En ciertos círculos se dice que el 91 % de las estadísticas son falsas, incluyendo esta misma frase, por supuesto. Una vieja discusión, la cuestión nunca resuelta de cómo damos cuenta de lo que sucede en nuestro entorno, cómo nos comunicamos, cómo decimos lo que queremos decir para actuar coordinadamente y en consecuencia.
El tema se hace nuevamente relevante porque el pasado 15 de julio el Instituto Nacional de Estadística Geografía (Inegi) hizo públicos los resultados del Módulo de Condiciones Socioeconómicas (MCS-2015), instrumento que sirve al Consejo Nacional de Evaluación de la Política del Desarrollo Social (Coneval) para medir la pobreza en México.
El número de mexicanos en condición de pobreza multidimensional pasó de 55.3 millones en 2014 (46.2 % de la población) a 44.5 millones (36.7 %) en 2015. 10.8 millones de mexicanos dejaron de ser pobres en un año. La mejoría no se debe al éxito de las políticas de combate a la pobreza, aplicadas en nuestro país desde hace décadas. Las causas son de otra naturaleza, el Inegi comenzó a aplicar, para mejorar dicen, pero sin advertir previamente del cambio, diferentes criterios para captar el nivel de los ingresos de las familias mexicanas.
Las reacciones a tales cifras no se hicieron esperar. Académicos y organizaciones de la sociedad civil manifestaron su rechazo al sorpresivo cambio de metodología. Entre otras razones, además de hacer aparecer como por arte de magia la disminución de pobreza, argumentan se hace inviable la comparación de esta medición con las efectuadas en años anteriores. Es imposible saber si la lucha contra la pobreza muestra una evolución positiva o no.
Coneval mismo reclamó a Inegi la operación sin advertencia del cambio. Rodó la cabeza de Miguel Juan Cervera Flores, hasta entonces director de Estadísticas Sociodemográficas del Inegi quien se vio obligado a renunciar al persistir los reclamos.
Más grave aún, 70 mil millones de pesos del Fondo de Aportaciones a la Infraestructura Social (FAIS) quedan en suspenso. La Conferencia Nacional de Gobernadores le (Conago) encargó a la Secretaría de Desarrollo Social la elaboración del MCS-2015, pagó para ello 154 millones de pesos. Tarde y mal José Antonio Meade, titular de Sedesol, también salió a la palestra a defender los cambios.
Por lo pronto y para no extender el pleito entre familia los organismos aludidos anunciaron, en un comunicado conjunto, que no darán a conocer la medición de la pobreza 2015, sino hasta que hayan articulado la metodología para hacer posible la compatibilidad de estas mediciones con las históricas.
María Amparo Casar, economista y aguda analista argumenta a favor de los cambios. Señala que el ajuste realizado a la metodología empleada por el Inegi sigue la tendencia a estandarizar los cánones nacionales a los empleados internacionalmente. Así se hizo, y con el aplauso de la opinión pública, con los indicadores empleados para evaluar los derechos humanos, la justicia, la corrupción, la seguridad, porque los mexicanos sospechamos siempre que el gobierno pretende engañar al pueblo y al mundo entero con cifras optimistas.
El objetivo último del cambio, continúa la analista, sería corregir la captación del ingreso en los hogares. Cuando se realizan las encuestas, las familias pobres reportan menos ingresos de los reales, por temor a dejar de recibir transferencias gubernamentales. Adicionalmente los sectores con más altos ingresos también subdeclaran sus ingresos, esta falla es particularmente notable para el cálculo de la desigualdad.
Por supuesto que la sospecha actúa en el ánimo de los líderes de opinión pública y sobre la gente de a pie. Además del desprestigio bien ganado de los actuales representantes gubernamentales que nos toca padecer como municipio, estado, país, se articula esta discusión con la expansión de la noción de democracia que el mundo occidental ha contemplado en las últimas décadas. De una democracia meramente electoral, a través de un proceso social realmente lento, se va conformando una democracia de ciudadanos.
La discusión y el debate son dimensiones inherentes de una sociedad sana, son elementos fundamentales que circulan por las venas de una sociedad vigorosa. La discusión recorre las venas de las sociedades, las limpia de tercas inercias, habilita al ciudadano con argumentos, lo fortalece. Un dato de esta naturaleza no queda como un dato más para las estadísticas, es parte del debate sobre los destinos de la propia colectividad. Obedecer en silencio al cacique en turno deja de ser, gradualmente, la única posibilidad.
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