Se dio cerrojazo a la Copa América Centenario con un partido típico de este tipo de torneos. Cerrado, rasposo, sin conceder un ápice de terreno, lleno de roces, faltas e incidentes pero con una calidad tremenda fruto del talento de inconmensurables figuras.
Las fallas de los delanteros, como la de Gonzalo Higuaín cuando el partido era joven, los aciertos de los arqueros, como la atajada de Claudio Bravo en el momento que nos aprestábamos para los tiempos extras y la falta de precisión en la última jugada, obligaron a que la definición se diera con el drama de la serie de penales.
Todo rememoraba la gran final jugada en Santiago de Chile hace casi un año, cuando los andinos doblaron a la albiceleste y ganaron su primer título oficial en la historia.
Ya todos sabemos lo que sucedió. Para desgracia pampera, su mejor jugador erró a la hora buena el penal que los pondría en ventaja. Luego Lucas Biglia cobró su tiro telegrafiado al portero de la roja y de esa manera se escribió un capítulo más de la ya larga novela que tiene a Argentina postrada, sin poder llevar un trofeo a sus vitrinas.
Hay una realidad que puede parecer evidente pero que debemos decirla: Para perder una final, hay que haber llegado a ella y Argentina lo ha hecho en los últimos tres eventos en que ha participado. Eso por supuesto que no es un asunto menor, sobre todo cuando en todos los encuentros, tuvo inmejorables oportunidades da ganar.
Pero esta Copa América ha cobrado víctimas y ahora se suma la más sensible de todas: Con la frustración de la derrota y el sentimiento de culpa lacerante por haber fallado en su ejecución, Lionel Messi anuncia su renuncia a la selección nacional.
Espero que esta declaración la haya hecho en un mal momento. Ojalá, por el bien del futbol, la "pulga" se vaya de vacaciones, recapacite y entienda que en el balompié de alta competencia se requiere todavía de su genialidad y profesionalismo. Lo deseo de todo corazón.
¡Pero hablemos del campeón, por favor! Chile jugó la Copa América como se debe de hacer, viniendo de atrás y perfeccionando su sistema de partido a partido. El punto más alto lo logró frente a México y en la primera parte ante Colombia en la semifinal. Un detalle fundamental fue el aspecto mental ya que nunca pensaron que enfrentaban a un rival superior o favorito. Ellos se convencieron que a la cancha deberían de saltar como los campeones de América y defender su título con uñas y dientes, cosa que plasmaron de manera puntual.
Tenemos bicampeón, digno y altivo como deben ser los monarcas. Una generación de jóvenes humildes, dispuestos al sacrificio y al trabajo, con un talento innato para jugar al futbol y con una sicología ganadora a prueba de balas.
Larga vida a la selección chilena porque pone de manifiesto que la labor le puede ganar al talento.
Apbcarter_1@hotmail.com
