(Tercera parte)
Las canciones de Cri-Crí son relatos de las aventuras del Grillito Cantor: En el bosque, Llueve, ¡Al agua todos!, El sillón, En el país de los cuentos, Castillo azul, Bombón, o en lugares lejanos: Chong Ki Fu, Jorobita, Che Araña. Su voz refleja crítica social: La patita, El jicote aguamielero, Jota de la J; describen las costumbres de la época: El ropavejero, La banda del pueblo; retratan lo cotidiano: Caminito de la escuela, Teté, El cantero y expresan los puntos de vista del autor: Acuarela, Marina, Pico Peñón. El Maestro Gabilondo Soler exploró y desarrollo muchos estilos y géneros diferentes aunque en todas ellas hay un carácter particular que las identifica de inmediato como canciones de Cri-Crí.
Su insaciable espíritu de aventurero lo llevó a hacer una pausa en su programa para empaparse literalmente de otra de sus pasiones: el mar, así es que se embarcó con lo que llevaba puesto y decidió llegar hasta Sudamérica. Durante su travesía siguió aprendiendo, pero también podía practicar lo que más le gustaba: observar el cielo y disfrutar su libertad. Gabilondo aseguraba que ver un astro a través de un telescopio era todo un espectáculo. De La Patagonia pasó a Argentina, donde probó suerte musical sin mucho éxito. Algunas veces se quedó a dormir en los muelles por falta de alojamiento, pero insistió en permanecer casi un año en La tierra del tango.
Al regresar a México, retomó el programa que para entonces ya pedían a gritos los niños y las mamás de los niños. Con la acelerada y creciente popularidad del programa de Cri-Crí, también creció el equipo que lo acompañaba y las necesidades se publicaron. Gabilondo Soler, quien hasta entonces tocaba el piano de manera magistral, pero lírica, tuvo que aprender a leer y escribir música, a transcribir sus propios textos y determinar la producción general, en la que ya estaba inmerso.
Su éxito trascendió rápidamente fronteras: en Cuba, era tan querido y reconocido que los cubanos le extendieron una invitación para que fuera a transmitir su programa en vivo desde La Habana. Gabilondo Soler viajó con El alpiste, colaborador, compañero y amigo que trabajó a su lado durante años, haciendo voces y efectos para los cuentos y las canciones de Cri-Crí. Fue la única ocasión en que el programa del Grillito Cantor se transmitió fuera de México.
El Maestro Gabilondo Soler apreciaba la soledad y agradecía las reuniones con poca concurrencia. Sí había más de cinco personas a su alrededor, ya se sentía en medio de una multitud. Esa era una de las razones por las que rehuía de los homenajes y los festivales en su honor, en cambio disfrutaba al máximo las reuniones con sus amigos astrónomos, grupo que denominó como "Los Astrolocos", apelativo que, desde luego, él mismo se aplicaba. Decía que muchos pensaban que la astronomía era nada más cosa de "estar viendo pa→ arriba", pero que no había cosa más falsa y citaba una frase que se encontraba a la entrada de la escuela de Platón, en la antigua Grecia, que rezaba: "No entre quien ignore la música y la astronomía".
Estaba dotado de una gran inteligencia, un excelente humor y una enorme capacidad crítica; poseía un espíritu libre, fundamentado en sólidos principios personales, pero de ninguna manera compartía una moral convencional. Fue un hombre cordial, libre de pensamiento, con buena y equilibrada autoestima, sensible, cariñoso, pero dispuesto a levantar la voz en el momento que sus principios, sus derechos o la gente que quería, fueran afectados de mala manera. Aun así, siempre entendió y aceptó la vida como es.