Da la impresión a la distancia que a Elvis Zubeldía se le terminan los argumentos, porque Santos no da visos de mejoría, aunque esta vez las excusas son diversas, entre lesiones, ausencias y varios chicos que están fuera de su mejor forma futbolística, así que tal vez la gente no llegue al pánico pero sí a una severa preocupación.
No corren las culpas por el lado físico, ni tampoco por el anímico, que debieran ser complemento de un mejor futbol pero éste no aparece, se trata solamente de una serie de destellos, de aproximaciones, de buenos intentos que no germinan porque se carece de un sistema operante, balanceado y de mayor proyección.
El técnico es el primero en notarlo, sus jugadores no alcanzan a ofrecer el nivel apetecido porque no hay un equilibrio entre las fuerzas y las condiciones de juego, varios de sus elementos no poseen la estabilidad, la continuidad y el despliegue adecuados.
El pensamiento no es más que un relámpago entre dos largas noches pero ese relámpago lo es todo y ese instante letal, dramático, irónico, despectivo, hiriente, que solventa ilusiones y mantiene vivas las esperanzas, como una sonrisa al aire, no aparece.
La gente quiere que su equipo vuelva a ser un motor de emociones pero éstas cada vez son de menor número y junto a ello crecen incertidumbres y gestos que no corresponden a una bella afición, desde hace tiempo acostumbrada a ganar y desde hace poco orillada a rezar para cuando menos, no perder.
En este tiempo el periodismo habla de "posesión de pelota", de "intensidad", de "revulsivos" pero la imaginación maravillosa del pueblo, que es un almacén creativo, conduce a que muchos ya no crean en justificantes como ése de "apenas son cuatro fechas, que no se haga un drama". Puede ser, pero lo bien cierto es que de doce puntos se ganaron dos y las tablas, no mienten, están ahí brillando.
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