Me gusta ver semana tras semana, domingo tras domingo, la página Fotos del Recuerdo, que se publica en la sección Nosotros, Vida y Sociedad, cuya edición está a cargo del periodista Carlos Fernando Rodríguez Aguilera en este periódico regional. En el transcurso de varias décadas, me han dado la oportunidad (y se me sigue brindando), de publicar algunas fotografías de antaño, sobre todo, cuando se acerca un aniversario más de mi generación; también, he tenido la oportunidad de ver publicadas fotos de eventos sociales de buenos amigos o conocidos de hace ya varias décadas, y que al compararlas con su estado actual, no suelo más que exclamar o recapacitar: ¡Cómo ha pasado el tiempo! Pues si alguien es democrático, justo y no perdona, es precisamente el tiempo, ese vocablo que se compone de segundos…, minutos…, horas…, días…, meses…, años…, lustros…, décadas... y que inevitablemente nos llevan a rebasar no tan sólo el medio siglo, sino muchos años más y que arrasó con todo lo que creíamos sería eterno: en la mujer con su juvenil belleza y la esbeltez física de su anatomía, así como de la tersura de su piel y de su facies, con la firmeza de sus pechos, región glútea y esas cinturas de avispa que tan bien lucían con los últimos gritos de la moda de aquellos entonces y esas abundantes cabelleras que poco a poco fueron perdiendo su brillo y donde a través de los años fueron apareciendo por aquí, por allá y por más allá algunos hilos plateados, que presurosas pueden borrar con un buen tinte y qué decir en el varón, donde por muchos años mantuvieron y lucieron un atlético cuerpo, una gallardía, apostura y una altivez, que a través de los años, aun a pesar de los pesares, fueron perdiendo y que de todo aquello tan sólo queda como un recuerdo lo que en fotografías de antaño nos muestran, para más tarde lucir unos abultados vientres y esas líneas de expresión en los rostros, mejor conocidas como "patas de gallo", así como la blancura de su pelo, si bien nos va, o bien la calvicie marcada o incipiente en nuestros cráneos y que algún día fueron abundantes cabelleras.
¡Afortunados muchos de nosotros que rebasamos más de ocho décadas de existencia! Que vivimos el paso del tiempo que arrasó con todo: con la inocencia de la niñez y con la hermosura y galanura de la juventud, que nunca pensamos fuera tan rauda, veloz y pasajera; vimos la llegada de una incipiente madurez de la edad adulta y con la tan temida vejez, que lleva consigo el momento, para unos, no así para otros, de la jubilación tan esperada y deseada por muchos, no así para otros, que ni mental ni psicológicamente se han preparado para esta última etapa de nuestra vida, que como su nombre lo indica, debe ser una época de júbilo, alegría y de satisfacción de haber llegado al momento cuando debemos cerrar otro círculo de nuestra vida y dejar a las nuevas generaciones que ellos continúen con lo que nosotros ya cumplimos por varias décadas.
Todas estas reflexiones vienen a partir de haber visto en la página Fotos del Recuerdo del domingo 7 de junio, la fotografía de un grupo de estudiantes que egresaron en 1981, (hace 34 años), de las aulas de la Universidad Autónoma Agraria "Antonio Narro", y me pregunto: ¿Cuántos de los once que aparecen en la foto, otrora jóvenes de hace más de tres décadas, vivirán en la actualidad?, ¿cómo les fue o cómo les están yendo a los que aún están en el ejercicio de su profesión?, pues supongo que muchos de ellos ya han de estar jubilados, ¿cuántos hicieron algunos cursos de postgrado?, ¿qué número de ellos distinguieron en el plan profesional, académico y social?, si alguno llegó a ocupar un puesto importante dentro de su Alma Mater, como haber sido director o catedráticos de la misma, ¿cuántos son papás y tal vez algunos de ellos ya convertidos en felices abuelos?, y, ¿cuántas bajas han tenido a través de 34 años?, y no nos adentramos más en el aspecto físico: ¿cuántos kilos han pasado desde que se reunieron después de su graduación?, ¿cuántas cabecitas blancas o como bola de billar hay entre los que aún viven, acompañados de unos abultados vientres producto de una buena vida y poco ejercicio?, ya que en sus carros último modelo no les permitió ejercitar sus cuerpos y poco a poco fueron ganando peso y perdiendo su interés por su apariencia física, ya no sólo por vanidad, sino como un medio vivir con buena salud.
Toca la coincidencia, casualidad o más bien causalidad, de que en esta misma sección, pero no en las fotos del recuerdo, aparece una foto de mi generación de Medicina, tomada el año pasado al cumplir cuarenta y un años de haber egresado, que comparada con la foto de nuestra graduación en l968, verdaderamente observamos que los estragos que ha hecho papá tiempo… ¡han sido muchos!