ESPíRITU MEZQUINO
Ser uno mismo y vivir sin máscaras, implica sinceridad y autenticidad, es el tema que enarbolan muchos hombres de futbol que deciden mostrarse al mundo en los medios con una estela de miserias que los comunes no podemos entender y se llega a creer que aquéllos pertenecen a una raza especial, cuando en realidad son gente que no puede enfrentar sus miedos con dignidad.
Uno debe creer que los técnicos lo reúnen todo, incluyendo el conocimiento, la serenidad y la finura, que de sí misma es una actitud, pero vivimos equivocados. Raro es quien mantiene el buen sentido, la seriedad, la estatura necesaria para acometer triunfos y derrotas, puesto que en las cosas simples y cuando está desprevenido es cuando el hombre pone de manifiesto su carácter.
Hay algunos como Herrera que siempre tiene a la mano el argumento del arbitraje, sin detallar los espacios donde tácticamente su equipo colectiva o individualmente, falló. Hay otros como Lavolpe quien parece un ser especial que hace favores al dejarse ver y que limita a los medios cuando preguntan, haciendo prevalecer su idea. A sus años, pelo y bigote teñidos, no modifica ni el tono, ni el formato, se sigue manejando como un matón de películas antiguas.
De acuerdo que el carácter es como una fuerza indemostrable , cuyos impulsos guían al hombre, una fuerza bien reservada que actúa por presencia pero no puede estar por encima de los derechos naturales del resto con quienes convive, como Ferreti que en Monterrey domina y maneja los medios (los que se lo permiten) y menosprecia a quienes le critican. Y en ese andar, no deja atrás un lenguaje arrabalero y una actitud que revela su desprecio por los comunicadores.
Siempre existe la manipulación y hay técnicos que son expertos en hacerlo, pues dentro de su tarjeta de control aparecen gente de su entorno: jugadores, empleados, dirigentes, periodistas, esa actitud parece como una condición propia de su profesión misma, como Reinoso, que aconsejaba golpear a los rivales sobresalientes, instalaba micrófonos en el vestidor del rival, a quienes les quitaba el agua caliente o los dejaba sin refrigeración, según fuera la necesidad.
Dicen los niños del protocolo: "Juega limpio, siente tu liga", ¿Hubo juego limpio en la final?, donde querían reventar a Gignac, donde los violentos tigres se turnaban para agredir a Ibarra, donde todos se burlaban del arbitraje, lo que proviene de lo blandengue de los jueces, pero también por el estímulo de técnicos que incitan a ganar a cualquier precio, aunque eso arrolle al espíritu de las reglas, aunque rompa el espectáculo, aunque denigre al futbol.
No hay arte sin tensión ni belleza sin equilibrio, es cierto, pero también dentro de la industria del futbol, tan creciente y millonaria se va formando hasta saciarnos, bandas de los comerciantes del engaño, donde por lo visto, cabe de todo y la culpa viene de la cúpula, donde la impunidad resalta, donde uno de sus grandes misterios está en no aceptar lo irrefutable y evidente.
Alejandro Tovar
Arcadiotm@hotmail.com