LA OTRA MIRADA
Cuando se llegue el 22, también se cumplirán 20 años de la epopeya verdiblanca, la primera, la que seguro fue la más feliz, por ser la que masticó mayores ilusiones, la que abrigó toneladas de esperanza y la que nos mostró a todos cara a cara la inolvidable tarde decembrina de 1996 en el viejo Corona en un ambiente donde conocimos que todas las vidas son importantes y que todos tienen algo que contar, porque todos nos sentíamos hermanados.
Enfermo Jorge Rodríguez, el técnico decidió que Lupe Rubio tomase su lugar y el resto se acomodó como deseando que el Necaxa de Manolo Lapuente no trajese consigo la consigna de seguir coleccionando títulos y aunque la ventaja era mínima (l-0 en la Ida), ellos con mayor experiencia de finales parecían no retirar el dedo del gatillo y enfrente, Alfredo Tena sabía perfectamente que sus hombres son como los viejos trapecistas, los que piensan en lucir, no en el impacto, los que luchan hasta quedar vacíos, los que desafían al vacío volando sin red.
¿Era pronto para ser campeones? Tal vez, lo cierto es que ahora mismo los protagonistas comentan que nunca habían tenido una preparación inicial, una concentración tan completa y una fraternidad tan especial como en este grupo, donde el Dr. Jorge Galván y Ricardo Luna jugaban doble papel, ese básico de médico y kinesiólogo y otro añadido, el de consejeros especiales para cuestiones de todo tipo, en lo sentimental, en el apoyo moral.
Ahí fueron llegando José Miguel para el arco; Rubio, Francisco Gabriel de Anda, Pedro Muñoz, Ricardo Wagner, Miguel España, Édgar Nicolás Ramírez, Héctor Adomaitis, Benjamín Galindo, Gabriel Caballero y Jared Borgetti, para un forcejo tremendo, donde la bandera verdiblanca se agitaba al compás de los corceles de la cancha. Conforme pasaban los minutos, Santos era un sentimiento dulzón y cálido, un presentimiento que se da hasta el grito del minuto 35. Tiro de esquina desde la izquierda por Galindo y en el centro del área, Gabriel le gana de cabeza a Esquivel. Su remate va a la izquierda de un sorprendido Nicolás Navarro (l-0 y 1-1 global. Parejos, pues).
El viejo Corona era un caldero cuando Caballero y Wagner hicieron una serie de paredes que dejaron solo a Gabriel para fusilar a Navarro: 2-0. Cerca del final de la primera parte, Peláez marcó el gol de su vida, un derechazo desde 35 metros al ángulo superior derecho de José Miguel: 2-l. Con varios cambios, Necaxa impactó de futbol y de sorpresa, empató con Luis Hernández. Todavía el arquero local hizo la gran desviada a un remate del propio Luis, para enseguida ver el tercero de los verdiblancos, con un centro largo, desde la izquierda, de Galindo a segundo palo donde Borgetti la baja de cabeza a Caballero que anticipa a Becerril y marca.
La gente cantaba enloquecida cuando Nicolás por derecha levantó la cabeza y metió un centro fiel a la cabeza de Jared que se lanzó en plancha memorable. Gol que aún se discute, el cuarto, para sellar la victoria y pasar a la historia del nuestro futbol y el primer ciclo de la institución pero sobre todo a ser rehén de su propia leyenda. Lo que antes fue una fábrica de ideas silenciosas, se dio para su gente lagunera una prisión en el cielo.
Decía Gandhi: "La felicidad se alcanza cuando lo que uno piensa, lo que uno dice y lo que uno hace, está en armonía". Ese día todos teníamos el corazón en la misma sintonía y los latidos, eran un solo.
Alejandro Tovar
Arcadiotm@hotmail.com