En la actualidad, 62 millones de niñas en el mundo no tienen acceso a la educación formal. Estas niñas no reciben en absoluto ningún tipo de educación ni apoyo para desarrollar habilidades básicas para ayudarse a sí mismas, a sus familias y a su país.
Este problema es, indiscutiblemente, cuestión de falta de asignación suficiente de recursos materiales. Becas para solventar las cuotas, uniformes, transporte y útiles escolares, suficientes escuelas y salones de clase y sanitarios bien equipados, todo ello, es esencial para afrontar la crisis de educación de las niñas.
Educar niñas en zonas conflictivas y de extrema pobreza en donde además, las enfermedades y otros problemas agravan aún más la situación, implica fuertes inversiones. Sin embargo, la sola asignación de recursos suficientes no garantiza la solución completa del problema.
Los recursos económicos invertidos en la educación son insuficientes si no se desarrollan al mismo tiempo oportunidades para que esas niñas, en su momento, puedan acceder a integrarse a la fuerza de trabajo para conseguir un trabajo digno y remunerador para apoyarse a sí mismas y a sus familias, de lo contrario, los propios padres de familia, en su lucha diaria contra la pobreza, no considerarán atractivo enviarlas a la escuela.
En el mundo existen antiguas leyes y prácticas que silencian, degradan y brutalizan a las niñas -desde mutilación y corte de genitales hasta matrimonios forzados con gente adulta o anciana- y leyes que permiten la violación marital y la desigualdad de oportunidades para las mujeres en el trabajo.
El cambio legal y cultural es posible, lo hemos visto en muchos países, incluyendo el nuestro. Hace más de cien años, las mujeres no podían votar; hace algunas décadas era legal que las empresas se negaran a contratar mujeres y la violencia familiar no era vista como un crimen, sino como un asunto meramente familiar. Pero gracias a mucha gente valiente en cada generación -hombres y mujeres- se lograron cambiar estas prácticas.
Cambios como los mencionados en el párrafo anterior han fomentado que los países inviertan más en la educación de las niñas. Está demostrado en las estadísticas que las niñas que reciben educación se casan a una edad mayor que el promedio, tienen un menor índice de mortandad maternal e infantil y son menos propensas a contagiarse con el virus del Sida. Adicionalmente, las mujeres educadas ganan sueldos más altos comparados con las que no lo son y el trabajo de las mujeres en las empresas aumenta el Producto Interno Bruto del país y el ingreso per cápita.
Una mujer educada tiene más posibilidades de ser una mujer saludable, con independencia financiera, es segura de si misma y con alta autoestima, y está mejor preparada para satisfacer sus necesidades y hacer realidad sus aspiraciones, además de estar preparada para defenderse contra leyes injustas y prácticas y creencias culturales que las dañan. Todo un círculo virtuoso.
A pesar de todas las dificultades para acceder a la educación, en el mundo hay muchas niñas que asisten a la escuela venciendo muchos obstáculos, pero con una chispa extraordinaria dentro de ellas y hambrientas por realizar sus sueños. Caminan durante muchas horas todos los días para asistir a clases, utilizan el suelo o cajas de madera o cartón como pupitres, al aire libre o en chozas habilitadas como salones de clase. Estudian horas adicionales en su casa y hacen sus tareas aferradas a sus esperanzas en el futuro aun con todas las posibilidades en contra. Todo esto hace que el problema de acceso a la educación sea también un problema moral que debemos atender.
En realidad el problema de falta de acceso a la educación, desafortunadamente, no es sólo de las niñas, de acuerdo con los reportes de la NationalEducationAssociation, del total de niños y niñas que no tienen acceso a las aulas, 45 millones son niños. El problema es muy serio, independientemente de si es o no, un problema de género.
La semana pasada nos brindó un hecho histórico: La visita del presidente de los Estados Unidos a Cuba. Aquí muestro algunos datos estadísticos dados a conocer a Michelle Obama en esta visita: todas las niñas y adolescentes asisten de manera gratuita -y obligatoria- a la escuela hasta el noveno grado. El porcentaje de mujeres en la fuerza laboral cubana es del 48% (en México es de 45%), en 9 de 15 provincias tienen a una mujer al frente del gobierno, en la administración de justicia la mayoría son mujeres, 8 de cada 10 profesionales de educación son mujeres, el Parlamento tiene 48% de mujeres. Cuba es la cuarta nación del mundo con mayor participación femenina.
Las mujeres en Cuba cuentan con todos los servicios médicos gratuitos, la expectativa de vida para ellas es de 80 años, con una de las tasas de mortalidad materna más bajas del mundo. Tienen derecho a una pensión por viudez, una licencia de maternidad con retribución hasta un año después de haber nacido el bebé y derecho a recibir créditos bancarios. Todo lo anterior, a pesar del bloqueo comercial de más de 40 años.
Si a las mujeres les va bien, le va bien a la sociedad entera. Si las niñas y mujeres se educan, tienen más posibilidades de salir de la pobreza y llevar junto con ellas a sus hijos y sus familias. Según el Banco Mundial, Un año de escuela reduce en las madres de familia la mortalidad en un 10%. Las mujeres educadas son más propensas a enviar a sus hijos a la escuela. El incremento de 1% de mujeres que tienen educación secundaria, se traduce en un incremento de ingreso per cápita de 0.3%. La educación aumenta la participación en la fuerza laboral y la productividad de las mujeres.
Todos unidos, hombres y mujeres en cada país de nuestro planeta, tenemos la obligación moral de poner al alcance de las niñas -y también de los niños- un futuro promisorio donde puedan realizar sus sueños.
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