La explosión en el mercado San Pablito en Tultepec, Estado de México, que ha dejado hasta el momento un saldo de 35 personas muertas, puso una vez más en evidencia las fallas en el sistema de protección civil en México.
Del trágico acontecimiento, llama la atención que de forma persistente las autoridades encargadas de inspeccionar el inmueble de la llamada "capital mundial de la pirotecnia" certificaron la seguridad del mismo. Incluso, una semana antes se atrevieron a asegurar que el mercado San Pablito era el "más seguro de Latinoamérica" y que no había posibilidad de que ante un incidente se desatara una reacción en cadena, que fue precisamente lo que ocurrió.
Las primeras investigaciones y los videos previos a la explosión que han sido revisados arrojan que la seguridad en el mercado distaba mucho de ser, ya no digamos la óptima, sino al menos la mínima necesaria. ¿Qué pasó, entonces? ¿Quién o quiénes no hicieron su trabajo?
Como suele ocurrir luego de este tipo de catástrofes, surgieron las voces críticas que exigen castigo para los responsables. Senadores de oposición acusaron al gobierno del priista Eruviel Ávila de corrupción bajo la hipótesis de que sus funcionarios de Protección Civil permitieron deliberadamente a los locatarios del mercado operar sin las condiciones mínimas de seguridad.
Mientras las investigaciones concluyen y se fincan las responsabilidades, hasta ahora las autoridades estatales y federales se han concentrado en rescatar los cuerpos, atender a los heridos, apoyar a los familiares y prometer la reconstrucción del mercado, esperemos que ahora sí como la seguridad necesaria.
En otras entidades, como en Coahuila y Durango, los gobiernos estatales y municipales han reforzado sus operativos contra la venta ilegal de pirotecnia e, incluso, han llevado a cabo decomisos de artefactos de pólvora. Es decir, el mismo guión que se sigue luego de que se presenta una tragedia de cualquier tipo.
El problema es que la pirotecnia continúa produciéndose, transportándose, distribuyéndose, vendiéndose y usándose de forma insegura e irregular. En este mismo año, el Coliseo Centenario, uno de los principales centros de espectáculos de la ciudad, ardió en llamas debido al mal uso de fuegos de artificio en su interior.
En estos mismos momentos, existen cuentas en Facebook a través de las cuales en La Laguna se comercia la pirotecnia lejos de la mirada de las autoridades. Además, a pesar de todas las recomendaciones oficiales, cada madrugada de 25 de diciembre y 1 de enero ya es costumbre escuchar las detonaciones de quienes consideran que el festejo de estas fechas debe ir acompañado de explosiones y que no reparan en los riesgos que implica el manejo de estos artefactos.
Es urgente que luego de lo ocurrido en Tultepec, las autoridades de los tres niveles de gobierno se dediquen a hacer cumplir la ley en el manejo de explosivos, en aras de la seguridad de la ciudadanía y para romper el círculo que parece tenernos condenados al desastre.