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Arsénico

A la ciudadanía

GERARDO JIMÉNEZ GONZÁLEZ

Cuando escuchamos declaraciones públicas de políticos o funcionarios de gobierno en las que aseveran que han resuelto algún problema que aqueja a los ciudadanos que lo padecen, observamos que de manera deliberada o por desconocimiento de la realidad que subyace al tema tratado deberían acotar su declaración a la temporalidad del período que dure su gobierno, aunque en ocasiones se atreven a afirmar que la medida aplicada por ellos constituye una solución definitiva.

Es el caso del arsénico en los acuíferos que abastecen de agua a la población lagunera. Recientemente, alcaldes de la zona metropolitana y gobernadores de ambos estados han afirmado que este problema ha sido resuelto, como si una declaración pública fuera suficiente para resolver un problema estructural que tiene que ver con la sobreexplotación crónica de nuestros cuerpos se agua dulce subterránea.

Personalmente tuve conocimiento sobre los daños que el agua con arsénico provocaba en la salud de los paisanos cuando a mediados de los años ochenta del siglo pasado leí los reportes que los doctores Albores (1979) y García (1981) publicaron en revistas especializadas de salud; posteriormente, revisé el estudio sobre calidad de aguas subterráneas que elaboró el Instituto Mexicano de Tecnología del Agua (IMTA, 1991), donde se confirma que en diferentes zonas del acuífero principal el agua almacenada presentaba valores elevados de arsénico.

Al parecer los límites permisibles de concentraciones de este elemento en la salud humana, en 0.050 mg/L, fueron establecidos en Estados Unidos en 1942, los cuales fueron adoptados en México; en 1994 se emite la Norma Oficial Mexicana (NOM-127-SSA-1994) que obliga a los organismos oficiales que abastecen agua para la población, hacerlo dentro de esos límites.

En el año 2000 esta norma fue modificada estableciendo que los límites se irán ajustando durante los siguientes cinco años hasta quedar en 0.025 mg/L, límite permisible vigente en la actualidad; en 2010 se presentó en la Cámara de Diputados un proyecto de reforma de la NOM-127-SSA-1994, donde se propone que tal límite baje a 0.010 mg/L, la cual se ha mantenido congelada.

Estos valores de la Norma Oficial Mexicana también rigieron en Estados Unidos durante un tiempo, pero a partir de 2002 la Agencia de Protección del Ambiente (EPA) de ese país la redujo a 0.010 mg/L, medida también recomendada por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Previamente, en 1987, la Agencia Internacional de Investigación de Cáncer (IARC, por sus siglas en inglés), clasificó al arsénico como agente carcinógeno, estableciendo la probabilidad de que 31 a 33 personas por cada 1000 que consuma agua con 0.05 mg/L en forma constante podría padecer cáncer en la piel.

Resulta que los habitantes de la Comarca Lagunera nos abastecemos de agua de alrededor de 180 pozos, de los cuales poco menos de un tercio presenta concentraciones de arsénico mayores a 0.025 mg/L, diversas fuentes han publicado que existen algunos con valores multiplicados varias veces, y otros estudios indican más de 100 pozos con registros mayores de 0.10 mg/L.

Considerando lo anterior, es posible que un porcentaje importante de la población lagunera, dependiendo de su ubicación con respecto a alguno de los pozos que presentan valores por encima de la Norma Oficial Mexicana, y quizá la mayoría de las personas si consideramos los valores recomendados por la OMS y la EPA, consume agua entubada contaminada, es decir, no necesariamente potable.

Esto es preocupante y debemos apoyar las acciones que se están emprendiendo de instalar filtros en los pozos de bombeo que retengan el arsénico, lo que al parecer (y si no que me aclaren) ocurre con aquellos que registran valores mayores de 0.025 mg/L, y que la tecnología aplicada los reduzca a 0.10 mg/L o menos, pero la diferencia entre éstos y los que presentan los límites recomendados por la OMS continúa poniendo en riesgo la salud de quienes tienen que consumir agua de ellos.

Es importante no soslayar las acciones anteriores, pero tampoco la gravedad del caso que no se resuelve diciendo que la mitad de la población consume agua de garrafón o que tenemos una cobertura de agua entubada (no necesariamente potable) de 98 %, además la discusión se centra en los efectos y no las causas, porque el que los laguneros dispongamos de agua contaminada para satisfacer nuestras necesidades domésticas se deriva de la sobreexplotación que realizamos de los acuíferos que nos abastecen.

Finalmente, la contaminación del agua con arsénico y sus impactos en la salud pública es producto de una inadecuada gestión de nuestros recursos hídricos, de la sobreexplotación que se hace de los acuíferos que nos proveen de ellos. Entendemos que les resulta políticamente complicado reconocer dónde se ubican las causas que originan este problema porque les enfrentaría con los grandes usuarios que sobreexplotan los cuerpos de agua dulce.

Por eso debemos acotar a quienes declaren que este problema ha sido resuelto, ya que serían más sinceros con los ciudadanos que gobiernan si afirmaran que las soluciones que aplican son emergentes y de carácter temporal, que su acciones de gobierno se realizan en el margen de lo posible porque no pueden comprometerse a buscar soluciones de fondo que implicarían ponerse del lado de los ciudadanos para mejorar la gestión del agua que éstos requieren para satisfacer sus necesidades domésticas, y menos sincero es decir que son soluciones definitivas cuando ni siquiera enfrentan el problema central que nos aqueja.

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