Luz. Luego de siete décadas de promesas incumplidas, por fin llegó la energía eléctrica a la comunidad de Las Láminas, en Oaxaca.
Andaban a tientas en la noche. Todas las actividades se regían por la luz del sol. Un foco les cambió la vida. Hoy, los 180 habitantes de Las Láminas pueden prolongar el día, hacer la tarea escolar, jugar, andar por la calle sin el peligro de no ver una víbora, probar el hielo, moler en una máquina el nixtamal para las tortillas o conservar más tiempo la escasa comida. Por fin, la energía eléctrica llegó a esta comunidad.
Algunos de sus habitantes nunca habían visto un foco, el molino para triturar el maíz, la televisión, una plancha o un refrigerador, sólo los conocían unos cuantos "privilegiados", quienes han ido a la región más próxima -que está a 45 minutos de distancia-, atravesando caminos sinuosos de esta zona de Oaxaca.
Es ésta una de las comunidades más pobres del país, con alto grado de marginación, pobreza y rezago educativo, en la que tuvieron que pasar 120 años -desde que inició la industria eléctrica en México- para que los moradores de 45 hogares tuvieran acceso a la bombilla del siglo XIX.
La oscuridad marcaba el territorio y obligaba a refugiarse en casa a las 20:00 horas, en espera de que el sol saliera y los gallos cantaran para reanudar la vida cotidiana.
Una radio representaba un "lujo", pues no todos podían adquirir las pilas necesarias. Los niños debían hacer sus tareas antes del anochecer, antes de que las lámparas de petróleo u ocote alumbraran sólo un rato más.
Para estos expertos en orientarse con el sol y la luna, las promesas incumplidas de los políticos se hicieron realidad el pasado 26 de febrero a las 14:00 horas, cuando se activó el primer interruptor.
La obra de electrificación, con un costo de 4 millones 64 mil 800 pesos, hizo que la luz llegara al pueblo.
"A pesar de los impedimento a los que me enfrenté, se logró", comenta Donovan Rito, alcalde del municipio de Tehuantepec, al que pertenece Las Láminas.
"Mientras que en urbes desarrolladas una familia sueña con un coche o una vivienda de interés social, aquí la aspiración es tener qué comer cada día; dar luz a la comunidad era también el reto", dice.
Ahora, después de 70 años de gestiones, la calle Independencia cuenta con 22 luminarias que encienden aproximadamente a las 18:00 horas. Ahora sí se les permite a las jóvenes estar más de tiempo fuera de casa.
Ahora son otras las preocupaciones. "Nuestros hijos vivieron tanto tiempo en la oscuridad que se acostumbraron a estar alerta [...], todavía no nos acostumbramos a esto.
"A veces tengo que asomarme al cielo para saber que ya amaneció, pues hasta los gallos se destantearon", explica Reynaldo mientras observa el medidor digital y reflexiona: "Voy a tener que trabajar más para pagar la luz, pues gano 60 pesos al día".
A LA ESPERA DE UN CABLE
"¿Para qué tener un pizarrón electrónico interactivo, una computadora y un proyector si la escuela 20 de Noviembre carece de luz eléctrica? ¿Para qué colocar el sistema "e-learning" en una escuela sin luz?", se cuestiona Mizael, el director y único profesor de dicho plantel escolar.
"Hace algunos meses, aquí se instalaron celdas solares, pero nunca funcionaron, darían la luz necesaria para echar a andar el pizarrón interactivo, la computadora y el proyector", dice mientras señala los aparatos empolvados, deteriorados y sin usar.
"Nunca pudimos usar este sistema de mejoras tecnológicas, y los cables de las computadoras... pues los roedores ya se los comieron", explica el docente.
Los niños que ahí estudian entre primero y sexto grado de primaria no cuentan con luz en su escuela; y aún hoy (pese a que su comunidad ya tiene electricidad), ellos continúan sin este servicio.
"Para que esto ocurra es necesario que los 11 padres de familia de esos 20 niños dispongan de 180 pesos cada uno, para pagar el cable que irá de la toma de luz o del medidor, a la escuela", detalla.
La extrema pobreza y rezago en la que viven gran parte de ellos no les permite disponer de esta cantidad de dinero, y que si acaso tuvieran, les alcanzaría, por ejemplo, para comprar animales que beneficiarían su economía: gallinas que ponen huevos o cerdos para vender.
"Las autoridades decidieron que la aportación del cable la tendrían que hacer los padres de familia de los alumnos que ahora están en la escuela, y ellos no quieren ser los únicos que inviertan en el cable que salga de la mufa del medidor de luz al salón", agrega.
Señala que "el rezago educativo de nuestros alumnos es alarmante" aunque reconoce que "ahora con la luz en sus casas, los niños llegan con más tareas hechas".
EL LUJO DEL REFRIGERADOR
Reyna nació y creció en Las Láminas. Es madre de siete hijos y se dedica al hogar. Tiene 52 años; los mismos que vivió sin luz. Las paredes de su casa son de adobe y el piso de tierra. Su hogar no cuenta con drenaje.
Su marido es campesino, trabaja sembrando maíz y frijol, y hoy Reyna es la primera mujer en Las Láminas en contar con un refrigerador; se lo regaló Mariela, su hija de 32 años que vive en Santo Domingo, Tehuantepec, Oaxaca, localidad aproximadamente a media hora de Las Láminas.
Nunca antes pudo tener una crema para tacos que le durara más de un día en la mesa de su casa, y tampoco un pedazo de queso. Hoy su máximo "lujo" es poder tener hielo en su refrigerador. La bolsita de hielo la vende a tres pesos. Es la única en la comunidad que puede vender refrescos fríos.
"Antes del 26 de febrero, entrando la noche nos dormíamos porque hay víboras de noche. No podíamos hacer nada sino hasta que amaneciera, o si acaso vivíamos con una linterna en la mano. Ahora desde las seis de la mañana se prenden todos los focos y alumbran todas las calles; y mi 'refri' funciona todo el tiempo y lo enfría todo", expresa contenta la ama de casa.
"Hoy nos sentimos contentos y alegres porque tenemos la energía que tanto tiempo anhelamos tener... ¡ya está!.. ahora la gente viene a comprar hielo, a comprar queso, gelatina, 'cocas' ... y ya tenemos con qué ganar unos centavos... antes no. No había nada que hacer ni que vender, vendíamos nopal y papaya nada más; y cuando venía el tiempo de la lluvia sólo vendíamos calabazas. Ahora todo es distinto" detalla Reyna mientras se dirige a una mesa por unos vasos y nos ofrece un refresco frío.
Asegura que en cuanto tenga el dinero suficiente va a comprar un colchón, porque ahorita duerme sobre un petate. "¡Y ya quiero un colchón!", exclama.
FILA PARA MOLER
Con la llegada de la luz y del servicio eléctrico, hace algunos días don Andrés compró las piezas de un pequeño molino y lo armó. Compró también un transformador "porque ahora el molino eléctrico tiene que aguantar mínimo cuatro horas prendido... las señoras vienen a cada rato a moler su maíz, pues ya no tienen que molerlo a mano como lo han hecho durante años. Ahora les cobramos cuatro pesos la cubeta completa".
Don Andrés y su esposa Martha también cuentan con una pantalla de televisión, un reproductor de DVD y varias películas. "Todo regalado por mis hijos que viven en Tehuantepec", dice orgulloso.
"Mientras las señoras y las niñas esperan y hacen fila para que doña Martha les muela su maíz, ellas se quedan viendo la pantalla de la tele como hipnotizadas. En realidad no es una televisión, sino una videocasetera a la que le ponemos películas", explica don Andrés.
Y es que el próximo proyecto podría ser poner sillas frente a la pantalla y cobrar por la entrada, para que su nieto no sea el único en disfrutar las caricaturas.
Otro de los vecinos, don Reynaldo, uno de los pobladores con más edad, asegura: "ahora, desde que tenemos luz, los gallos andan destanteados y empiezan a cantar antes del amanecer, porque se confunden con la luz de las lámparas. Todos andamos descontrolados desde que la luz llegó", acepta el hombre.