A principios de los años 90, aunque odio hablar del "siglo pasado", se vivían tiempos convulsos en la federación mexicana de futbol. El grupo comandado por Televisa había postulado para la presidencia a Enrique Borja y todo mundo suponía que, al estilo del viejo priato, arrasaría en las elecciones.
Sin embargo, se durmieron en sus laureles y el grupo opositor operó y en serio para obtener la mayoría que los colocaría en la máxima silla del balompié nacional.
Su gallo era Francisco Ibarra, directivo del Atlas y el poder tras el trono un hombre inteligente y sagaz: Emilio Maurer, propietario del Puebla.
Aquello estaba tan enconado que se recurrió a la compra de votos y al dueño del Irapuato le ofrecieron el oro y el moro por su valiosísimo sufragio.
Recuerdo que la asamblea tuvo lugar un lunes pero la noticia, -piensen mis jóvenes amigos que no había internet, redes sociales ni todas estas madres modernas que sólo sirven para incomunicarnos-, se supo hasta el día siguiente.
El influyente diario deportivo ESTO publicó a ocho columnas: "PERDIERON", refiriéndose obviamente a los grandotes detentadores del poder.
Esto trajo una ruptura pero los nuevos dirigentes se dieron a la tarea de internacionalizar el futbol mexicano.
Trajeron a la dirección técnica del tricolor a César Luis Menotti, campeón del mundo con Argentina, consiguieron participar en la Copa Libertadores, aunque fuera por la vía de una eliminatoria previa de los clubes mexicanos y como cereza del pastel, la invitación a jugar en la Copa América, el más antiguo torneo que se realiza en la faz de la tierra.
Para esa histórica ocasión, la selección era ya dirigida por mi querido doctor Miguel Mejía Barón y el torneo se jugaría en Ecuador.
México arrancó perdiendo con un gol dudosísimo que fue bautizado como el "fantasma de Machala", concedido ante Colombia por el juez uruguayo Jorge Nieves pero calificó a la siguiente ronda. Ahí despachó con claridad a Perú y en semifinales, enfrentó al anfitrión bajo un aguacero en Quito y llegó a la gran final.
Ahí los esperaba Argentina, con quien habían empatado en la fase de grupos. El partido resultó extraordinario en todos los sentidos y México cayó por sus propios errores y el olfato goleador de Gabriel Omar Batistuta.
¿Por qué traigo esto al presente? Porque podría darse en esta Copa América Centenario una reedición de aquella finalísima.
Claro que falta mucho trecho por recorrer y uno de los errores que se han cometido históricamente con la selección es futurear antes de jugar los partidos.
En los mundiales ya se está vislumbrando contra quién será el ansiado quinto partido y no se ha ganado el cuarto.
Por ello, recomiendo mesura y que el tricolor se bata con denuedo ante Chile, en un juego de polendas y luego saque de la competencia al que le toque en semifinales. Luego ya veremos.
Apbcarter_1@hotmail.com