prefiere asumirse así que aceptar la carga de la propia responsabilidad.

Creer en nosotros mismos, sin sicologismos chafas de autoayuda, sería algo así como aquello que dicen Hanna Haredt cuando habla del poder comunicativo. Éste surge y se constituye cuando una voluntad común se forma en una comunicación exenta de coerción. Nosotros traduciríamos algo así como 'ponerse de acuerdo'. Parece muy complicado, quizá lo es, el entendimiento no parece ser una moneda común en estos tiempos, menos en comunidades en las que cínicamente nos declaramos en opción preferencial por el primitivismo salvaje del agandalle, la trampa y el engaño.

Decía algo así como el poder surge entre los hombres cuando actúan en común y desaparece tan pronto como se dispersan de nuevo. Al poder no se le puede asir, porque cuando se cree tener éste ya se escabulló.

Lo contrario del poder es la violencia, es la impotencia de no persuadir a otro con argumentos y obligarlo a hacer algo que él no ha elegido.

Contemplamos el fracaso que sobre sí mismos observan el gobierno federal y los gobiernos locales. Como juego terrorífico de espejos, contemplamos también el nuestro. Pero a la vista está también la posibilidad de creer en nosotros, salir al encuentro del otro, generar poder comunicativo. Nos gustaría parar la violencia estructural, esta que nos llega en las noticias, pero también parar la que se ha asentado en nuestra vida cotidiana. Decidirlo es tarea de cada uno, realizarlo es tarea colectiva, no hay más.

Twitter: salvador_sj

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