El gobierno del Distrito Federal no permitió que los maestros de la sección 22 de Oaxaca se instalaran en el Zócalo de la ciudad de México. La última vez que lo hicieron se quedaron varias semanas y trastocaron las actividades culturales y de otro tipo que se llevan a cabo de manera cotidiana en la principal plaza de la ciudad. Finalmente hubo que emplear la fuerza pública para sacarlos del Zócalo, pero el campamento se instaló en el Monumento a la Revolución, donde todavía se mantiene.
Supongo que el gobierno capitalino sopesó los pros y los contras cuando decidió no permitir un nuevo asentamiento en el Zócalo. Pero los líderes de los maestros consideraron que si no se les permitía acampar en el Zócalo lo harían en el Paseo de la Reforma. Y ayer establecieron su campamento en la principal avenida de la capital.
Los maestros fueron hasta eso, generosos. Pudieron haber anunciado un plantón permanente, como el que mantuvo Andrés Manuel López Obrador en 2006 con el abierto apoyo del gobierno de Alejandro Encinas. Pero no. Dijeron que solamente se quedarán tres días… a menos que cambien de opinión, que no sería la primera vez.
La sección 22 está lanzando un reto enorme no sólo al gobierno federal sino también al capitalino. La reforma educativa establece claramente que los maestros que falten tres días sin causa justificada serán dados de baja. Las movilizaciones de estos días están diseñadas para demostrar al secretario de Educación Pública, Emilio Chuayffet, y al presidente de la república, Enrique Peña Nieto, que no tienen el valor de aplicar la ley. La reforma educativa ha nacido muerta. Casi puedo asegurarle a usted que ninguno de los maestros faltistas será destituido. Lo más probable es que a ninguno se le descuenten siquiera los días que está faltando.
El reto también es fuerte para el gobierno capitalino de Miguel Ángel Mancera, el cual se enorgullece de ser de izquierda. Si el doctor Mancera pretendió mostrar firmeza al impedir que los maestros acamparan en el Zócalo, el disparo salió por la culata. La decisión de acampar en Paseo de la Reforma es mucho más dañina para la ciudad y para los capitalinos que si se les hubiera permitido quedarse en el Zócalo.
La sección 22 está ya acostumbrada a hacer lo que quiere en Oaxaca. Los gobiernos del estado hace mucho tiempo que aceptaron que no pueden hacer nada contra el poder de este grupo. El gobernador Gabino Cué lo ha reconocido abiertamente. Pero ahora los líderes de esta sección están subiendo la apuesta al retar al gobierno federal y al capitalino.
No sorprende. Los gobernantes de nuestro país son cada vez más débiles. Su función se limita de manera creciente a promover programas sociales que permitan la compra de votos. Su verdadero interés es preservar el gran negocio del poder. Gobernar, tomar medidas para defender a los ciudadanos que respetan la ley y cuyas actividades son constantemente afectadas por los grupos de poder como la sección 22, es algo muy lejano a sus intereses.
La verdad es que si el jefe de gobierno Mancera sabía que no se atrevería a hacer nada si los maestros le tomaban Reforma, mejor debió haber dejado que se asentaran en el Zócalo. Si el presidente Peña Nieto sabía que no se iba a atrever a aplicar la reforma educativa que él mismo impulsó, mejor hubiera dejado las cosas como estaban.
En política, como en la vida, sólo hay que pelear las batallas que está uno dispuesto a ganar. Preservar el Zócalo como plaza pública sólo para permitir la toma de Reforma, o hacer una reforma sólo para no aplicarla en el estado que más la necesita, no tiene ningún sentido.
ULTIMÁTUM
Héctor Serrano, secretario de gobierno del Distrito Federal, ha declarado en el momento en que termino este artículo que si no hay acuerdo con la sección 22 liberará el Paseo de la Reforma. La gran pregunta es qué le darán al sindicato para desalojar la avenida o si realmente el GDF se atreverá a actuar.
Twitter: @SergioSarmiento