Símbolo. Ciudad Juárez es un lugar de oportunidades. (GUADALUPE MIRANDA)
Los juarenses y los laguneros comparten una historia similar. La violencia causada por el crimen organizado "dominó" sus vidas por un largo tiempo, pero hoy todo quedó en un "mal recuerdo".
Al menos así lo ve Juan Herrera, trabajador del volante en esta ciudad fronteriza. Cuenta que hace cinco años atrás, ni una fiesta en familia podía celebrarse tranquilamente. "Había como un toque de queda por los malos. Todo tenía que hacerse en silencio y casi a escondidas", dice.
Antes del azote de la violencia "la ciudad era una maravilla sin playas y sin palmeras, como la canción de Rigo Tovar", cuenta don Juan. Pero la historia que comenzó a escribirse desde hace cinco años, es diferente.
Prueba de ello, es que la gente ya puede salir a las calles sin temor y para muestra fue la visita del Papa Francisco a Ciudad Juárez, ya que al término de la misa masiva celebrada en las viejas instalaciones de la Expo Feria, miles de personas tomaron las calles ante el cierre de las vialidades y la falta de transporte.
Y como agradecimiento a la visita de miles de personas de otros estados e incluso de Estados Unidos y Canadá, las familias juarenses regalaban refrigerios a los llamados "peregrinos" para aligerar su paso.
Burritos, galletas, refrescos y botellas de agua era lo que entregaron durante el trayecto a cambio de un gracias.
La percepción no sólo cambió para los juarenses sino también para connacionales y extranjeros quienes ya no ven con temor las calles de esta ciudad.
Pero la herida que dejó la violencia no ha sanado totalmente, pues como en la propia Comarca Lagunera aún hay padres buscando a sus desaparecidos y familias extrañando a sus migrantes.
