Recordado por partituras como la del musical “West side story”, Leonard Bernstein fue mucho más que un compositor, un pianista virtuoso y un director de orquesta espectacular que le puso genialidad teatral al podium.
Fue un apasionado de la música que a los 12 años ya tocaba con frenesí el piano, pese a la oposición paterna, la cual no le impidió fundar una banda de jazz y tocar en bodas y otras celebraciones.
De acuerdo con una biografía difundida por “ElTiempo.com”, la música corría por su sangre y lo hacía sentirse como dos hombres encerrados en el mismo cuerpo.
Leonard Bernstein nació en Lawrence, Massachusetts (EU), el 25 de agosto de 1918 en el seno de una familia judía. Aunque le apasionaba la música, su padre no lo apoyó, así que tuvo que trabajar, dando clases de piano a otros chicos para poder tomar clases.
Sus biógrafos señalan que estudió en Harvard y que para 1937 conoció a Aaron Copland y a Dimietri Mitropolus; del primero aprendió el gusto por la música tonal, mientras que del segundo se apasionó por la fuga, lo que derivó después en su primera obra, una sonata para clarinete.
El sitio especializado en música de todos los tiempos “Opera.net” destaca que fue su destino quien lo hizo debutar en 1943 como director de la Filarmónica de Nueva York, donde era asistente desde un año antes.
El titular había enfermado y Bernstein subió con seguridad al podium, conquistando a la audiencia por su seguridad y aplomo.
Cuentan que fue su apasionada dirección de obras de Gustav Mahler lo que le valió la fama y para 1957 se había convertido ya en el primer estadounidense “en alcanzar el cargo de director musical de la Filarmónica de Nueva York, donde por 11 años dirigió más conciertos que ningún otro director en su historia”.
Su música procede de todas partes: jazz, liturgia, Bach, Copland y Schoenbeeg, consolidándolo como el compositor más famoso de Estados Unidos durante el siglo XX.
Se le recuerda por la música de “West Side Story”, una recomposición del tema de “Romeo y Julieta”, y “On the town, wonderful town” y “Candile”, con las que se dice elevó la calidad musical de Broadway.
En su repertorio también se cuenta una misa en memoria del presidente asesinado John F. Kennedy, y ballets como “Capricho libre” y algunas óperas de cámara.
Bernstein, recuerdan sus biografías, llamó la atención por su comportamiento poco convencional, su apoyo y abandono de diversas causas y hasta su costumbre de usar un flor de diente de león detrás de las orejas.
Frecuentemente escandalizaba a otros por sus francos puntos de vista sobre temas como el sexo, la marihuana, el Medio Oriente y la política norteamericana. Pero la música era la pasión de su vida.
Como compositor, señala “El Tiempo.com”, hizo historia enlazando a la orquesta clásica con la música teatral.
Dirigió orquestas en las ciudades como Jerusalén, Londres, Viena, Boston, Los Angeles, Pittsburgh y Nueva York, luego, en la
Guerra de los Seis Días entre Israel y Egipto, en 1967, dirigió una orquesta en la cima de un monte en Israel para celebrar la victoria judía.
Se le recuerda un recital ante unas 200 mil personas bajo el cielo del Central Park neoyorquino, y en el memorable concierto de 1989 en el Muro de Berlín que se transmitió a todo el mundo.
Su última aparición fue en agosto d 1990, cuando dirigió en Massachusetts a la Tanglewood Festival Orchestra; pues a principios de octubre fue obligado a retirarse debido a un enfisema progresivo, complicado por un tumor pleural y una serie de infecciones pulmonares, ocasionadas por su hábito de fumar.
Casado durante 27 años con la chilena Felicia Montealegro, con quien tuvo dos hijos, Bernstein, quien había quedado viudo en 1978, murió el 14 de octubre de 1990.
Entre las frases por las que también se le recuerda destaca la que reza: “La música puede dar nombre a lo innombrable y comunicar lo desconocido”.
