CERVANTES, 400 AÑOS
En 1925 el escritor español Américo Castro publicó su monumental libro "El pensamiento de Cervantes". Casi medio siglo después, en 1972, lo volvió a editar con numerosas modificaciones que le ayudó a realizar su discípulo Julio Rodríguez-Puértolas.
Explica el autor que en 1916 consideraba que Cervantes "no era sino el maravilloso creador del Quijote, el artista de estilo único", hasta que al estudiar en ese año su concepto del honor quedó deslumbrado y "comenzó a vislumbrar otras posibilidades" que se podían derivar del análisis profundo de la obra cervantina, el cual empezó a planear hacia 1920.
Al llevar a cabo con todo rigor el trabajo que se había propuesto, Américo Castro se pudo dar cuenta cuán equivocados estaban autores como Menéndez Pelayo, quien consideró a Cervantes "apto sólo para percibir, intelectualmente, vulgaridad e insignificancias", o Valera que opinó de él que era "un español más de su época, no de los más cultos, sino de los más vulgares, que no tuvo tiempo de instruirse mucho, y que por milagro del genio tutelar de los grandes vates produjo una maravillosa obra de fantasía", y aun el ferviente cervantista Francisco Rodríguez Marín, quien escribió: "se parecen Cervantes y Colón; ambos murieron sin darse clara y cabal cuenta del valor de sus invenciones".
Pues bien, apenas un año después de publicado su libro, renombrados académicos, como el alemán Karl Vossler, entre otros, reconocieron que gracias al excelente trabajo de Castro se pudo "acabar con el prejuicio extendido que había hecho de Cervantes un inconsciente, irreflexivo genio natural, deficientemente formado", porque hasta entonces nadie "podía creer que un poeta de la originalidad de Cervantes haya podido ser un pensador claro y críticamente educado". El ingenio lego, pues, como se le calificó a los pocos años de publicado El Quijote.
Américo Castro llevó a cabo su análisis de la obra escrita de Cervantes de modo integral, sistemático y profundo, en paralelo con el estudio de las ideas contemporáneas vigentes entre las diversas corrientes doctrinales, para el efecto de establecer las líneas fundamentales del pensamiento cervantino.
Antes, con absoluta razón, hace notar al lector que "páginas espléndidas han sido escritas sobre Don Quijote, mas no sobre su autor". Señala que a decir verdad, contra lo que casi todos suponían, "la cultura de Cervantes es elemento funcional y constituyente dentro de su obra"; que son cosas distintas "la calidad estética de la obra cervantina y su estructura intelectual", sin perjuicio, como lo demuestra, de que "Cervantes es refractario al arte vulgar".
En repetidas ocasiones Castro afirma de Cervantes que "nuestro autor no es ni filósofo ni hombre de ciencia; pero (que) es innegable que se sitúa frente a la vida que le circunda de manera muy definida y consciente". Asimismo que "a lo largo de toda la obra cervantina se manifiesta el afán de formular juicios de todo lo existente, sea ello sacro o profano".
Si bien Castro cree que cuando Cervantes escribió su primer libro, La Galatea, andaba apenas en alrededor de treinta y cinco años, tenía completo ya, sin embargo, su bagaje intelectual; afirma que "si reflexionamos sobre la tonalidad general (de su pensamiento)…habremos de reconocer que el neoplatonismo se halla en la manera de concebir la vida", que su doctrina es de corte naturalista sustentada en las ideas de Erasmo de Rotterdam, de quien fue fiel seguidor.
En fin, Américo Castro señala que "el lector irá viendo que, en conjunto, la obra de Cervantes supone lecturas vastísimas, y gran meditación sobre problemas esenciales de la cultura contemporánea". Y casi al final de su extenso estudio, en el capítulo de Conclusiones, Américo Castro expresa su asombro de que "un hombre así, hambriento y casi mendicante", haya alcanzado por sí mismo y superando todo tipo de adversidades, un sistema de pensamiento sólido y bien estructurado.
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