La Serie Mundial nos pone en disposición de manifestar el amor por el beisbol único, el que acelera los sentidos, el que difunde alegría, el que marca los tiempos del pasado e instala un presente de hechicera confrontación, con una realidad que asalta la ficción, con héroes del diamante que se muestran activos, ambiciosos, enérgicos y competitivos.
Ahora mismo ya cabalgan las ilusiones, el fanático se envuelve en ellas sin problemas de autoestima y aunque el miedo de pronto también se disfraza de prisa y todos ellos saben que esos peloteros maravilla, deben mostrarse fuertes para atraer el auxilio de los dioses, porque con su talento abren la llave de los sueños. Con encender la tv los fans, van a devorar emociones.
De cualquier forma, hoy no se deja de recordar el ayer y las sombras de los queridos Cubs se aparecen como fantasmas sonrientes. Así desfilan Ron Santo, Ernie Banks, Ryne Sandberg, Billy Williams, Ferguson Jenkins, Larry Bowa, Sammy Sosa frente al actual patrón Joe Maddon que es un capitán parecido a Santa Claus joven que deja su inteligencia e imaginación en el campo.
Progresive Field, terreno de los Indios de la destrucción, con su Kleber (18-9) y Terry Francona, se asoman al Everest del deporte con finura en su actitud, mirando en la oscuridad a través de la niebla y soñando igual, aguardando el momento mientras velan sus armas y entonan odas de esperanza, como quien va a un campo de batalla, sabiendo que los ojos del mundo, les observan.
Enfrente, la favorita ola azul de Chicago (103-58) que confían en cuatro brazos brillantes y plenos como arma básica, un pitcheo de ensueño. Y aparecerán Lester (19-5), Jake Arrieta (18-8), Hendricks (16-8) y Lackey (11-8), sabiendo que detrás suyo vienen como alfiles de oro los relevos de Rondón y Montgomery, confiando en el látigo zurdo de su cerrador, Aroldis Chapman (36 salvados en la liga y 3 en la postseason).
¿108 años sin ser campeones? Eso no importa ahora, son sólo estadísticas, hoy Cachorros están en una cruzada personal, como un motor de emociones para su gente de aliento delirante. Pero la fiesta no es exclusiva, la tecnología actual nos pone a un lado de ellos, casi como para tocarlos y hasta saludarlos, porque la imaginación del pueblo es un almacén creativo sin par y la tv es de tomas envidiables que de verdad, envidiarían los abuelos que diseñaron esta pasión única.
Los Indios son una verdadera banda de hermanos y Cubs no cultiva la nostalgia. Son verdaderos guerreros disciplinados que trabajan en movimiento. Son ellos mismos y viven sin máscaras, con su mánager por delante, que es como una especie de cerebro andante y que busca convertir lo normal en un arte, son clases superiores del beisbol, que tienen todo permitido.
Aunque los seres humanos somos extraños, complicados y paradójicos, siempre existen las viejas sombras de la conciencia, esas antiguas voces que piden escuchar los números y las tradiciones esclavizantes, los hechos inusitados y las antiquísimas maldiciones pero el fan no escucha, sólo quiere vivir el apasionado presente, con ojos de gacela y frente despejada, por más que la belleza es nada forzada y siempre elegante, quiere a Chapman cerrar como un ciclón en cada batalla, como un látigo que controla todo, haciendo escuchar hasta su respiración.
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