— Tácito
No creo que la corrupción pueda combatirse con una nueva estructura burocrática. El Sistema Nacional Anticorrupción --con su comité coordinador, su comité de participación ciudadana y su secretario ejecutivo-- no hará más que crear una nueva burocracia con su presupuesto, sus puestos de confianza, su sindicato y sus intereses, como todos los demás organismos públicos que se han venido creando para resolver problemas de distinto tipo.
Tampoco creo que la Ley 3 de 3 resuelva el problema. Obligar a una persona honesta a divulgar su declaración de impuestos y su declaración patrimonial no sólo no ayudará a evitar actos corruptos sino que generará nuevas formas de corrupción y hará que la gente recta prefiera no trabajar en la administración pública. Una persona puede haber sido perfectamente honesta en su conducta y no querer que se le desnude y exhiba públicamente.
El gobierno de Miguel de la Madrid pensó también que la manera de combatir la corrupción era crear una nueva oficina burocrática. En 1983 surgió la Secretaría de la Contraloría General de la Federación que fue cambiando de nombre y funciones para convertirse en Secretaría de la Contraloría y Desarrollo Administrativo en 1994 y Secretaría de la Función Pública en 2003. Felipe Calderón la consideró innecesaria en 2009; pero el Congreso, con su amor por las burocracias, no la dejó morir y la mantuvo en estado latente, sin secretario, hasta que la rescató Enrique Peña Nieto, quien designó a Virgilio Andrade como titular. Hoy, en vez de terminar con ella, el ejecutivo y el legislativo han tomado la decisión de crear una nueva burocracia: el Sistema Nacional Anticorrupción.
El nuevo sistema no carece de virtudes. La principal es que reconoce que la corrupción no es un problema sólo del gobierno federal. El nuevo sistema tendría injerencia sobre las administraciones estatales y municipales y supuestamente también sobre el poder legislativo. Estos avances, sin embargo, podrían haberse logrado sin una nueva burocracia.
La corrupción no es un problema cultural, como dice el presidente Enrique Peña Nieto, sino de instituciones. Los mexicanos no portamos un gen de corrupción que desaparece súbitamente cuando viajamos a otros países. Tenemos un problema de instituciones fallidas que el nuevo sistema no podrá eliminar.
La transparencia es el mecanismo fundamental para combatir la corrupción. Pero no la transparencia de resultados, la que supone desnudar a los funcionarios obligándolos a divulgar su patrimonio y declaración de impuestos, sino la de procedimientos. Si todas las transacciones del gobierno estuvieran disponibles en tiempo real en Internet, las posibilidades de corrupción disminuirían de manera radical. Imagine usted que puede revisar por Internet cada pago del gobierno. Eso sí sería un obstáculo para la corrupción.
Otro elemento fundamental es reducir la burocracia. Buena parte de los actos de corrupción es producto del exceso y la complejidad de los trámites. En vez de crear una nueva burocracia, eliminemos cada procedimiento y cada práctica innecesaria. Esto ayudará más a combatir la corrupción que el nombramiento de un nuevo fiscal anticorrupción con toda la burocracia que se creará a su alrededor.
Las soluciones que realmente funcionan en la vida son sencillas y transparentes. El nuevo Sistema Nacional Anticorrupción va en sentido contrario. Aunque quizá el propósito del ejercicio no sea eliminar la corrupción sino crear una nueva burocracia.
RECURSOS SINDICALES
No dudo que los líderes de la CNTE hayan recibido pagos de proveedores, pero esto lo hacen todos los dirigentes sindicales. Muchos líderes aliados del gobierno también podrían ser acusados de operaciones con recursos de procedencia ilícita.
Twitter: @SergioSarmiento