— Muhtar Kent
Estados Unidos está creciendo menos de lo previsto. En el segundo trimestre de 2016 tuvo una expansión trimestral (anualizada) de 1.2 por ciento, según cifras preliminares del Bureau of Economic Analysis (BEA). Si bien el monto es superior al 0.8 por ciento del primer trimestre, resulta bastante más pequeño que el 2.5 por ciento que los especialistas pronosticaban (Financial Times, 30.7.16).
Entre 2012 y 2015 la economía estadounidense creció 2.2 por ciento al año. Si bien es una cifra alta en comparación con otros países desarrollados, resulta decepcionante para las expectativas de los estadounidenses.
México ha tenido un resultado incluso peor. El Inegi ha reportado de manera preliminar una contracción de 0.3 por ciento en el segundo trimestre de 2016. Como en México el Inegi reporta esta cifra sin anualizar, hay que convertirla para hacerla comparable a la estadounidense, lo que da una caída de 1.2 por ciento. En los tres primeros años de gobierno de Peña Nieto, 2013 a 2015, el crecimiento promedio fue de 2.1 por ciento.
Donald Trump y en menor medida Hillary Clinton han tratado de convencer a los votantes estadounidenses que este escaso crecimiento es culpa del comercio internacional. Pero si bien algunas industrias, como la textil, han desaparecido de Estados Unidos como consecuencia de sus altos salarios, la Unión Americana ha aumentado sus exportaciones de productos de alta tecnología, como maquinaria y aviones, a pesar de sus altos sueldos y del fortalecimiento del dólar. La tasa de desempleo de Estados Unidos es de sólo 4.9 por ciento, contra 10.1 por ciento de la zona del euro (The Economist).
Los políticos prefieren no darse cuenta que la razón real del escaso crecimiento no es el comercio internacional sino algunas acciones del gobierno, como mantener impuestos altos o establecer barreras a la inversión productiva. Esto sería tanto como reconocer que ellos son los responsables.
La adquisición de Linkedin, la red social profesional, por Microsoft a un costo de 26,200 millones de dólares sugiere el meollo del problema. Aunque Microsoft tiene más de 100 mil millones de dólares en efectivo, la mayor parte fuera de Estados Unidos, ha decidido contratar un crédito para la transacción. ¿Por qué? La repatriación del capital le obligaría a pagar un impuesto de 35 por ciento adicional al ya cubierto en los países en que generó la utilidad (Bloomberg, 13.6.16). Además, el interés que pagará por el préstamo será deducible de impuestos.
A fines de 2014 las empresas estadounidenses tenían 2.1 billones de dólares en el extranjero (Bloomberg, 4.3.15). Esto es más que todo el producto interno mexicano, que en 2015 fue de un billón 144 mil millones de dólares según el Banco Mundial. Este enorme capital no se repatria e invierte en Estados Unidos porque es demasiado caro hacerlo. Una reforma fiscal que, entre otras cosas, redujera el impuesto corporativo impulsaría de inmediato la inversión y el crecimiento. En cambio, restringir las importaciones aumentaría los precios y reduciría la actividad económica al provocar una baja en las ventas.
En tiempos de crisis o de bajo crecimiento económico siempre surgen populistas que proponen soluciones mágicas, pero rechazan acciones como desmantelar el proteccionismo, eliminar restricciones a la inversión y bajar impuestos. En otras palabras, quieren crecimiento, pero no las medidas que lo producirían.
Daniel Ortega ha dado un verdadero golpe de Estado en Nicaragua al conseguir que el Tribunal Electoral despoje de sus escaños a todos los legisladores de oposición. Quienes protestaron en 2009 por la destitución de Manuel Zelaya por la Suprema Corte de Honduras, hoy guardan silencio.
@SergioSarmiento
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