No cabe duda que esta edición de la Copa América ha tenido de todo. La noche del miércoles durante el juego de semifinales entre Chile y Colombia, literalmente se cayó el cielo sobre Chicago, obligando a tener el medio tiempo más largo de la historia.
Primero fue una tormenta eléctrica sobre la zona en que se encuentra ubicado el "Soldier field" y que obligó a las autoridades del torneo a suspender el encuentro. Luego llovió interminablemente, por lo que se pensó incluso suspender definitivamente el juego y reanudarlo hasta el jueves por la mañana. Se agotaron todos los recursos y afortunadamente para todos, se pudo jugar y definir al otro finalista del certamen.
Lo que quedó claro es que en los Estados Unidos los encargados de la seguridad y de la protección civil no se andan con miramientos. En México, una situación similar en cualquier estadio quedaría en manos del comisario de la Femexfut y de los árbitros, lo que por razones obvias antepondría el interés de continuar el partido a la de preservar la integridad física de los asistentes.
En Chicago funcionó un perfecto sistema de información por medio del sonido local y un nutrido grupo de encargados perfectamente uniformados e identificados, procedieron a vaciar en forma ordenada el inmueble, llevando a la gente a las zonas de protección.
Chile había avasallado a Colombia en los primeros minutos del partido y así se colocó en ventaja de dos goles. Cuando los cafetaleros empezaban a dar señales de vida, se acabó el primer tiempo y vinieron los incidentes que pudimos observar.
Para la segunda mitad, aquello era una alberca y las entradas fuertes, tomando como pretexto la lluvia, menudearon. Luego vino la expulsión del colombiano Carlos Sánchez y la contienda quedó definida.
Se reedita la gran final de hace un año en Santiago entre Chile y Argentina. Los andinos tienen un día menos de descanso y la desventaja de haber "jugado", así entre comillas, por espacio de 5 horas entre los calentamientos, el descanso interminable, la tensión de saber si se reanudaría el juego o no y el tiempo normal de partido.
Por ello doy como favorito a la albiceleste. Independientemente de que, por razones de tipo sentimental, los mexicanos en su mayoría deseamos ver lavada la afrenta infligida en Santa Clara por la "roja".
Bueno sería recordar que en la final, en caso de empate, se tienen que jugar tiempos suplementarios de quince minutos cada uno y si la igualdad persiste, entonces proceder a ejecutar tiros desde el manchón de penal.
Si así sucediera, encuentro otra ventaja para los dirigidos por el "tata" Martino ya que el tema físico será fundamental.
En el llamado "partido que nadie quiere jugar" se enfrentarán Estados Unidos y Colombia en el infierno que es Phoenix, Arizona. Voy con los gringos.
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