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Agenda metro, oportunidad perdida

Periférico

ARTURO GONZÁLEZ GONZÁLEZ

Si la mejor forma de evaluar a una generación es a partir de los activos que produce o los avances que consolida en una agenda común ¿qué podemos decir de la generación política de la primera parte del siglo XXI respecto al tema del desarrollo metropolitano de La Laguna? Con cada vez mayor insistencia, desde los inicios de la década pasada se viene hablando en los gobiernos locales y estatales de la necesidad de mejorar la coordinación, trabajar en conjunto y sacar adelante los desafíos que implica compartir una misma geografía dividida artificialmente por azares de la historia y la política. Agua, seguridad, conectividad, vialidad, movilidad, educación superior y economía han sido los principales tópicos abordados por representantes y funcionarios. ¿Qué se ha logrado hasta ahora?

Hace unos meses en este mismo espacio se comentó la oportunidad inédita que se abrió en 2013 cuando casi de manera simultánea fueron renovados los ayuntamientos de toda la Comarca Lagunera. Se habló también de que los únicos acuerdos alcanzados fueron los de la uniformidad de los reglamentos de Vialidad y Alcoholes, misma que sólo duró unos cuantos meses, hasta que el Cabildo de cada ciudad decidió hacer ajustes de acuerdo con los intereses de cada gobierno. Por lo demás, los avances fueron escasos o, en el mejor de los casos, dudosos.

La sobreexplotación del acuífero continúa. El llamado Metrobús sólo arrancará, por el momento, del lado de Coahuila. Del lado de Durango las policías municipales siguen sin ser operativas, y de la Policía Metropolitana, lanzada en tres ocasiones, nada se sabe. Los recursos del Fondo Metropolitano se convirtieron en parches para cubrir los huecos de los presupuestos estatales al grado que se aplican en obras que nada tienen que ver con el impacto conurbado. No existe una estrategia conjunta de promoción y desarrollo económico. Y las diferencias entre los gobiernos surgen incluso hasta en la construcción de puentes como el del lecho seco del río Nazas en las calles Falcón y Lázaro Cárdenas. El fracaso es evidente.

Pero así como fue inédita, la oportunidad parece ahora irrepetible. En unos cuantos días se renovarán los ayuntamientos de La Laguna de Durango. El próximo año, habrá elecciones en Coahuila para renovar también las alcaldías. Los comicios y la visión electorera que priva en la llamada clase política regional se han convertido en uno delos principales obstáculos para construir acuerdos metropolitanos y regionales. Debido al calendario electoral aprobado en Coahuila, en 2018 nuevamente habrá elecciones para renovar ayuntamientos. Y en 2019 tocará el turno a Durango. A partir de entonces, los cambios a nivel local se darán con una diferencia de un año. La oportunidad se esfumó y, a menos que se dé una modificación legislativa, no se volverá a presentar en el futuro próximo.

Ante este escenario la pregunta obligada es ¿qué se puede hacer? Existen varios escenarios. Uno de ellos es apostarle a que la reelección de gobiernos locales opere en favor de los acuerdos entre ciudades. No obstante, esta posibilidad tiene la enorme desventaja de que depende del resultado de las elecciones, por lo que no hay que abrigar muchas esperanzas. Otro tiene que ver con la voluntad de los gobiernos estatales, más duraderos y estables que los municipales, de signar acuerdos que obliguen a los ayuntamientos a trabajar en un mismo camino. Sin embargo, en contra de esta alternativa que opera hasta ahora ninguno de los dos grupos gobernantes ha mostrado la madurez y el entendimiento suficientes porque siguen atados a la lógica de sus propios intereses electoreros.

Una ruta distinta puede ser la intervención directa y extraordinaria del gobierno de la República, un poco a la manera como se hizo durante una parte del siglo XX. La Laguna llegó a tener un trato privilegiado y especial que ahora no tiene, salvo en el tema de seguridad, gracias a los resortes empresariales y políticos que pudo construir con el poder central. La ausencia de liderazgos de peso radicados en la región y la creciente debilidad institucional del Gobierno federal hacen por el momento inviable esta solución, tan inviable como la creación del Estado de La Laguna, proyecto que pese a su antigüedad no está hoy más cerca que ayer de concretarse.

Queda una última salida: la sociedad civil organizada. Cada vez se hace más evidente e imperativo que quien debe hacer suya la agenda regional y metropolitana es la ciudadanía. Pero no una ciudadanía concebida en abstracto, sino aquella conformada por quienes han entendido que la democracia exige participación y vigilancia del ejercicio público. Por quienes comprenden la política no como una disciplina exclusiva de partidos y gobernantes, sino como acción diaria para la toma de decisiones de lo que afecta a todos. Y aquí no se habla de buenos y malos, sino simplemente de aquellos que han entendido que difícilmente la realidad va a cambiar si se deja en manos de unos cuantos -los mismos de siempre- las soluciones que exige la problemática comarcana. Esa ciudadanía apenas está en ciernes y le falta dar aún los grandes pasos. Ojalá que se decida pronto a hacerlo.

Twitter: @Artgonzaga

E-mail: argonzalez@elsiglodetorreon.com.mx

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