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Washington, señora capital

En la capital de Estados Unidos se tratan asuntos de gobierno y también se disfruta del arte, paseos y fiesta. (Agencias)

En la capital de Estados Unidos se tratan asuntos de gobierno y también se disfruta del arte, paseos y fiesta. (Agencias)

AGENCIAS

En la capital de Estados Unidos no sólo se tratan asuntos de gobierno, también se disfruta del arte, de un paseo en "segway" y de los famosos "cupcakes" de un viejo barrio.

Washington D.C., la ciudad de arquitectura neoclásica, rica en las formas del renacer griego que celebra E.H. Gombrich en su libro "La historia del arte", deleitó a esta viajera desde el primer momento. Comprobó que conserva la organización con que fue diseñada, que es limpia, organizada y muy verde.

Decidió vivirla como nunca lo había hecho en otra parte: a bordo de un "segway". A la entrada del National Museum of American History, el guía, Andy, le dio al grupo unas breves instrucciones, las precisas para evitar accidentes y disfrutar; a pesar del temor inicial de subirse al "segway"; en dos minutos, la situación estuvo bajo control.

El tour de aproximadamente 11 kilómetros, que se prolongó durante tres horas, le dio una ubicación más certera de la ciudad, la acercó a su historia, pero también le dio oportunidad de disfrutar la integración de los edificios públicos, los monumentos y los museos con el entorno natural que envuelve el National Mall.

Pudo ver cómo es una ciudad que no sólo usan sus turistas, sino que hay presencia cotidiana de niños, estudiantes, familias.

Desde el "segway" se acercó al Capitolio, sede del Poder Legislativo estadounidense, y un edificio con 150 años de historia, cuyo domo por estos días se encuentra en restauración. Pero la atrapó más una construcción menos vistosa, casi perdida entre los árboles amarillos a causa del otoño, que se encuentra atrás de ese edificio que alberga al Congreso: la Summer House, una edificación pequeñita, tan antigua como el Capitolio, discreta y con fines menos políticos pues a ella acudían los vecinos a beber agua, refrescarse y a encontrarse justo en medio de las altas temperaturas del verano. La estructura hexagonal, de ladrillo rojo, fue concebida con múltiples accesos que dan una vista sorprendente y distinta de la ciudad desde cada puerta. La Summer House, como la Lock Keeper's House, que también vio en el tour, ha logrado preservarse con su rústico estilo.

El recorrido continúo por una de las grandes avenidas de la ciudad, Pennsylvania, desde donde pudo ver museos como el Newseum y la National Gallery, y otros edificios que con frecuencia aparecen en las películas, como el Departamento de Justicia o el Buró Federal de Investigaciones, el FBI.

La referencia la llevó a recordar uno de los atractivos iniciales para su viaje: visitar las locaciones de la serie "House of Cards", pero Andy la sacó de su error: la muy vista y premiada serie que protagoniza Kevin Spacey se filma en su totalidad en Baltimore, la ciudad más granden del vecino estado de Maryland.

Tras pasar delante de la Casa Blanca y dejar atrás el imponente monumento a Washington, encontró una de las más memorables vistas de la ciudad, la de la Reflecting Pool delante del Lincoln Memorial. Cerca de ahí están los llamados jardines Constitution, un área verde, alejada del ruido y frecuentada por corredores.

A pesar de que ahí coinciden casi todos los turistas, se mantiene el ideal con el que se concibió la ciudad, aquel proyecto urbanístico del arquitecto Pierre Enfant, de finales del Siglo XVIII, quien se inspiró en París para la traza que integra jardines y edificios.

Al terminar el recorrido buscó qué comer. Su primera gran cita con la cocina fue peculiar: la Rural Society Parrilla Argentina, que abrió en julio pasado y que atiende el chef José Garcés. El ambiente es rico en detalles de la tradición gaucha de las pampas sudamericanas.

La ciudad del arte

Desde que esta viajera vio en la mañana el edificio de la National Gallery se planteó darse una vuelta por ese museo, que es único en América, y donde comprobó que hay quienes van a hacerse una foto a escasos centímetros de una pintura de Leonardo da Vinci, el retrato de "Ginebra de Benci", la obra más importante de este museo (uno de los más de 60 de la ciudad).

En este recinto es preciso elegir qué sala o qué artista ver, pues recorrerlo todo la hubiera obligado a pasarse los dos días de su escapada sólo en este lugar. Esta viajera eligió las obras de Edgar Degas. Las bailarinas de Degas, su delicada escultura llamada "Little Dancer", la atraparon. Encontró fascinante ese conjunto de pinturas en las que el artista francés no se ocupó tanto de las bailarinas, sino de la importancia del movimiento en el arte. Pero al terminar su visita le pasó algo inesperado; se extravió y en lugar de salir de nuevo a la Constitution Avenue, acabó sobre la Calle 7, frente al Jardín de las Esculturas, que caminó con pausa y donde se detuvo para llevarse unas cuantas "selfies" con la "Araña", de Louise Bourgeois, y con la "Casa", de Roy Lichenstein.

Georgetown en un "cupcake"

A la mañana siguiente tomó un taxi a Georgetown en busca de un ambiente muy diferente. El que es uno de los barrios más antiguos de la capital ha ido volviéndose uno de los más concurridos por el auge de restaurantes y pequeñas tiendas; y que por ser sede de una de las universidades más antiguas, la Georgetown, siempre está lleno de jóvenes. Y como Washington D.C., a diferencia de otras ciudades, no tiene grandes centros comerciales, zonas como ésta son el sitio preferido para viajeros que quieren ir de "shopping".

Pero el taxista no le habló de la antigüedad del lugar ni de que ahí hubieran vivido los Kennedy sino de un nuevo atractivo: Georgetown Cupcake, que se ha hecho tan famoso que hasta tiene un programa de televisión.

Le pareció encontrar en Georgetown esa convivencia muy de moda en las grandes ciudades, entre el pasado y lo moderno, que pregona que no se destruya lo antiguo, que preserva construcciones y algunas tradiciones. Pasó junto a la Old Stone House que se distingue porque es de las pocas edificaciones previas a la Guerra de Independencia, y continúo por todo M Street.

El cruce de M Street y Wisconsin Avenue la ubicó en el corazón de Georgetown, donde confluyen las tiendas de ropa de moda y las de tecnología, con los pequeños restaurantes, las galerías de diseño y los cafés.

Siguió hasta llegar a Georgetown Cupcake y, para su sorpresa, había una fila de más de 20 personas para entrar; esto no es inusual, comentaban los otros visitantes, nacionales y extranjeros. Estos "cupcakes" son una marca originaria de allí y conocida internacionalmente. Nacieron hace seis años y fueron idea de dos hermanas, Katherine Kallinis Berman y Sophie Kallinis LaMontagne; la fama del lugar tiene que ver con que los ingredientes de sus pasteles son naturales, todo se prepara ahí, y ello explica que en un fin de semana vendan más 10 mil. Esa fama las ha llevado a tener un programa de televisión, "DC Cupcakes", y libros como "Cupcake Diaries".

Ella salió con su caja con una docena de "cupkakes" y saboreando uno, el "red velvet", que es de los más recomendables.

Una caminata por la zona residencial de Georgetown le mostró esos detalles del antiguo barrio universitario; una mezcla de arquitecturas que incluye casas de origen colonial, y la política de no construir edificios de más de dos plantas o con un estilo que rompa con el entorno. Al caminar por las pequeñas callecitas reparó en el Blue's Alley, un local que es sede del club de jazz más viejo de Washington D.C. y donde todas las noches se oye buena y vieja música.

Entre M Street y Wisconsin Avenue pudo encontrar toda clase de tiendas de ropa, comida, accesorios. Es muy común que junto a una pequeña tienda se encuentre una gran marca o que ante tiendas creadas por diseñadores que apenas empiezan, estén las de diseñadores famosos.

Ya de noche, para despedirse de la ciudad con una cena especial, se decantó por la comida mediterránea de Pinea, del Hotel W. Barry Koslow, su chef, prepara una diversidad de platos que incluyen siempre cítricos, hierbas frescas como lavanda, y aceite de oliva. La vista desde la azotea selló la escapada a una ciudad en la cual hay mucho que ver más allá de la vida política.

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