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Crimen y rescate

JULIO FAESLER

Cometer un crimen tiene sus consecuencias para el criminal al igual que para sus víctimas. La ola de crímenes que a diario aparecen en las primeras planas de nuestros periódicos llena los noticiarios tanto en México como de otros países, hecho que ha llegado a ser una constante de nuestros tiempos. No podemos imaginarnos una edición en que no aparezcan. Muchos nos preguntamos a qué resortes responden. No nos convencen las explicaciones como la de la pobreza extrema o la de la indiferencia del poder. Más cerca de la realidad está el abandono de la familia, cuando ésta existe.

Hay algo, empero, que falta para entender por qué los homicidios, las impensables torturas, la sevicia hacia las víctimas, han de sucederse sin interrupción uno tras otro.

Hay otros elementos que vienen a explicar el fenómeno, ya no individual, sino social, que nos llega y que tiene que ver con el ánimo que se ha adueñado de la comunidad mexicana: la conciencia de que nada hay respetable, nada que merezca atención ya que todo se mide con el mismo rasero, que origina la inconsecuencia de todos los actos, desde los peores imaginables has los de más sublime sacrificio. Ninguno tiene efecto real ni en la comunidad con tampoco en el interior del individuo.

La completa indiferencia que subyace en los actos del criminal que, encerrado en su cápsula, no advierte culpabilidad alguna. El castigo que la sociedad le imponga le es extraño a su psique y nada le remuerde ni enseña. No hay antecedentes personales que lo conectan con la realidad que sólo otros ven y obedecen.

Lo anterior sirve para evaluar cualquiera acción depuradora que la sociedad pretenda emprender. Hay que encontrar el puente entre el criminal irresponsable y el daño que hace a la sociedad en que vive. Si se logra construir con ésta una relación de culpabilidad remediable habrá cierta posibilidad de insertar en la mentalidad del criminal el deseo de regeneración social.

El camino es largo. Comienza porque el individuo se dé cuenta del daño que se ha hecho a sí mismo; la degradación de su estima y de su dignidad que está en el propio fondo del mal que ha practicado. Esta calificación de sí mismo, sin trabas ni escrúpulos, es la que da paso a la liberación hacia una nueva dimensión personal.

La construcción de la relación entre los propios actos y los derechos de los demás es una tarea que tiene que hacerse para incorporar al individuo a la sociedad, que desde luego tiene que poner su parte en el esfuerzo. No hay, sin embargo, indicios que los gobiernos intenten por vías diferentes de la penalización el rescate de sus miembros marginados que, por definición, están impedidos para emprender su propio rescate.

Es necesario, y así lo reconocen autoridades de varios países, recurrir a vías diferentes y psicológicamente más directas para cambiar comportamientos. Es aquí donde se recurre a vías como el Vipásana, método de meditación, que se ha practicado desde más de 2,500 años en la India, para presentar a los reclusos una vía de conciliación interior y una nueva actitud frente a la vida.

La meditación Vipásana se realiza en cursos de diez horas diarias durante diez días en las propias cárceles. Este método ha sido programado por muchos países como Estados Unidos, Colombia, Brasil, Argentina y desde luego en Asia. Los presos participantes llegan a comprender el daño que han producido, y arrepentidos, piden apoyo para reinsertarse a la comunidad, inspirados en la paz y armonía interior que han descubierto. Las experiencias son claras en cuanto a la reducción de índices de recurrencia.

Es evidente que la solución a la ola de violencia que padece la sociedad actual que ha caído en la desesperación y el revanchismo irracional contra las injusticias económicas y sociales, no solo está en la imposición de la justicia penal sino en un proceso de dignificación personal mediante la atención directa a la psiquis de los reclusos.

Los cursos de Vipásana, que ya se han impartido en México deben incluirse formalmente en los programas de reformas penales que están por generalizarse en la República.

juliofelipefaesler@yahoo.com

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