Protección. Las madres reclusas coinciden en que es mejor tener a sus hijos con ellas en el penal y no fuera, lejos de su alcance. (Ramón Sotomayor)
Son inocentes y aún así pasan tres años purgando una condena que no es suya. Es el caso de los hijos e hijas de las reclusas, que nacen tras las celdas de un Cereso. En Torreón son ocho.
Hoy es un día normal en el Cereso de Torreón, venimos de visita, al llegar nos encontramos con dos celadores en la puerta, uniformados y con armas largas; los cuales sin dudar nos marcan el alto y preguntan la razón de visita.
Alejandro Aranda -operador Técnico del centro- con una presencia imponente, portando entre su cinturón un radio de alta frecuencia, da la indicación de acceso y sale a recibirnos.
Tras despojarnos de teléfonos celulares y objetos de comunicación, nos lleva al enorme portón de entrada, ahora pintado en color negro y con el escudo del Grupo de Armas y Tácticas Especiales (GATE) en el centro.
El celador del portón -con una mirada intimidante- nos observa de arriba abajo y luego de corroborar que no portemos objetos prohibidos, abre el cerrojo y la puerta para accesar.
Tras caminar algunos metros ya se puede sentir el encierro, llegamos al primer pasillo, donde se encuentran dos celadoras más, quienes nos registran, en medio de un silencio total, en el que sólo se escuchan algunas voces de mujeres a lo lejos -Alejandro las saluda y nos presenta para ya entrar.
En el camino a la entrada del área de mujeres, Alejandro nos indica que por la hora, muchas de las internas están en la escuela y otras en los talleres que se les ofrecen dentro del penal.
Llegamos al área de mujeres, ubicada entre cuatro paredes con grandes alambres con púas en lo alto.
Hay una cancha de volibol, con su malla, un puesto con diversos artículos, dos casas donde viven las internas y en medio de las mismas un segundo patio lleno de ropa recién lavada y tendida.
A lo lejos, bajo la sombra de un árbol, se alcanza a apreciar un pequeño juego montable de plástico, algo deteriorado por el sol.
Las reclusas saludan afectuosamente a Alejandro y curiosas nos observan, pero no se atreven a hablarnos.
Llegamos a la primer casa, un tanto alumbrada por la luz del sol, al entrar encontramos un pasillo y a un costado del mismo un comedor central, vacío de momento. A las orillas de la casa hay cuatro celdas de 3 por 3 metros cuadrados, todas con dos literas, una ventana y un baño, así como un pequeño espacio para colocar artículos.
ORALIA
En la primer celda, sobre la litera, en la cama de abajo está un portabebé y en él, Jesús, de 1 año de edad, tomando su "teta".
A un costado de la cama está Oralia, de 25 años de edad, madre de Jesús, acusada del delito de homicidio y quien tiene 7 años y dos meses reclusa, la cual nos invita a pasar.
Al entrar a la celda y sentarnos en la cama, el pequeño llora, pidiendo los brazos a Oralia.
Oralia nos comenta que estar en el Cereso es difícil, pero no se arrepiente de tener a su pequeño con ella, porque afuera no sabe lo que le pueda suceder.
Como toda una mamá, Oralia nos platica que a diario juega con su pequeño y lo lleva con ella a la escuela para los reclusos, Los días de visita familiar, Oralia y el pequeño Jesús se encuentran con el papá del niño, quien también está recluso.
Apresurada por ir a la escuela Oralia nos dice que espera salir pronto, junto con el papá de Jesús, para hacer una buena familia y darle un buen ejemplo a su hijo.
LAURA, ACUSADA DE ROBO DE VEHÍCULO
Continuando por el pasillo, en la celda del fondo está Laura, madre de una pequeña de un año y medio, reclusa por el delito de robo de vehículo.
Su hija duerme en la cama de abajo de la litera. En la pared se observan algunos dibujos que Laura colocó para su niña.
Como parte de las actividades que se les brindan a las madres internas, Laura es miembro activo del grupo de AA del penal y mientras su hija duerme ella estudia el cuarto paso, que es entregar su vida a Dios.
"Si me preguntas que cómo estamos aquí no te puedo decir que mal porque no tenemos lujos, pero tampoco nos falta nada, hoy lo que más añoro es estar libre. Me duele que mi hija esté tras las rejas conmigo, pero trato de hacerla pasar buenos momentos para que no se sienta mal", comenta Laura con lágrimas en los ojos.
Laura y su pequeña pertenecen al grupo de teatro y hace apenas unos días participaron en la representación del Vía Crucis, que año con año realizan en el Cereso.
"Juego con ella, con los juguetes que nos traen nuestros familiares de afuera, a lo mejor no son nuevos, pero a mi hija le gustan mucho, la verdad espero salir pronto de aquí, antes de que cumpla los tres años y se la tengan que llevar, ya ve que es la edad límite para que la tenga conmigo aquí adentro", explica.
"¿Que por qué me robé un carro? Porque no tenía otra forma de sobrevivir allá en la calle, hoy ya sé hacer manualidades y varias comidas, para cuando salga, venderlas y así darle de comer a mi hija", asegura Laura.
Alejandro nos comenta que algunas madres están en la escuela; por lo que decidimos ir a visitarlas, en el camino, por los largos pasillos con mallas a los costados, que dividen las estancias de los varones. Alejandro nos platica que como autoridades hacen hasta lo imposible porque los pequeños vivan de manera normal, a ellos se les da comida especial que los reclusos no tienen, además de que por lo menos una vez al mes tienen actividades recreativas que coordinan los integrantes de las iglesias establecidas en el penal.
"De vez en cuando voy por los niños y los saco al estacionamiento del penal, para que vean pasar los autos y las personas, no por estar dentro del Cereso son reclusos, ellos tienen permiso para salir con los familiares de las internas, claro bajo un estricto protocolo y la autorización de la madre. Nosotros buscamos no afectarlos en su desarrollo social, además de brindarles algunas comodidades, -¿Cuáles? -pregunto- Por ejemplo, las mujeres internas con sus hijos tienen colchones, a comparación del resto de las internas que cuentan con colchonetas, en el caso de los padres de los menores también recluidos, tienen la oportunidad de convivir con ellos de manera normal los días de visita familiar; en verdad nos preocupan estos niños y trabajamos duro para protegerlos", explica Alejandro.
"BEBA", LA MÁS PEQUEÑA
Llegamos a la escuela, en el primer salón, de nivel primaria, hay más de 20 reclusos e internas, ente ellos, escondido detrás de una carreola rosa, está Sergio, cargando entre sus brazos a la pequeña "beba", de apenas 6 meses de edad.
Entre sonrisas Sergio nos platica que conoció a Casandra, la madre de la niña, dentro del penal y a su manera comenzaron una relación, en la que concibieron a "Beba".
Sergio nos platica que está interno por el delito de violación, pero que él está por cumplir su condena y salir, sin embargo, Casandra apenas está iniciando su condena de 30 años, por el delito de secuestro.
"Beba es mi tercer hija, tengo otros dos allá fuera, pero a ellos casi no los veo; la verdad ya cuento los días para salir, lo único que me pone triste es que Casandra, la mamá de mi hija, le falta mucho, y todavía no decidimos cómo le vamos hacer si yo salgo. De seguro voy a venir a verlas en lo que cumple sus 3 años mi hija, después espero que juntos vengamos a ver a Casandra hasta que salga, y tener nuestra familia", dice Sergio.
"Yo sé que a lo mejor no me dan a mi hija saliendo porque estoy preso acusado de violación, pero voy a hacer lo que pueda para verla a ella y a Casandra", termina.
Entre risas, los demás internos y compañeros de clases le dicen que se quede en el penal, si no quiere salir, o que se regrese ya estando fuera, a lo que Sergio sólo sonríe.
"Ahorita yo me traje a mi hija en lo que Casandra lava la ropa, aquí hay otros papás como yo que cuidan a sus hijos mientras que sus mamás vienen a la escuela, van a los talleres o hacen sus cosas, no se qué voy hacer allá afuera sin ellas", concluyó Sergio.
Salimos del aula y nos dirigimos a la biblioteca, donde encontramos a otros dos pequeños, una niña y un niño, acompañando a sus padres a estudiar, repentinamente nos intercepta el recluso encargado de la biblioteca para pedirnos la donación de libros infantiles, ya que son pocos los que hay para los niños.
Llegó la hora de despedirnos, en el patio central están todos los internos formados para comer, Alejandro nos acompaña a la puerta de salida y entre bromas, algunos de los reos nos dicen que si nos acompañan hasta afuera.
Las celadoras de la entrada registran la hora de salida, en tanto Alejandro nos platica que para este día 30 de abril están planeando un evento especial para los niños, en el que tendrán un show infantil, un espectáculo de pirotecnia, bolos, pastel y piñata, entre otras sorpresas, en fin todo para hacerlos pasar un buen rato en su día.
Tras recorrer el pasillo, se abre de nueva cuenta el portón negro, ya estamos fuera, de vuelta a la libertad, esa que las madres de los pequeños añoran y aceptan que perdieron por sus actos en el pasado.
Es todo un mundo el del Cereso, otra realidad, en la que hoy no es una pesadilla como hace algunos años, pero sí una realidad que alcanza a los pequeños inocentes.
AÑOS
Es la edad a la que salen los niños.
MENORES
Viven dentro del Cereso con sus madres.