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Comercio exterior: instrumento laboral

JULIO FAESLER

Por razones que sean, el crecimiento económico de nuestro país está aletargado. Las explicaciones menudean, especialmente la que quiere confirmar la íntima relación que existe entre el ritmo de la economía de Estados Unidos y el nuestro. Desde la entrada en vigor del TLCAN esto es muy argüible.

¿Queremos que así sigan las cosas? Es cuestión de óptica. Es útil recordar que el TLCAN nació de la convicción que era necesario aprovechar en todo su potencial el mercado y riqueza tecnológica de Estados Unidos para dinamizar la vida económica y social mexicanas para lo cual había que replantear nuestra relación con ese país.

El resultado excedió toda expectativa. Los intercambios con el vecino al norte se multiplicaron y la inversión en nuestro país, no sólo norteamericana sino europea y asiática se expandió. La creación de empleos fue evidente en las ensambladoras y después en la misma industria fabril.

El proceso gradual de ocupación de actividades manufactureras, bancarias, de servicios tecnológicos y hasta comerciales llevó nuestro rumbo economico a quedar definido por intereses extranjeros que materializaron vastas oportunidades. Gracias al TLCAN, extendieron sus horizontes mucho más allá del mero mercado mexicano.

El que la balanza comercial de México haya resultado habitualmente negativa no importó a las autoridades financieras mexicanas. La apertura del mercado dicta que las importaciones de componentes e insumos, aunque significaran un bajo contenido nacional de nuestras manufacturas, no debía preocupar puesto que se incorporaban a la creciente exportación que ahora alcanza casi mil millones de dólares diarios.

Esta visión del desarrollo implicó, y sigue limitando la creación de empleos por encima de lo que las maquiladoras requieren. Pero un desempleo en aumento resultante de una activa demografía, que ya contabiliza 120 millones de ciudadanos, ha agudizado los índices de pobreza y recalcado la inquietud social que se derrama en violencias cotidianas.

El gobierno lanza programas tardíos como remedios: énfasis en "cadenas de producción o valor" que hace años se ha sugerido, planes de desarrollo regional que hace años se han anunciado, creación de Zonas Económicas Especiales sin directivas integradoras o bien un nuevo llamado a la acción de nuestros cónsules y embajadores para atraer inversiones.

Falta en estas estrategias la vinculación de la promoción del comercio exterior con el empleo. Las decisiones que las Secretaría de Hacienda y la de Economía toman con la de Relaciones Exteriores sobre la promoción del comercio exterior con estímulos fiscales y otros apoyos afectan la creación y protección de nuestros empleos que es una máxima prioridad nacional.

Hay instrumentos públicos que alistan apoyo del gobierno para vencer o compensar los obstáculos que autoridades extranjeras imponen al acceso de nuestros productos a sus mercados. De igual manera la Secretaría de Economía intenta, con procedimientos que contrarresten maniobras desleales de comercio de competidores extranjeros, defender al productor mexicano. En casos más complejos, se apoya una empresa mexicana para vencer la competencia comercial extranjera que goza de una estructura de costos más baja que la nuestra. Es aquí donde se trata de fortalecer la capacidad comercial de la empresa mexicana y defender los empleos en peligro de despido.

El contorno económico mundial cada vez más competido no es ni lógico, ni correcto, que las decisiones de comercio exterior se diriman y se tomen fuera del contexto laboral en que están inmersas.

Es inexplicable, pues, que si la promoción y protección del empleo en mucho dependen del éxito o fracaso de nuestros intercambios comerciales, la Secretaría de Trabajo no participe en los órganos que deciden la suerte de nuestro comercio exterior.

El asunto requiere un pronto ajuste a la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal para que en los artículos que describen las funciones de las Secretarías de Economía y la de Hacienda se disponga que en materia de comercio exterior sus decisiones siempre se tomen en consulta con la Secretaría del Trabajo y Previsión Social.

Hasta que no tengamos una satisfactoria articulación del comercio exterior con la defensa de nuestros intereses laborales, no podremos hablar de una política integral de comercio exterior.

Juliofelipefaesler@yahoo.com

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