En esta Copa América Centenario se presenta una oportunidad única e irrepetible para que México sea campeón. Todavía no juegan todos los equipos, pero por lo visto, distan mucho de presentar su mejor versión, cosa que el tricolor sí tiene.
Me tocó el privilegio de transmitir el juego inaugural desde Santa Clara, California, entre el anfitrión Estados Unidos y su similar de Colombia. ¡Qué cosa tan espantosa de partido!
El equipo de las barras y las estrellas no se estancó en el tiempo, sino que ha retrocedido dos décadas. Volvimos a ver al futbolista grandazo, torpe, mecanizado y sin la menor idea de los rudimentos técnicos del juego como pueden ser la conducción y recepción del balón, el golpeo del mismo, el cabecear, la marca, en fin, un desastre. Haga usted de cuenta un equipo de High School, pero malo.
Si el técnico Jürgen Klinsman dirigiera en Latinoamérica, hace ya rato que estaría en su casa mirando los juegos por televisión. Recuerdo que hace 20 años se publicó un plan que, con el desarrollo de la liga incluida, hablaba de ver campeón del mundo a los gabachos en 2018. Pues para mí que ni siquiera van a ir a Rusia y de esta copa los van a echar en la primera ronda.
Pero el esperpento de partido no fue culpa sólo de los gringos, que va, Colombia puso su granote de arena y poco enseñaron de ese futbol que se supone dominan y que tiene al toque de balón como principal virtud. Mucho tendrán que mejorar los dirigidos por José Pekerman si quieren trascender en este torneo.
Jugó también Brasil presentándose ante Ecuador. El equipo de Dunga no encuentra el jogo bonito y parecen más un cuadro de obreros que de aquellos arquitectos que deleitaban incluso al rival.
La verde-amarelha no perdió porque un error arbitral privó a los ecuatorianos de una anotación que parecía legítima en una posible salida del balón.
Queda por ver a Argentina y saber que tan completo viene, aunque por herencia y raza sabemos lo competitivos que son. Ojalá Lionel Messi esté en plenitud física para engalanar el evento.
Al rato juega México en Phoenix. De hecho, escribo esta colaboración rumbo al estadio bajo una temperatura de 44 grados a la sombra. Es decir, cuando usted haga favor de leer esta colaboración, ya conoceremos el resultado del juego ante Uruguay, asunto que comentaremos mañana.
La gran ventaja de este estadio es que tiene un techo retráctil que seguramente permanecerá cerrado, ya que es imposible desarrollar un esfuerzo físico con esta temperatura.
Sale usted del aire acondicionado de la habitación, camina cien metros y queda más perlado que la tapa de una olla.
Finalmente resaltar la dignidad con la que jugó Haití, el cuadro más débil del certamen, ante Perú, cayendo por la mínima diferencia. ¡Suerte para México!
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