Foto: EFE/Beatriz Velardiez
Andrés Neuman es un escritor todo terreno, su pluma va de la narrativa a la poesía y el periodismo. Uno de sus títulos más reconocidos es Una vez Argentina, novela definida por la crítica como “autobiografía de ficción familiar” ya que no sólo abarca su propia vida, sino la de toda su estirpe.
Érase una vez un español nacido en Buenos Aires en 1977 y que eligió a la palabra como instrumento aunque es hijo de músicos (madre violinista de origen ítalo-español y padre oboísta, de origen judío alemán).
Su familia se exilió a España cuando él contaba trece años. Allí ha vivido desde entonces.
A pesar de que todavía no alcanza la cuarta década de existencia su devenir por los senderos de la escritura ya tiene varias estaciones que deben mencionarse.
Estudió Filosofía Hispánica en la Universidad de Granada. Se mantuvo en las aulas de su alma mater dando clases de Literatura Hispanoamericana.
En su currículum destaca su faceta como guionista de la tira cómica Los quietos, en colaboración con el dibujante Kicus, publicada en el diario Ideal de Granada.
Más reciente es la etiqueta de columnista del suplemento cultural del diario ABC de España y de la Revista Ñ del diario Clarín en Argentina.
Desde hace varios años mantiene un blog llamado Microrréplicas. Una de sus caras destacadas es la de intenso estudioso y divulgador de la narrativa breve.
La formación y las etiquetas, sin embargo, se hacen a un lado cuando el sello de uno de sus libros es roto y se libera el conjuro de las páginas.
Luego de experimentar la prosa de este escritor argentino nacionalizado español, uno descubre que Neuman es un todo terreno. Hace novela, cuento, poesía, ensayos y tiene también un libro de aforismos.
Indagar más nos revela que no debería ser motivo de sorpresa el haber echado mano a alguna de sus obras.
OBRA Y LAURELES
Neuman fue seleccionado como uno de los 22 mejores narradores jóvenes en español por la revista Granta de Gran Bretaña.
¿Cómo llega uno a esa distinción? Algo que ayuda es una doble presencia en las listas de finalistas del Premio Herralde de Novela: por Bariloche en 1999 y por Una vez Argentina en 2003.
Otro argumento de peso es tener en su sala de trofeos el Premio Alfaguara de Novela que obtuvo en 2009 por El viajero del siglo, libro que también ganó el Premio de la Crítica Literaria de la Asociación Española de Críticos Literarios.
El viajero del siglo fue votada entre las cinco mejores novelas del año (2009) en lengua española por los críticos de El País y El Mundo.
Sin embargo, el tema de estas líneas es la novela que lo llevó a la antesala del Herralde por segunda vez.
Una vez Argentina fue publicada por editorial Anagrama en 2003 y cuenta con una redición ampliada bajo el sello de Alfaguara lanzada a los anaqueles de las librerías en 2014.
En este volumen Neuman se entrega, en primera instancia, a la autobiografía ficcional. Cabe aclarar que en realidad tanto la parte biográfica como la de la ficción se derraman y estiran hasta abarcar a la familia Neuman.
Algún crítico ha definido a la obra como una “autobiografía de ficción familiar”. La historia habla no sólo de la infancia y la adolescencia del autor. También otorga una dimensión, un peso específico y no anecdótico a sus padres, abuelos y bisabuelos.
A través de la narración de éxodos, pasajes y experiencias concretas vividas por distintos miembros de su familia, Andrés Neuman acaba por rebasar la mera saga familiar para entregar una historia que abarca a Argentina.
A manera de incentivo, nada como un comentario del chileno Roberto Bolaño a propósito de la obra de su colega: “ningún buen lector dejará de percibir en sus páginas algo que sólo es dable encontrar en la alta literatura […] la literatura del siglo XXI les pertenecerá a Neuman y a unos pocos de sus hermanos de sangre”.
CAMBIO Y CARTA
A propósito de la reedición de Una vez Argentina el autor confesó que era necesaria porque “Es mucho más lo que sé ahora, sobre mi familia, sobre Argentina. […] uno se pasa la vida releyendo su propia historia”.
Releer la propia vida, recrearla, ficcionarla, es algo que recientemente han hecho con notable calidad autores como Wendy Guerra o Héctor Abad Faciolince.
El argumento de Neuman para inscribirse en esta línea tiene que ver con fascinación por "esa parte de nuestra biografía que tiene que ver con lo que no nos sucede, con lo que deseamos y no vivimos".
La experiencia personal, según el escritor todo terreno, se nutre, entre otros muchos alimentos, de "lo 'no real': lo temido, lo soñado, lo imaginado”.
En entrevistas con medios internacionales ha declarado que uno de los primeros síntomas de su vocación fue "mentir por placer", tanto que sólo atina a describirse como un pequeñín que "de muy chico ya era un plagiario en potencia”.
Sobre Una vez Argentina arroja una poca de luz al explicar que más que hablar de su familia lo que hizo fue inventarla.
No obstante, reconoce que entrevistó a varios miembros de su familia, escuchó anécdotas y realizó investigaciones documentales para reunir la materia prima de esta novela que arranca con una misiva incompleta de su abuela: “Cuento con una carta y una memoria asustada. […] blancas las páginas, con los renglones levemente azules, y Blanca también ella. La memoria asustada es la mía, aunque no me pertenece sólo a mí. Su miedo es el de siempre: el de desaparecer antes de haber hablado”.
EL PRIMERO
Como otros miembros del grupo Bogotá 39 -los 39 más prometedores escritores latinoamericanos menores de 39 años, seleccionados en 2007-, Neuman ha declarado que escribe todos sus libros como si cada uno fuera el primero. No le gusta repetirse a sí mismo, prefiere cambiar en cada obra. Uno de recursos recurrentes es la práctica de la autoficción, mezclando -hasta que la frontera es casi irreconocible- la biografía y la literatura.
La nota inicial de Una vez Argentina es muy reveladora acerca de la técnica utilizada: “Todos los personajes reales de esta novela aparecen como ficciones. Todas las invenciones que hay en ella quisieran parecer probables”. Al final del día, ¿no es esa la consigna de la literatura entera?
El autor eslabona pieza tras pieza de memoria. La más remota es la llegada de sus antepasados a Argentina, a principios del siglo pasado, una ascendencia bastante nómada, de Buenos Aires al campo y de regreso a la capital o a otras ciudades. Incluso serán itinerantes dentro de la misma capital argentina, con múltiples mudanzas de casa, de barrio, de amistades.
El desarrollo no sigue un orden cronológico, no comienza con los bisabuelos, sigue por los abuelos, luego los padres y finalmente el propio Neuman, ni viceversa; más bien parece narrar lo primero que le viene a la mente sin importar que el relato resultante no sea lineal, como si parte de la cuestión fuera ensalzar que la memoria es más o menos así de caprichosa.
La obra es un muestrario de botones, pequeños episodios, que pueden involucrar a su abuelo, su primera novia o algún amigo de la infancia.
El futbol, los viajes de vacaciones veraniegas en la playa, los días de colegial, pasando por los grandes hechos históricos que marcaron a la nación tienen sus líneas, sus párrafos de notable manufactura.
LA VIDA DE NOSOTROS
En esta familia constituida por inmigrantes un tema constante es el exilio interminable.
El detonante de los desplazamientos será casi siempre la violencia imperante en el mundo desde tiempos inmemoriales, el tener que viajar de Europa a América para luego terminar escapando del cono sur para volver al viejo continente y vuelta a empezar; podría decirse que otros personajes importantes son las sensaciones que conlleva ese viaje interminable: la falta de arraigo, el profundo agradecimiento al país que los acoge y el sentido de pertenencia o la falta del mismo.
Otra gran constante de los Neuman es la inclinación artística, a la pintura y a la música, en distintos miembros de la familia hasta llegar a Andrés, el escritor.
“La memoria es futuro, gozne sano”, dice para invitarnos a reflexionar sobre el antónimo: olvidar equivaldría quizás a dejar escapar una parte esencial del futuro, menospreciar la memoria (y por tanto el pasado) llevaría a perder el propio futuro.
Con Una vez Argentina, Andrés Neuman parece estar haciendo un llamado a no olvidar, a hurgar en el devenir propio a la vez que en la historia familiar, que finalmente son, en muchos sentidos, senderos diversos que convergen en un mismo destino.
Porque como han intuido y luego demostrado los más variados historiadores, aunque a muchos de ellos se les llame simplemente escritores, la historia familiar, la memoria de los miembros del clan es valiosa y dejar que muera con ellos es una falta imperdonable.
La construcción de la identidad, la búsqueda de las raíces (donde quiera que éstas puedan estar) es necesaria.
No en balde un hecho que se menciona recurrentemente a lo largo del libro tiene una fuerte carga simbólica: el árbol que el niño Andrés plantó con su abuelo.
La sabiduría popular dicta que un ser humano, en su paso por el mundo, debe dejar cuando menos tres huellas: plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro.
Neuman ha encontrado la forma de sintetizar esa idea en su obra. Además de un volumen para enmarcar en la biblioteca, Una vez Argentina tiene maneras de árbol genealógico y es el hijo de una inventiva que no es aconsejable dejar de lado, porque la identidad de un pueblo que no se rinde bien puede ser la suma de los recuerdos de sus personajes de ficción más reales o de sus habitantes de carne y hueso trasladados al papel.
Correo-e: dianaavrenim@hotmail.com