— José Mujica
Habitualmente, los discursos pronunciados por los presidentes de México ante el pleno de la ONU merecen escasa -o nula- atención en la prensa extranjera y salvo sus honrosas excepciones, casi siempre pasan desapercibidos.
El año pasado, con jiribilla y dedicatoria a Andrés Manuel López Obrador, el presidente Enrique Peña Nieto advirtió sobre lo que consideraba la “sombra del populismo y la demagogia”. Pocos medios internacionales rescataron sus palabras, pero aquí en México acaparó titulares dada la coyuntura política y el proceso sucesorio adelantado que vivimos. El pleno de la ONU no es sitio para saldar vendettas políticas, pensé en aquél entonces.
Sin embargo, el último mensaje que dio el titular del Ejecutivo hace unos días en Nueva York merece atención pues implica un cambio, si bien tímido, en la política del Gobierno de la República respecto a las drogas.
“Como presidente de México, en esta sesión especial doy voz a quienes ahí expresaron la necesidad de actualizar el marco normativo, para autorizar el uso de la marihuana para fines médicos y científicos”, aseveró Peña Nieto en el marco de la Sesión Especial Sobre el Problema Mundial de las Drogas celebrada en Naciones Unidas.
Lo vertido por el mandatario probablemente se quede corto -desde Los Pinos indican que Peña ahondará en su decálogo-, pero sin duda implica un avance si lo comparamos con el discurso que venimos escuchando desde hace más de cuatro décadas.
Varios infieren que el gobierno sabe que el modelo prohibicionista ha fallado. De hecho, el presidente reconoció que dicho esquema no ha inhibido ni la producción, ni el tráfico ni el consumo de estupefacientes, por lo que se debe transitar hacia una “eficaz” regulación.
Además, Peña se pronuncia por un enfoque distinto que no criminalice a los consumidores pero sí combata a los criminales, es decir, a los narcotraficantes.
El concepto de las drogas como un problema de seguridad nacional y la subsecuente política de cero tolerancia al consumo, distribución y venta, fue establecido por el entonces presidente de Estados Unidos, Richard Nixon.
Pese a que un grupo de especialistas en la materia (la Comisión Shafer) determinó hacia 1972 que el alcohol era más peligroso que la marihuana y que el uso personal de esta última debía ser descriminalizado, Nixon le declaró la guerra a las drogas e influyó en la política que habrían de seguir sus predecesores, desde Gerald Ford hasta Barack Obama.
La discusión sobre enervantes y de qué manera abordamos un asunto complejo con miles de aristas y asegunes, es algo que ya no podemos ni debemos postergar. En palabras del propio presidente: “El narcotráfico sigue siendo una de las actividades más lucrativas del crimen organizado y un factor decisivo para su expansión trasnacional”.
En diciembre pasado, tras el inicio de los foros nacionales en la materia, Peña Nieto habló de las inquietudes de sus hijos respecto a la mariguana, poniéndolos así a modo de ejemplo.
“Oye papá, ¿quiere decir que pronto, entonces, nos vamos a poder echar un churro aquí, delante de ustedes? Les he dicho no: no se confundan. Se abre un debate, y les he expresado mi posición categórica de estar en contra de la legalización de la mariguana”, relató el presidente.
Y efectivamente, dijo la verdad: ahorita ni los hijos del presidente ni los nuestros podrán echarse un churro -por lo menos de manera legal- pero el debate está sobre la mesa y ha llegado el momento en que todos, desde sociedad civil hasta gobierno, nos planteemos cualquier pregunta o inquietud respecto al tema, no importando lo incómoda que pueda ser.
Las soluciones no son sencillas, pero el futuro de las generaciones venideras radica en gran medida, en que se las podamos ofrecer.
Nos leemos en Twitter y nos vemos por Periscope, sin lugar a dudas. @patoloquasto
