— H.G. Wells
Un fantasma recorre el mundo: es el fantasma del moralismo. Muchos pensaban que había desaparecido bajo el avance de las ideas progresistas, pero no: muchos buscan imponer su moralismo sobre los demás mientras agitan banderas supuestamente progresistas.
Lo sabe bien Clarissa, maestra del Instituto Cumbre de Ciudad Obregón, despedida por bailar twerking o perreo, un reggaton provocativo, en una playa de Los Cabos durante sus vacaciones.
En Francia, una Asamblea Nacional supuestamente progresista ha decidido prohibir la prostitución e imponer una multa de entre 1,500 y 3,500 euros no a las prostitutas (o prostitutos) sino a los clientes. Esta disposición ya es ley en Suecia, Islandia y Noruega. Las buenas conciencias en el parlamento francés afirman que lo hacen para proteger a las mujeres, pero quienes han protestado son las propias mujeres a las que están impidiendo mantener su forma de vida.
Un Utah, un estado de la Unión Americana donde prevalece la fe mormona, el congreso local aprobó de manera unánime un punto de acuerdo que no prohíbe la pornografía, pero la clasifica como "un riesgo de salud pública que lleva a un amplio espectro de impactos y daños sociales individuales y públicos". La resolución advierte que "investigaciones recientes señalan que la pornografía es potencialmente adictiva desde un punto de vista biológico".
En su exhortación apostólica Amoris laetitia, el papa Francisco por una parte hace un llamado a no mantener la exclusión de los divorciados de la Iglesia, pero por la otra advierte: "Es irresponsable toda invitación a los adolescentes para que jueguen con sus cuerpos y deseos, como si tuvieran la madurez, los valores, el compromiso mutuo y los objetivos propios del matrimonio." Quizá el sumo pontífice no se ha dado cuenta que ser adolescente es por definición querer jugar con el cuerpo y el deseo de uno y de los demás.
La Ciudad de México se ha vuelto moralizante mientras más se precia de su progresismo. Hemos visto una terrible campaña para acabar no sólo con la prostitución sino con los espectáculos e incluso los masajes eróticos. Esta campaña moralista se presenta con el disfraz de que busca defender a las mujeres de la "trata"; pero las principales víctimas de la campaña son las propias mujeres, bailarinas en muchos casos y quizá algunas prostitutas, y sus compañeras y compañeros de trabajo, como meseros o boleteras, encarcelados con condenas superiores a las de un homicidio por el simple hecho de haber laborado en un establecimiento en que se mostraba un espectáculo erótico.
El ánimo moralista en México se manifiesta también en una prohibición de la pornografía o el erotismo. La Ley de Trata, efectivamente, sanciona "la pornografía" o "las exhibiciones públicas o privadas de orden sexual". No tiene sentido que nos escandalicemos por el moralismo de los legisladores de Utah que aprueban un punto de acuerdo para cuestionar la pornografía cuando aquí la castigamos con penas de 15 a 30 años de cárcel. Lo peor es que mientras la policía y las procuradurías especializadas persiguen a personas que trabajan en lugares de baile erótico, los verdaderos tratantes pueden darse el lujo de seguir llevando a cabo sus actividades.
Es verdad que los argumentos han cambiado. Hoy ya no nos dicen que hay que prohibir el sexo, la prostitución, el baile erótico o la pornografía porque atentan con el pudor y las buenas costumbres. Hoy nos dicen que estas leyes moralistas son necesarias para proteger a las mujeres (de ellas mismas) o para evitar que los jóvenes se hagan adictos a la pornografía. En el fondo, sin embargo, el moralismo es siempre el mismo. Es la imposición que una persona hace a los demás de sus propios miedos y prejuicios.
CALIDAD MALA
Nuevamente ayer la calidad de aire en la Ciudad de México fue mala. No ha habido un solo día desde que se implantó el nuevo Hoy no Circula en que la urbe haya dejado de tener calidad de aire mala. ¿Cuánto más se necesita para demostrar que el programa no funciona?
Twitter: @SergioSarmiento