Cuesta creer que el lugar donde se jugó el primer partido de la historia de los Mundiales ya no existe. Hay decisiones urbanísticas que a la distancia parecen incomprensibles, pero el legendario estadio de Pocitos terminó en escombros y su terreno ahora forma parte de uno de los barrios más lindos de Montevideo.
A decir verdad, no hubo un solo partido inaugural en aquel día de 1930, sino dos. Al mismo tiempo, claro. Mientras los franceses goleaban a México 4-1 en Pocitos, Estados Unidos derrotó 3-0 a Bélgica en el Gran Parque Central, la casa del Club Nacional de Football. El Estadio Centenario había retrasado su inauguración, y por eso tuvieron que buscar sedes alternas para los primeros encuentros.
Montevideo es una ciudad pequeña, pero con un encanto que es difícil de explicar. Es la contraparte a Buenos Aires, su hermana del otro lado del río. La capital de la República Oriental del Uruguay es apenas más grande que el conurbano de Torreón-Gómez-Lerdo, pero no les extrañe: El país no supera los 4 millones de habitantes.
Barrio Sur, Ciudad Vieja, Palermo, Parque Rodó, son algunos de los barrios históricos que bullen durante los días de carnaval. Las noches se llenan con los tambores africanos del candombe y las voces satíricas de la murga. Y en el fondo, la Rambla con vista hacia el Río de La Plata.
Pero no sólo el carnaval apasiona a los montevideanos. Es un país y una ciudad muy pequeña, pero con mucha historia futbolera. ¿Por qué se disputó en Uruguay el primer Mundial de la historia? Tiene que ver con los éxitos deportivos en los Juegos Olímpicos de París 1924 y Amsterdam 1928, donde la Celeste consiguió la medalla de oro. La decisión más lógica por parte de la FIFA fue otorgar la sede a los uruguayos. Y no defraudaron, ya que vencieron en la final a la Argentina. El escenario por fin pudo ser el Centenario, imponente estadio de estilo art-déco.
Peñarol y Nacional no es sólo el clásico de Montevideo, y el más antiguo fuera del Reino Unido (el primer partido se jugó en 1900), es también uno de los más apasionantes del mundo. Como muchos de los clubes de la región, el origen de Peñarol tiene que ver con los empleados ingleses de ferrocarril. De ahí su apodo de carboneros. "Vean ondear las banderas, oigan su hinchada cantora, echando carbón en la caldera de la locomotora", canta Jorge Drexler en un tema que compuso este 2016 con motivo de la inauguración de su nuevo estadio.
La historia de Santos Laguna con los clubes montevideanos es muy breve, pero simbólica. El primer partido internacional de los laguneros fue precisamente con Peñarol, el 2 de agosto de 1987. Fue un amistoso disputado en la cancha del viejo Corona. Los charrúas salieron a la cancha con su cuadro titular, que obtendría ese mismo año la Copa Libertadores. El técnico era el maestro Tabárez, actual DT de la selección uruguaya. Santos ganó 3-2; nada mal para un equipo que todavía disputaba la segunda división.
Pasaron 17 años hasta que Santos Laguna y Peñarol se volvieron a ver las caras. Esta vez por los puntos, en la Copa Libertadores 2014. Y el resultado no pudo ser mejor. Victorias 4-1 en el TSM y 2-0 en el Centenario. Incluso con gol de un uruguayo: Jonathan Lacerda.
Muchos años han pasado desde las glorias de 1930 y 1950, y tal vez el futbol uruguayo no pasa por su mejor momento. Pero hay algo en el temperamento charrúa que causa pavor en sus vecinos. Los brasileños nunca se recuperarán del espanto del Maracanazo, y los argentinos podrán agrandarse con cualquiera, pero tiemblan por lo bajo cuando se trata de Uruguay.
No es necesario darle muchas vueltas. Decía el escritor Eduardo Galeano: "Como todos los uruguayos, toditos, yo nací gritando gol".
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