“La política no puede restringirse a ordenar los intereses nacionales, sino que está obligada a proyectar una gobernanza global para atender equitativamente los intereses colectivos”.
Vende caro tu amor, aventurera…
Bernie Sanders, el veterano senador por Virginia, ha sido un hombre congruente entre los dichos y los hechos. Al revisar su historia y posturas políticas, noté que desde que incursiona por primera vez en la arena pública, defiende y pugna por las mismas causas.
Podemos coincidir o no con lo que pregona -de ser gringo, yo votaría a Clinton sin pensármelo dos veces- pero la consistencia de Sanders merece ser aplaudida en un entorno donde son pocos quienes que se comprometen y enarbolan banderas y principios.
Existe, en este nuevo siglo, una carencia ideológica y apatía en un gran número de personas, pero intuyo que Bernie Sanders nunca fue así.
Tildado de socialista, detractor de las grandes corporaciones y la voracidad de Wall Street, Sanders, un hombre por el que muy pocos apostaban y millones no conocían, se convirtió en la opción para millones de jóvenes y otros grupos decepcionados de los políticos tradicionales, y la voracidad de un sistema donde la riqueza se acumula en manos de unos cuantos.
A la par, los embates y crisis financieras las resiente una clase media muy castigada que no tiene acceso a un sistema de salud universal, ni le es factible contratar un préstamo para cursar la educación superior, por citar dos ejemplos.
Dicha coyuntura tan complicada, hizo posible que un personaje disruptivo y antisistémico como Bernie Sanders, más identificado con la socialdemocracia europea que otra cosa, atrajera a una gran base de simpatizantes. A la poste, dichas personas se convierten en pequeños donantes y el gran motor financiero de su campaña.
Bernie Sanders es, sin exagerar, un idealista que llamó la atención durante el largo proceso electoral rumbo a noviembre, fecha en la que Estados Unidos elegirá a su nuevo presidente.
“Sanders despunta por sus críticas a las grandes corporaciones y su mensaje netamente izquierdista, algo sorprendente para muchos en un país como Estados Unidos, en el que el vocablo socialista es casi sinónimo de terrorismo y subversión”, se lee en uno de los primeros esbozos publicados cuando apareció en la campaña y se convirtió en un serio desafío para la puntera, Hillary Clinton.
SIMPATIZANTES, ¿DESCOBIJADOS?
Después de mucho meditarlo y no sin reticencias tanto personales como de quienes lo siguen, Sanders ha desistido en su intento por ser el abanderado del Partido Demócrata; esta semana hizo público su apoyo a Hillary Clinton pues en ocasiones la política, más que la suma de ambiciones e ideales, es cuestión de pragmatismo.
Además, a Sanders no le alcanzan los votos, ni el dinero ni los apoyos. De entre los males, eligió el menor: apoyar a Clinton. Negarse hubiese equivalido a allanarle el camino a Donald Trump, antítesis de todo aquello por lo que ha luchado a lo largo de su vida el senador de Virginia.
Ahora le toca a Hillary Clinton no descobijar a los millones que arroparon a Sanders. Le corresponde escucharlos y tratar de hacer realidad muchos de sus sueños, anhelos y esperanzas.
Y es que si un problema tiene Clinton, es precisamente su incapacidad manifiesta de conectar anímica e ideológicamente con los jóvenes y los desconfiados del “establishment”, esos que no se sienten escuchados ni tomados en cuenta por Washington. La gente común que se parte la crisma todos los días, pues. A esos, los amigos de Bernie Sanders, a esos les tiene que hablar y cumplir Hillary Clinton.
Son pocos, probablemente estarán equivocados pero después de mucho arar por el desierto, quizá por primera vez en su vida encontraron en un hombre atípico, testarudo y soñador con 73 años a cuestas, a esa voz que los inspirara, a un liderazgo a quien seguir.
Nos leemos en Twitter y nos vemos por Periscope, sin lugar a dudas: @patoloquasto