Batalla educativa
Un gobierno debilitado, tras sufrir una derrota electoral el 5 de junio, se está enfrentando a su mayor reto. La Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) está poniendo toda su fuerza para revocar la reforma educativa. Siempre dijo que lo iba a hacer. La reforma le quita el derecho de definir qué maestros contratar y a quién dar ascensos. Es una amenaza de fondo para un grupo que se considera dueño de la educación. Lo que sorprende es que el gobierno de Enrique Peña Nieto, que se supone sí sabe gobernar, se haya mostrado tan falto de preparación para la batalla.
La reforma no es perfecta, pero es un avance para construir una educación de mayor calidad. No se puede lograr una mejor enseñanza si los líderes del sindicato siguen decidiendo quién será contratado como maestro, si los puestos son entregados de manera automática a los egresados de las escuelas normales, o si se heredan o venden al mejor postor. Tampoco será posible construir una mejor educación si no se evalúa el trabajo de los maestros, se premia a los mejores y se separa de las aulas a quienes no hacen un buen trabajo. Quizá lo más importante es que resulta imposible tener un sistema educativo de calidad si decenas de miles de maestros no se presentan a dar clases, pero cobran por el trabajo que no realizan.
El gobierno de Enrique Peña Nieto ha tratado de presentar un semblante de confianza y decisión al aplicar esta reforma, pero los tropezones han sido constantes. El PRD votó a favor de la reforma, pero la debilitó para quedar bien con la CNTE y los grupos más radicales de la izquierda, los cuales de todas formas han abandonado el partido para unirse a Andrés Manuel López Obrador. Lo que quedó de la reforma se ha venido aplicando de manera muy gradual.
Hoy se están haciendo evaluaciones de los aspirantes y de quienes ya se encuentran en el magisterio. El gobierno ha suspendido pagos a los maestros que no se presentan a trabajar y a los que se han negado a ser evaluados. Está pagando más, por otra parte, a los que han obtenido las mejores evaluaciones.
La enorme mayoría de los maestros han aceptado la reforma y buscan aprovechar sus ventajas, como los bonos a quienes registran las mejores evaluaciones y que alcanzan el 35 por ciento del sueldo base. Incluso en los estados controlados por la CNTE muchos maestros no han tenido problemas con las nuevas reglas. La CNTE, sin embargo, ha declarado la guerra al gobierno con las tácticas que le han funcionado siempre: plantones y bloqueos de calles y de carreteras.
La CNTE no ha necesitado tener a todos los maestros de su lado para mantener sus tácticas de confrontación. En México hay 1.2 millones de maestros de educación pública, pero el bloqueo de una carretera no requiere más que 50 o 100 personas armadas con palos, piedras, cohetones y cócteles molotov. Los líderes de la CNTE saben que si no hay maestros que quieran hacer el trabajo sucio, como bloquear carreteras o rapar a compañeros que sí dan clases, pueden contratar a golpeadores o activistas políticos que sueñan con participar en una revolución.
El gobierno no puede echarse para atrás. La reforma educativa es demasiado importante. Si no se aplica, millones de niños seguirán condenados a una instrucción de pésima calidad. Pero toda guerra debe pelearse con inteligencia, y a veces parece que el gobierno llega a las batallas sin una estrategia clara.
Twitter: @SergioSarmiento