El Senado brasileño aprobó ayer la destitución definitiva de la presidenta Dilma Rousseff por una aplastante mayoría de 61 votos frente a 20, con lo cual el gigante sudamericano deja atrás 13 años de gobiernos de izquierda emanados del Partido de los Trabajadores (PT), y da un giro a la derecha con la investidura de Michel Temer.
No obstante, en una decisión inesperada de la Cámara alta, Rousseff no será inhabilitada y podrá desempeñar otros cargos en la función pública en el futuro.
El Senado consideró que la ahora expresidenta cometió "delitos de responsabilidad" por las supuestas maniobras para maquillar las cuentas públicas.
Tras conocerse la votación, Rousseff habló a sus partidarios y dijo que con su destitución se había consumado un "golpe de Estado" en Brasil.
En las calles, apenas unos cientos de personas celebraron el final del ciclo del PT, mientras que en Río de Janeiro y Brasilia, por el contrario, las movilizaciones fueron en apoyo de la expresidenta.
En el mundo las reacciones fueron encontradas. Mientras gobiernos de países como Argentina y Estados Unidos manifestaron su respeto a la decisión del Senado, otros como el de Cuba y Nicaragua criticaron el "golpe parlamentario".
Al asumir la presidencia, Michel Temer, propuso un diálogo con todos los sectores políticos.
