CERVANTES, 400 AÑOS
El escritor mexicano Ignacio Padilla, recién fallecido, es autor de una trilogía cervantina. El tercer libro de ésta, publicado apenas cinco meses antes del trágico accidente que le costó la vida, lleva el título de "Cervantes & compañía" y consta de cinco ensayos.
En el ensayo central y más extenso denominado "Versos de Shakespeare y desdichas de Cervantes", Padilla lleva a cabo un ejercicio comparativo de la obra de uno y otro autor, del cual sale muy mal librado el escritor español. Resulta imposible hacer aquí un análisis valorativo integral de ese cotejo efectuado por Padilla. Pero al menos de un aspecto sí. Aunque tiene éste el inconveniente del manejo, tal vez excesivo, de datos numéricos.
Por cierto, a propósito de números, en otro de esos ensayos, "La aritmética de Cervantes", Padilla vuelve a la carga contra el alcalaíno al decir de él que se trata de "un ser imperfecto, en conflicto, lleno de errores, a veces un patán", a quien sus panegiristas -dice- han salvado de la acusación de haber dispuesto de dineros del erario público con el argumento de que su "único defecto fue no ser precisamente ducho en aritmética".
Pues bien, al hacer el contraste entre las obras de Shakespeare y de Cervantes, Padilla afirma de este último que tenía menor riqueza léxica e inventó menos palabras que el escritor inglés. Sin citar las fuentes de donde toma los datos, escribe al respecto lo siguiente:
"De Shakespeare se disputa todavía si su vocabulario comprendía 17 mil o 29 mil voces, ello deducido de un total de 884, 421palabras presentes en sus obras, más de una escrita en colaboración. Se reconoce que el dramaturgo (es decir, Shakespeare) inventó o incorporó a la lengua inglesa unas 1,700 palabras. De la obra completa de Cervantes no conozco -escribe Padilla- conteos similares, aunque puede calcularse que sus obras suman aproximadamente un millón de palabras. Sólo del Quijote, que cuenta oficialmente con 381,104 palabras, se deduce una riqueza léxica de 22,939, aunque sólo un centenar de términos habrían sido inventados o incorporados por Cervantes a la lengua española" (ob. cit., págs. 19-20, nota)
Llama la atención que Padilla atribuya a Shakespeare un vocabulario de entre 17 y 29 mil palabras. ¿Habrá acaso caído en la cuenta de que un rango así, tan amplio, entre una y otra cifra, es sólo indicativo de la poca seriedad y rigor del cálculo que maneja? Suponiendo que fuera el promedio de ambas cifras, éste sería de 23 mil palabras, cifra casi igual a las 22,939 que Padilla atribuye a Cervantes.
Asimismo es curioso que Padilla haga la referida comparación y al mismo tiempo escriba que de "la obra completa de Cervantes no conozco conteos similares", amén de señalar que El Quijote cuenta "oficialmente" con 381,104 palabras. ¿De dónde sacaría este dato que llama "oficial"? El único que conozco corresponde al cómputo de principios de la década de los años 60 (cuando no se disponía de los enormes avances técnicos en materia informática que hoy se tienen) hecho por el español Carlos Fernández Gómez, quien contó 378,486 palabras, cifras ambas casi iguales.
Para tener el panorama completo, Fernández Gómez registra 8,622 diferentes voces las que usa Cervantes en El Quijote y 12,372 en su obra completa, sobre un total de 1'057,114 palabras.
Por su parte, a principios del siglo XX el jesuita Julio Cejador y Frauca encontró en El Quijote 9,362 diferentes palabras "diccionariables". Es evidente que uno y otro autor aplicaron en su cómputo criterios diferentes y para el de Shakespeare citado por Padilla, probablemente también, como lo indica el hecho de que el vocabulario shakespereano se hace oscilar entre 17 mil y 29 mil palabras, que por cierto Cejador y Frauca hace consistir en "unas 15,000".
