LeBron James volvió con los Cavaliers para tratar de darle a la ciudad, su primer título profesional en más de 50 años.
Los baches han sido tapados. Unos cuantos nuevos hoteles de lujo se ven en el horizonte. Flores y árboles parecen haberse abierto paso por el cemento, coloreando el centro de la ciudad.
Cleveland, al alza de nuevo después de décadas de declive, está lista para recibir una fiesta (la del Partido Republicano).
Pero antes de la esperada nominación de Donald Trump durante la convención nacional partidista en julio, podría darse una celebración parecida a ninguna otra, una juerga de verano que ponga fin a la agonía.
Mientras LeBron James y los Cavaliers están de regreso a la final de la NBA, pero enfrentando una complicada desventaja de 2-0 después de haber sido avergonzados por Golden State en el segundo encuentro de la serie. Cleveland tendrá otra oportunidad de acabar con una sequía de 52 años de títulos para equipos profesionales. Los aficionados sueñan con abrir botellas de champaña.
"Esperemos que suceda, este es el año", declaró Jim Brown, corredor de Salón de la Fama de la NFL que ayudó a los Browns a ganar el último título que ha visto la ciudad, el 27 de diciembre de 1964.
La sequía deportiva de la ciudad (los Cavaliers, Browns e Indios han sumado en conjunto 144 temporadas sin coronarse) y los momentos en que estuvieron a punto de alzar un trofeo en jugadas apodadas como "La Serie" y "El Balón Suelto" se han convertido en algo que quienes no viven aquí mencionan cada vez que Cleveland es noticia. El discurso a nivel nacional suele ser algo como esto: la pobre y lamentable Cleveland, donde el río una vez se incendió, el invierno nunca termina y el segundo lugar es a lo más que se puede aspirar.