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Antología comentada, retos socioambientales de la comarca lagunera para 2016

A la ciudadanía

Manuel Valencia Castro

En cada una de las colaboraciones que he escrito para esta columna se encuentra implícito o explícito uno o mas retos ambientales que en su mayoría siguen vigentes y que por tanto merecen ser replanteados y repensados, partiendo precisamente, de lo que ya hemos comentado aquí.

Por obvias razones, el desafío socioambiental más recurrente en esta columna es el del agua, muchas expectativas y demandas se expresan permanentemente sobre el asunto. La problemática del agua rebasa por mucho la dimensión ambiental, se trata ya de una crisis que involucra a toda la sociedad, que pone en duda la eficiencia, eficacia y sustentabilidad del viejo paradigma de la gestión del agua que lo mismo incluye a las presas que a los filtros de arsénico.

Acorde a lo anterior, el primer reto de la sociedad lagunera consiste en resolver el problema de la sobreexplotación del agua a través de un aprovechamiento sustentable, que considere reducir los abatimientos para dirigirnos hacia un equilibrio del acuífero, y resolver de fondo las graves concentraciones de arsénico en el agua.

Por lo menos dos condiciones son clave para enfrentar este reto: la aplicación de la Ley de Aguas Nacionales a quienes extraigan más agua de la concesionada y/o aprovechen pozos ilegales, y la gestión integral y sustentable de la Cuenca Nazas Aguanaval, orientada a la conservación de nuestro ciclo hidrológico local que inicia, en el caso del Río Nazas, en la Sierra de Durango, en la parte alta de la cuenca en donde los bosques de pino y encino "producen" el agua que usamos en todas nuestras actividades, sin bosques no hay agua, si se deforesta el bosque se acaba el agua. Lo mismo ocurre en la zona de transición en donde los pastizales naturales hacen lo propio, por eso es necesario conservar estos ecosistemas ya sea a través de áreas naturales protegidas o mediante una gestión adecuada de la explotación forestal y de la ganadería respectivamente.

Con base en lo antes expresado, surge el desafío de construir resiliencia en nuestra sociedad, que incluya a los sectores más vulnerables, y que nos permita adaptarnos a las variaciones climáticas que anteceden al cambio climático, principalmente aquellas que se relacionan con períodos de sequías severas. En este sentido, es fundamental considerar reservas de agua, que aseguren no sólo la demanda de la población, sino también aquella que requiere el sector productivo y de servicios.

El cambio climático, aunque se trata de un fenómeno global, demanda de una actuación local. La Comarca Lagunera, es una importante generadora de gases de efecto de invernadero y seguramente se incorporará a partir de 2020, a los acuerdos vinculantes que fueron tomados en la COP 21 (La XXI Conferencia Internacional sobre Cambio Climático), celebrada en diciembre pasado en París, Francia, consistentes en reducir los gases de invernadero y apoyar con capitales económicos suficientes dichas reducciones.

Reducir la contaminación del aire es un tercer reto. Hay avances importantes en lo que se refiere al establecimiento de una red de monitoreo de la calidad del aire a nivel de la zona metropolitana, no obstante, se requiere de mayores apoyos para consolidarla y poder informar en tiempo real sobre la calidad del aire que respiramos. Estrechamente ligada a este problema, se encuentra la situación, prácticamente caótica, de la movilidad urbana en la zona metropolitana, que además de generar grandes cantidades de contaminantes y de gases de efecto de invernadero, ocasiona accidentes, congestión vehicular y ruido.

El reto aquí es poner en práctica una estrategia de movilidad urbana sustentable, que reduzca la tasa de crecimiento de vehículos motorizados y promueva mediante acciones concretas otras alternativas de movilidad como un transporte público digno y la bicicleta.

Finalmente, debemos entender que muchos problemas ambientales pueden ser amortiguados si somos capaces de mantener en un buen estado de salud a los ecosistemas naturales regionales. Conservarlos y aprovecharlos sustentablemente es una prioridad que no debe soslayarse. Esta actividad va más allá de las áreas naturales protegidas, es necesario aplicar tecnologías que permitan la conservación de los bosques, de los pastizales naturales, de los ecosistemas riparios y de los matorrales, estos últimos desdeñados e ignorados por las políticas públicas.

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Escrito en: Manuel Valencia Castro

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