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Ya superen lo de Aristegui

Con/sinsentido

MIGUEL FRANCISCO CRESPO ALVARADO

¿Para quién gobierna Peña Nieto? Por protocolo los presidentes en México hablan, al tomar posesión de su mandato, de "gobernar para todos sin hacer distinciones". Se necesitaría ser muy ingenuo para suponer que eso es así. Lo que en realidad ocurre es que los mandatarios concentran su atención en mantener contentos a determinados grupos de poder y, en el caso muy específico del PRI, a sus bases clientelares que les significan prácticamente un 30 % de votos garantizados. Es muy notable esto último en las encuestas recientes: al mismo tiempo que EPN es el presidente con el peor nivel de aprobación de los últimos tiempos, el PRI, su partido, mantiene la delantera en las preferencias electorales.

Ningún otro partido en México tiene ese hándicap a favor. Un error patente del panismo gobernante fue haber tratado de utilizar para sus propios intereses las estructuras priistas en vez de desmantelarlas. En el pecado llevaron la penitencia y hoy están lejos de la silla presidencial, con muy pocas posibilidades de volver si no encuentran un candidato excepcional, capaz de superar el 40 % de las preferencias electorales, como en su momento lo hizo Fox, a quien se le puede reprochar no haber sido como presidente ni la mitad de bueno de lo que fue como candidato.

Lo cierto es que en unas elecciones intermedias, en donde las grandes figuras no tienen un peso específico importante, Peña Nieto y su equipo saben que con el 30 % de los votos que van sobre seguro gracias a su clientela, les alcanza para mantener el control de la Cámara de Diputados, máxime si se agrega otro 10 % que les aportará ese negocio familiar que se hace pasar por partido político "Verde". Decisiones como la entrega de diez millones de televisores digitales a los sectores más vulnerables, o la nominación de Carmen Salinas como candidata plurinominal a una diputación federal por el PRI son ejemplos de cómo el presidente Peña se esfuerza por mantener contenta a la clientela.

Sería incapaz de criticar a la gente que vota por el Revolucionario Institucional. En una democracia representativa como la nuestra, cada quien tiene el derecho -y la responsabilidad- de optar por la que le parezca la mejor opción; pero, lo cierto es que, de acuerdo a todos los estudios que se han hecho al respecto, los más pobres y los que menos escolaridad tienen, son los más afectos a votar por el PRI. El titular del Ejecutivo federal lo sabe y por ello destina el suficiente pan (como para mantener a los pobres vivos y, al mismo tiempo, necesitados) y el suficiente circo.

Ahora bien, para las élites todopoderosas, esas que no se compran con televisores ni con artistas, están las reformas; las concesiones; las condonaciones de multas; las grandes devoluciones de impuestos; en fin, todo aquello que les signifique un incremento en su poderío económico y político. Se equivoca quien piense que entre esos pequeños grupúsculos no se encuentran los otros partidos. Aún esos cuyos miembros gritonean en tribuna y se rasgan las vestiduras por tal o cual decisión, a la hora del reparto del presupuesto suelen guardar silencio y estirar la mano para recibir su jugosa tajada.

Así las cosas, ¿en verdad cree usted que a Peña Nieto le importa lo que se diga o deje de decir en torno a su participación directa o indirecta en el despido de Carmen Aristegui? Los que hoy protestan por la salida de la periodista y de su equipo de trabajo, de todos modos no iban a votar por el PRI. Los que hoy señalan -no sin razón- el atentado que el hecho significa para la libertad de expresión, y que son los mismos que exigen transparencia, rendición de cuentas, fin a la corrupción y a la impunidad, manejo responsable de las finanzas públicas, etcétera, de todos modos no pensaban favorecer al partido del presidente con su voto.

No, la decisión de cortar la cabeza de la periodista -o, al menos de permitir que eso ocurriera- no fue un error de cálculo del presidente. Porque a Peña Nieto y a su equipo le tiene sin cuidado la "intelectualidad mexicana" o la "sociedad civil pensante". El PRI jamás ha gobernado para ellos y jamás lo hará. No está en su naturaleza. Si lo estuviera, ya habría terminado con la pobreza y la mala educación en México, bastante dinero se ha dilapidado a nombre de esas dos causas en el país. Pero, como las cifras lo demuestran, no sólo no ha combatido esos males, los fomenta y profundiza. Así es que, no nos extrañe si Peña sale en estos días a declarar sobre Aristegui y nos sentencia con su ya clásico: "¡ya supérenlo!", no le costaría, tampoco, voto alguno.

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