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Cayendo a pedazos

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LUIS F. SALAZAR WOOLFOLK

Contrario a lo que opina la Secretaría de infraestructura del Gobierno del Estado de Coahuila, el colapso del paso a desnivel denominado Villa Florida de la ciudad de Torreón, es por definición un tema de contenido político.

Como es del conocimiento del público, el viernes pasado colapsó el paso vehicular referido que fue obra de Carlos Salinas de Gortari, al amparo del denominado Plan Nueva Laguna. Años después bajo el régimen de Humberto Moreira, el mencionado puente fue objeto de una reforma estructural que implicó la construcción de un paso deprimido, justo en la base del puente original.

El resultado fue un elemento de vialidad de tres pisos que desde el inicio fue cuestionado como parche mal pegado, por la complejidad de la circulación, lo reducido de los espacios y la precariedad de sus retornos. El triple desnivel ha sido desde su modificación un cuello de botella, para los vehículos que pretenden acceder al Libramiento Periférico hacia el oriente, procedentes de la Carretera a San Pedro.

En un principio la caída del puente apenas mereció la atención de las autoridades, debido a la tendencia del moreirato a minimizar los problemas y voltear para otro lado; hasta la noche del sábado, en que un motociclista murió impactado contra un muro de concreto que fue colocado para desviar el tránsito, lo que ofreció la oportunidad para que Riquelme culpara a la víctima porque según aseguró: "había iluminación y señalización preventiva suficiente…".

Lo ocurrido ha merecido el reclamo y la desaprobación de diversos protagonistas de nuestra vida pública, como es el caso de algunos organismos de Iniciativa Privada, incluido el Colegio de Arquitectos.

Los reclamantes piden con razón que se practique un peritaje técnico calificado e imparcial que determine las causas del colapso y en su caso se finquen responsabilidades, haciéndose eco del justo reclamo de una comunidad que ve como la ciudad en que vivimos literalmente se cae a pedazos frente a nuestros propios ojos. Los torreonenses exigen que la investigación y el dictamen pericial, queden en manos de profesionistas independientes del gobierno.

A la justa petición de los gobernados, el moreirato responde con regaños como siempre. La Secretaría de Infraestructura del Gobierno de Coahuila se refiere al colapso como "deslizamiento de lozas…" y enseguida vocifera en tono grosero enfrentando a los críticos a los que califica como "personas que no tienen nada que hacer", que "no tienen en que entretenerse…", confirmando que el súbdito a la medida del régimen de Moreira y Riquelme, es el que se entretiene en la Plaza Mayor con la onda grupera.

En lugar de ofrecer una explicación y aportar una propuesta de solución, la Secretaría de Infraestructura dice: "quiero dejar bien claro que estamos aquí porque es nuestra responsabilidad, no porque alguien nos lo esté exigiendo…". Con lo anterior la funcionaria hace patente que el gobierno que representa no tiene ni ojos ni oídos para los ciudadanos y enseguida añade: "el problema estructural del puente no puede ser un tema político, es de carácter técnico…".

La Secretaría se equivoca. Si aceptamos la definición de Administración Pública como la actividad del estado que tiende a la satisfacción de las necesidades colectivas y aceptamos que dicha función está a cargo del Poder Ejecutivo en cada nivel de gobierno, tenemos que admitir como conclusión que el colapso del puente Villa Florida, el desabasto ancestral de agua, el niño ahogado en la alcantarilla, el alumbrado público caro y mediocre, la destrucción del pavimento, el motociclista estrellado contra señales de tránsito improvisadas, y demás lacras que nos ofrece el día a día en nuestra ciudad, son un problema político.

El problema de Coahuila y de Torreón en particular es de mal gobierno y por tanto es un problema político. La deuda pública y el megarobo que implica es un problema político no sólo económico; el fraude a los maestros en sus pensiones es un problema político no sólo aritmético; los servicios públicos mediocres constituyen un problema político no sólo administrativo; la falta de médicos y medicinas entraña un problema político no sólo de salud; el crimen rampante que nos acosa es un problema político no sólo estadístico; la suciedad generalizada en calles y banquetas es un problema político no sólo de limpieza; la pésima infraestructura urbana que padecemos plantea un problema político no sólo de ingeniería.

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