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Crí-crí en el mes de los niños

Dr. Leonel Rodríguez R.

(Segunda parte)

Francisco fue un observador nato, que degustaba con los ojos cuanto objeto se encontraba en su camino. Mientras muchos lo consideraban un genio, él solamente se describía como un hombre metódico. Como autodidacta, indagó en varias áreas del conocimiento, pero lo que realmente lo apasionó fue la astronomía, disciplina que no pudo ejercer profesionalmente debido a la precaria economía.

En su adolescencia, decidió canalizar su energía en los deportes, así que incursionó en otras áreas que también prometían: boxeo, toreo y natación. A los 17 años, viajó a Nueva Orleans para estudiar lo que se consideraba la carrera del futuro: linotipia, la cual nunca ejerció, pero en cambio se embebió con el alma musical de esa parte de los Estados Unidos, donde el movimiento del jazz, junto con otros géneros musicales que estaban en pleno apogeo, sirvieron también para su formación musical. Como torero, llegó a presentarse con el sobrenombre de El Estudiante, compartiendo cartel en 1932 con matadores como Homero González "El Callao", Juan Chálvez, "El terremoto de Tacuba", y Luis González "Gonzalito". Francisco no solamente tenía el porte de torero, sino el valor y el talento que el arte taurino requiere, pero abandonó de tajo la tauromaquia porque le pareció que era una actividad que carecía de honestidad, un valor que predominó en toda su vida.

Cuando contaba con 19 años de edad, se interesó por la música más en forma y tomó la decisión de aprender, así que pidió permiso para usar la pianola de unos baños públicos de Orizaba. Primero, accionaba el mecanismo y se fijaba donde bajaban las teclas, después ponía los dedos en el mismo lugar. A fuerza de practicar continuamente, aprendió a dominar el teclado y se convirtió en un excelente pianista. Se inició tocando melodías de la época en bares y casas de citas, con sueños que desde luego se encontraban fuera de esas paredes, pero también estaban lejanos a la figura en la que se convirtió, la cual ha trascendido tantas generaciones.

Alrededor de 1930, comenzó a componer sus propias melodías, entre las que había tangos, danzones y foxtrot. De hecho, una de sus obras fue grabada por una banda estadounidense en Nueva York: el foxtrot Montecarlo, del cual ya no queda evidencia alguna. En 1932, el Vate Ruiz Cabañas lo bautizó como "El Guasón del Teclado", nombre con el que se presentaba cuando tocaba en la XYZ. Algunas de aquellas canciones fueron Dorotea, Vengan turistas, Timoleón y Su majestad el chisme.

A principios de 1934, cuando ya gozaba de cierto reconocimiento por su trabajo con música festiva, le solicitó una oportunidad a Emilio Azcárraga Vidaurreta, dueño de una importante radiodifusora. El empresario bajó el ánimo del compositor al hacerle ver que realmente no podía competir con figuras como Agustín Lara y Gonzalo Curiel, pero le dijo: "yo he notado que cuando usted toca sus tonterías, los escuincles se pegan a la radio. Agarre la Marcha de Zacatecas y póngale letra para chamacos. Francisco lo escuchó, pero pensó que era mejor arriesgarse con un trabajo propio. Con un material que consideraba más o menos aceptable, le presentó su número al gerente artístico de la misma emisora. Aunque extrañado, el señor Othón Vélez se mostró abierto para un nuevo estilo y le brindó una oportunidad en la XEW.

Así, el 15 de octubre de 1934, a la 1:15 de la tarde, Gabilondo Soler interpretó las primeras canciones nacidas de su propia inspiración y fantasía: El Chorrito, Bombón 1 y El ropero. Fue un pequeño espacio de 15 minutos sin patrocinador ni publicidad, con poca paga, y además, a prueba. Solamente contaba con su voz y el piano, pero estos instrumentos estaban bien representados por la imaginación que poseía, que era mucha. Inició sin éxito aparente, sin nombre, sin personaje, pero el programa que él mismo creía que sólo duraría algunas semanas, se mantuvo en la radio durante casi 27 años.

Con el programa de radio al aire todos los días, el gerente artístico de la estación sugirió que las canciones narraran las aventuras de algún "animalito". Gabilondo, que ya para entonces contaba con la ayuda de un violinista, el maestro Alfredo Núñez de Borbón, pensó en un grillo y por influencia del francés, decidió llamarlo Cri-Crí, El Grillito Cantor. Quince días después de nacer el personaje, la Lotería Nacional decidió patrocinarlo.

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